Artículo publicado en Deia (21/05/2023)
El fin de semana que viene tocará hablar de las elecciones, pero hoy me dedico a las abejas. La Asamblea General de las Naciones Unidas consagró en el 2017 cada 20 de mayo como Día Internacional de las Abejas para “concienciar sobre la importancia de las abejas y otros polinizadores, así como sobre las amenazas a las que se enfrentan y sobre su contribución al desarrollo sostenible”.
Las abejas no son los únicos polinizadores. Ahí están también, en diversos grados, lugares y funciones, las mariposas, los murciélagos y los colibríes. Según la documentación que facilita la ONU, el 90 por ciento
de las plantas con flores, el 75 por ciento de los cultivos alimentarios y el 35% de las tierras agrícolas del mundo dependen en cierta medida de la polinización. En conclusión, estos seres vivos polinizadores son un agente imprescindible tanto de la biodiversidad en nuestro planeta como de la seguridad alimentaria de los humanos que lo habitamos.
Afirma la ONU, y no tengo yo conocimiento para cuestionarlo, que “casi el 35% de los polinizadores invertebrados –en particular las abejas y las mariposas– y alrededor del 17% por ciento de los polinizadores vertebrados –como los murciélagos– están en peligro de extinción”. Añade que “la población de polinizadores –en especial abejas y mariposas– ha disminuido de manera preocupante”, lo cual coincide con las informaciones que recibimos por otras fuentes tanto globales como locales. Los causantes de este deterioro global parecen ser, según los expertos, las prácticas agrícolas intensivas, algunos cambios en el uso de la tierra, los plaguicidas, las especies exóticas invasoras y el cambio
climático.
Llevamos días hablando de sequía, cambio climático y pérdida de cosechas. Sería bueno saber que las abejas son un factor que cuando escasea agrava ese bucle infernal de retroalimentación de pérdida de biodiversidad y seguridad alimentaria. Al mismo tiempo las abejas son un factor de retroalimentación positiva allí donde pueden prosperar. Las Naciones Unidas incluyen en el material promocional del Día Internacional de la abeja recomendaciones para los apicultores, pero no me atrevería yo aquí a replicarlas, puesto que es evidente que ellos las conocen mucho mejor.
También incluyen recomendaciones para las autoridades públicas. No sé si algún candidato aprovechará el día de las abejas para introducir alguna propuesta o si quiera un guiño en campaña. También incluye la ONU sugerencias a los ciudadanos y consumidores. Cosas que podemos hacer usted y yo, tales como comprar miel local, cercana, sin procedimientos o añadidos extraños, como indican los requisitos que garantizan los distintivos de calidad, en nuestro caso Euskal Eztia de Eusko Label, además de otros productores y otras denominaciones de origen cercanas comola gallega, la alcarreña o la lebaniega.
Lo que no menciona la ONU es la importancia cultural que tiene la abeja y su significado simbólico, enorme en la tradición occidental y supongo que también en otras. La tierra prometida del pueblo judío es “el país del que mana miel” y en sus Salmos la palabra de Dios sabe “tan dulce como miel en la
boca”. Esopo se aprovechaba de la abeja para contarnos varias de sus fábulas y entre nosotros Samaniego le siguió con aquel “a un panal de rica miel / dos mil moscas acudieron”.
Samaniego era miembro de número de la Real Sociedad Bascongada de Amigos el País y prepara su obra “para el uso del Real Seminario Vascongado”. En la dedicatoria al Conde de Peñaflorida lo compara “a abeja oficiosa que labra siempre, ayudada de su gente. Así unes a los hombres laboriosos para hacer
sus trabajos más fructuosos”.
Dediquemos este fin se semana a proteger y fomentar a las abejas y su labor. Y dediquemos el próximo a esa gente “que labra siempre, ayudada de su gente” y que une a los demás “para hacer sus trabajos más fructuosos”. Para que puedan en cada pueblo y cada territorio seguir haciéndolo, por el bien común, desde las instituciones durante los próximos cuatro años.
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