Artículo publicado en The Conversation (15/05/2023)
Nadie discute que las plataformas digitales ayudan a la movilización de quienes reclaman la igualdad de derechos. Pero también plantean retos importantes para la igualdad de las mujeres al alimentar los estereotipos, la discriminación y la violencia a través de la difusión de contenidos misóginos, sexistas o estereotipados.
Dos de sus características contribuyen a que así sea. Por un lado, su capacidad para conectar a las personas y difundir contenidos en tiempo real y de forma masiva. Por otro, su modelo de negocio, que entre otras cosas consiste en monetizar los datos que recaban. No abordaré aquí cómo se usan plataformas en la organización de movimientos violentos misóginos de corte terrorista, como los involuntary celibates o InCels. Me centraré en el papel de las plataformas en la violencia digital más normalizada: la desinformación de género.
Historias falsas y humillantes
La desinformación de género abarca campañas que presentan historias falsas sobre mujeres conocidas (periodistas, activistas, políticas) o incluyen amenazas, así como imágenes humillantes o con una carga sexual.
El objetivo de estos ataques es presentar a las mujeres como poco confiables, poco inteligentes o demasiado sentimentales o libidinosas para ocupar un cargo y participar en la política.
Se entenderá con este tuit sobre un encuentro entre la exprimera ministra finlandesa Sanna Marin y el jefe de gobierno español Pedro Sánchez. Marin publica unas fotos junto a Sánchez en Instagram y los comentarios con insinuaciones de todo tipo se multiplican.
Las tácticas de la desinformación
La desinformación de género adopta muchas formas. Algunas de ellas son:
● Porno de venganza: contenido sexual que se difunde sin consentimiento ni conocimiento de la víctima.
● Creepshots, upskirting_ o voyeurismo digital: fotos o vídeos no consentidos y compartirlos.
● Doxing o doxxing: publicación/manipulación de información privada sin consentimiento.
● Suplantación de identidad para amenazar o intimidar para desacreditar o dañar la reputación.
● Mobbing: movilizar e incitar a una masa de personas para intimidar o acosar a alguien mediate un despliegue hostil en las plataformas.
● Discurso de odio sexista: incitar a la violencia, publicar o difundir contenidos violentos consistentes en presentar a las mujeres como objetos sexuales o blancos
de violencia.
● Sextorsión y usurpación de identidad.
● Deepfakes con pornografía hiperrealista no consentida que se utiliza como arma de
violencia machista.
Atacar la dignidad y libertad de mujeres políticas
Sobre la base de narrativas sexistas y caracterizada por las malas intenciones y coordinación, la desinformación de género distorsiona la imagen de las mujeres políticas y disuade a las mujeres de aspirar a carreras políticas.
Las primarias presidenciales de EE. UU. de 2020 brindaron ejemplos interesantes. Usando análisis de datos, un estudio de Marvelous AI 2019 concluyó que cuentas consideradas de baja credibilidad, incluidos los bots y trolls, atacaron a las candidatas en las primarias presidenciales demócratas de EE. UU. más que sus contrapartes masculinas.
En Europa, políticos de derecha han utilizado narrativas de desinformación de género contra legisladoras progresistas, considerándolas no aptas para el poder. Y en España, la ministra Irene Montero ha sido el objetivo de numerosos ataques en sede parlamentaria.
Ese patrón tiende a ser aún más pronunciado para las mujeres líderes políticas que pertenecen a grupos raciales, étnicos o religiosos. Pero también para aquellas que se pronuncian sobre temas feministas, como la vicepresidenta de EE. UU. Kamala Harris.
Especialmente peligroso en regímenes autoritarios
Los ataques organizados contra las mujeres buscan obtener ganancias políticas, pero en regímenes autoritarios son tácticas para acallar las voces de la oposición, erosionar los procesos democráticos y silenciar las demandas de rendición de cuentas. Una investigación demuestra que la participación política de las mujeres a menudo representa un desafío para las élites políticas antiliberales y autocráticas.
En países donde las mujeres se enfrenta a críticas abiertas del llamado machismo-populismo, la desinformación de género se utiliza para socavar la oposición y apoyar la noción de la política como un campo corrupto, cínico y violento, inadecuado para quienes no están dispuestas a jugar sucio.
Una ola de líderes autoritarios utiliza la desinformación de género para rechazar el progreso
logrado en los derechos de las mujeres. Entre ellos el primer ministro indio, Narendra Modi,
y el expresidente brasileño Jair Bolsonaro.
Ataques a la igualdad
La desinformación de género puede incluir bulos destinados a socavar la igualdad. En España, este tipo de desinformación se manifiesta a través de varias estrategias:
● Confundir la violencia doméstica (intrafamiliar) con la violencia machista.
● Asegurar que hay muchas denuncias de acoso machista falsas que afectan a millones de españoles, cuando solo representan el 0.01 % del total (1,2 millones de denuncias totales desde 2009 a 2017). Lo hacen igualando las absoluciones (27,84 % del total) con las denuncias falsas.
● Afirmar que los hombres mueren igualmente a manos de sus parejas.
● Decir que la mayoría de los hombres que matan a sus parejas o exparejas son extranjeros, cuando estos rondan el 30 % de los asesinos.
Alguna desinformación de género entraría dentro de lo que se considera resistencias antifeministas: reacciones adversas a los avances feministas en materia de igualdad que arguyen que la desigualdad no existe en nuestras sociedades avanzadas, que la responsabilidad está en otro sitio (muchas veces en las mismas mujeres), que se ha avanzado ya bastante y que hacerlo más podría ser contraproducente. La resistencia es una expresión de la defensa del privilegio.
Consecuencias y recomendaciones
La desinformación de género socava la credibilidad de las mujeres, plantea obstáculos para su éxito electoral y constituye una razón importante por la que muchas mujeres abandonan sus carreras políticas. El odio y las amenazas en línea alimentadas por campañas de desinformación de género pueden ir seguidas de violencia física.
Para luchar contra esta lacra, se debería desarrollar inmunidad pública contra la desinformación a través de la alfabetización en medios o en datos, el pensamiento crítico y un periodismo responsable. Esta inmunidad debería incluir el compromiso de apoyar el liderazgo de las mujeres, derribando las barreras para su empoderamiento político.
La desinformación de género debería ser una prioridad, dado que el problema se ha generalizado y ha comenzado a cruzarse con el extremismo violento de grupos organizados como los InCels, con resultados trágicos.
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