Artículo publicado en El Correo (30/05/2023)
Tres lecturas. Primera. Casi cien mil votantes del PNV de las elecciones locales de 2019 no votaron a su partido en las elecciones vascas de 2020. La gran abstención de 2020, en la que casi la mitad de la ciudadanía no fue a votar, no fue leída en clave política por el partido ganador en las elecciones, el PNV. La excepcionalidad de unas elecciones celebradas en tiempos de pandemia parecía justificar cada uno de los votantes perdidos que se contaban a miles. Como todos los partidos habían menguado su apoyo popular respecto a las elecciones de 2019 y como además, la gran abstención había permitido al PNV reforzar su poder en el Parlamento vasco y mantener su Gobierno de coalición con el Partido Socialista, en los primeros análisis del resultado electoral no se hablaba de la alarmante gran abstención sino de la alegría de la victoria.
Segundo. Un año después de las elecciones de 2020 se empezó a reconocer desde la dirección del partido jetzale que les preocupaba más la abstención que el resultado de sus rivales políticos. Y el partido que estaba gobernando en todas las principales instituciones vascas avanzó un proceso de escucha activa que más allá del proceso de movilización interno pretendía conectar al partido con la sociedad no militante. Reconocían que, pese a su liderazgo, el PNV era un partido humilde y consciente de la necesidad de escuchar y aprender de la ciudadanía vasca. El proceso terminó al final de 2022 con unos materiales que contenían puntos autocríticos como la percepción de amiguismo y arrogancia. Y se ponía como deberes fortalecer la democracia y la búsqueda de la cercanía emocional con los ciudadanos.
Tercero. En la noche electoral del pasado domingo no volvieron los votantes del PNV de 2019 que ya abandonaron al partido en las elecciones vascas de la pandemia en 2020. El miedo a otra gran abstención, como finalmente ocurrió, activó una campaña enfocada a que aumentara la participación y a la activación de sus votantes desmovilizados. Pero el discurso que utilizó el PNV para la campaña activadora no tenía nada que ver con los materiales recogidos en el proceso de escucha ciudadana.
La campaña del partido, no la de las candidatas, estuvo cargada de arrogancia, de desprecio a los rivales políticos y de un victimismo que recordaba al que utilizan otros partidos para decir que tienen a todo el mundo en su contra, con una desconocida agresividad con el principal partido de la oposición. Más allá de buscar las causas, que seguramente serán variadas, del desgaste generalizado del PNV, quizá sería útil para el partido recuperar sus propios trabajos internos para aplicarlos en las inminentes campañas. Y tampoco debería descartar el escenario de que a veces los ciudadanos utilizan la abstención como una estación previa al cambio de voto a otro partido.
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