Artículo publicado en El Diario Vasco (18/06/2023)
La palabra ‘proceso’ no se encuentra en su mejor momento de fama. Como ya sucediera previamente con colegas como ‘diálogo’ o ‘talante’, si se menciona la palabra ‘proceso’ enseguida se observan caras de hastío e incluso de enfado a nuestro alrededor. Porque la palabra proceso nos lleva indudablemente a Catalunya; a interminables negociaciones sobre diversos temas o a aquél que fue, en palabras de Zapatero, largo, duro y difícil, hace ya más de una década. Las imágenes que cada persona asocie a estos sucesos determinarán su idea acerca del concepto. Pero quienes hoy firmamos este artículo queremos reivindicar en imagen y en concepto el proceso, los procesos, como clave principal de las políticas públicas y las transformaciones de nuestro entorno.
Los procesos son aquellos espacios en los que se mima el durante, sabiendo dónde está el horizonte, pero teniendo claro que el camino es casi tan importante (o más) que el propio resultado. Los procesos comienzan con un alto grado de incertidumbre y responden normalmente a apuestas arriesgadas. Los procesos abren fórmulas que no son comunes en nuestro día a día, para permitirnos re-escucharnos a nosotros mismos y descubrirnos recovecos que nos desconocíamos, posibilidades de cambios (inesperados).
Como todo lo que supone mirar a medio y largo plazo, transitarlos no suele resultar fácil ya que son necesarias mucha constancia y compromiso, valores no siempre al alza en esta sociedad cortoplacista. Sus protagonistas, además, suelen ser personas ya implicadas en otros muchos ámbitos, que arrastran por tanto un cansancio característico de quienes se implican a menudo, pero que dominan también la fuerza necesaria para responder a las idas y vueltas de todo proceso.
Los procesos son además, por su propia naturaleza, «poco rentables» para quien busca sacar un rédito vendible, algo que presentar. Su propia naturaleza obliga a que, para que sean realmente útiles y efectivos, incorporen a muchas personas, diferentes estratos, diversos entes y agentes. Promueven una construcción que es la suma de mil aportes, abriendo un nuevo campo donde el objetivo es difuminar todo y generar algo compartido. Y, para qué negarlo, eso también se presta a interpretaciones varias.
Pero son necesarios e indispensables para responder a situaciones enquistadas, para generar vías de avance en sociedades complejas como la nuestra. Teresa Whitfield, analista de conflictos y experta internacional en resolución, nos recuerda una y otra vez en su nueva obra ‘ETA, el desenlace’, que en nuestra historia reciente convergieron múltiples procesos y que todos y cada uno de ellos fue necesario. Voces políticas, agentes sociales, medios, personas de a pie y diversos poderes debieron implicarse, no una, ni dos veces, sino decenas o cientos de veces, a lo largo de años.
Violencia, violencias, múltiples, enquistadas, requieren muchos esfuerzos y procesos para desenredarse. Violencias así no se terminan tampoco con un ‘final oficial’. «La necesidad de un proceso no se evaporó después de Aiete», nos recuerda Whitfield. Porque estos caminos necesitan hitos, momentos simbólicos –como Aiete–, que nos permitan ubicarnos, respirar… y continuar. Pero no solo. Porque el trabajo no se detiene.
Whitfield centra su lectura del proceso especialmente en ámbitos políticos –sin olvidar el dolor de víctimas y toda la sociedad en general–, pero subraya también y, hoy nosotros queremos enfatizarlo aquí, que esta demanda de los procesos es indispensable aún hoy, especialmente en cuanto a la consolidación de lo acordado y la construcción de memorias inclusivas. Su libro se titula ‘La paz esquiva’, no por casualidad.
En estas semanas de polarización entorno a las elecciones, donde la memoria ha vuelto a zonas de enfrentamiento, donde el lenguaje y sus usos generan de nuevo oposición, queremos defender –una vez más– que necesitamos procesos en donde encontrarnos y poder hablar, precisamente de aquello que más nos ‘enfrenta’ o que nos aleja. Necesitamos demostrar con nuestra realidad, con nuestra implicación, con nuestros cuerpos, un compromiso claro con los procesos, con el diálogo, con la escucha. No seguir exigiendo desde atalayas realidades unívocas o idas sin retorno.
Mañana a las 19:00 en Elkar de la Parte Vieja de Donostia tendremos ocasión de compartir estas y otras reflexiones con la propia autora. A partir de pasado mañana seguiremos dinamizando procesos, formando parte de ellos, (re)construyendo realidades que nos ayuden a mirar al futuro con opti-
mismo. No se puede trabajar de otra manera.
Deja una respuesta