Artículo publicado en Estrategia Empresarial (16/04/2023)
Tendremos una crisis financiera y una recesión económica? Seguramente, durante los próximos años esto ocurrirá, pero no es ahora el momento en que vayan a producirse dichos acontecimientos. Estamos inmersos y lo seguiremos estando, aún más, dentro de una estanflación –es decir, una mezcla de estancamiento económico acompañado de un elevado nivel de inflación–, pero no estamos ante una crisis financiera comparable a la del 2008. La inadecuada gestión del riesgo ante la desmesurada liquidez barata que hemos tenido durante la última década ha podido generar muchos errores de inversión, pero, desde luego en este 2023 no tenemos los activos tóxicos de hace 10 años. Seguramente, algo mal se habrá hecho y se seguirá haciendo, pero la crisis bancaria de las semanas pasadas en Estados Unidos y en Suiza se produce tras un largo proceso de aprendizaje del mundo financiero.
Lo que si viene durante los próximos años es una restricción del crédito tan brusca como la velocidad de alza de los tipos de interés que han tenido los bancos centrales en marzo en Estados Unidos, y en julio en la Unión Monetaria europea.
Lo que ha sobrado durante una década – es decir, la liquidez–, empezará a escasear durante los próximos meses generando una tensión al alza del coste del dinero que se verá reflejado, especialmente, en el crédito que necesitan las empresas y los hogares.
Por ejemplo, el Euribor, que justo hace un año rondaba todavía los valores negativos, cumple ya un año en terreno positivo y se encuentra en una franja estable que va desde el 3,5% al 4%. Eso implica un mayor coste del dinero a todos los niveles, en pocas palabras, una reducción del crédito y una lenta ralentización de las economías mundiales sin que entren en recesión.
La actual turbulencia financiera ha sido generada por una superficial evaluación de los riesgos teniendo a disposición una abundante cantidad de liquidez y ahí es donde tenemos que poner el foco para evitar, esta vez sí, repetir lo que pasó en anteriores crisis financieras.
La búsqueda de rentabilidades elevadas incrementa los riesgos de inversión e incentiva la creación de instrumentos financieros de alto riesgo que necesitan una supervisión constante. Aunque lo hayamos aprendido de 2008, sigue siendo una tarea pendiente y continua del sector financiero para no volver a incurrir en los mismos errores.
Un papel importante durante estas semanas ha sido el de los bancos centrales de todo el mundo. Cuando el monstruo de la desconfianza se empodera de los mercados financieros es necesario tener referentes que pongan orden y es especialmente importante lanzar un mensaje de coherencia a los inversores, ya que cualquier señal de incertidumbre solo contribuye a sembrar más dudas, pánico y, por ende, mayor volatilidad en los mercados.
La coherencia del mensaje lanzado por los bancos centrales de seguir luchando contra la inflación es importante porque elimina el dilema que podría existir entre la lucha contra el crecimiento exponencial de los precios y la inestabilidad financiera generada por la subida de tipo de interés, y lanza una señal de tranquilidad tanto hacia las empresas y los hogares, como hacia las entidades financieras afectadas por el encarecimiento brusco del coste del dinero desde 2022.
La banca española, en este escenario, está protegida, por sí sola por su solvencia y por el paraguas del Banco Central Europeo. Lo que nos hace prever que, dentro de un escenario sin ningún cisne negro, no tiene que ocurrir nada que pueda afectar a los depositantes y los ahorradores españoles. Cabe todavía esperar que, en época de subida de tipos de interés, de crecimiento de la demanda por las letras del tesoro y de escasez del crédito en las economías mundiales, las entidades bancarias españolas, por fin, se decanten por premiar el ahorro de sus depositantes y por captar los ahorros de los españoles, que lentamente la inflación se está llevando.
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