Artículo publicado en The Conversation (22/06/2023). Escrito en en colaboración con José Torres-Pruñonosa (UNIR) y Leire San José (UPV/EHU)
Si bien la contabilidad económico financiera muestra el valor económico que una organización genera o sustrae a la sociedad, sólo lo hace bajo en supuesto de que existe un mercado de competencia perfecta en el que los precios los fija únicamente la interacción entre la oferta y la demanda, se han internalizado los costes medioambientales y sociales, y no existen transferencias al margen del mercado.
Dado que estos supuestos no se cumplen prácticamente en ninguna ocasión, se necesitan otros procesos que permitan conocer el valor de lo aportado, o sustraído, a la sociedad por empresas y organizaciones.
De ahí la exigencia cada vez mayor de contar con información social, complementaria a la que ofrece la contabilidad tradicional.
Además, la Agenda 2030 y sus 17 objetivos de desarrollo sostenible reflejan la percepción generalizada de que la contabilidad económico financiera no informa adecuadamente del impacto social de las organizaciones.
Economía, sociedad, medioambiente
En este contexto aparece el modelo de triple resultado (Triple Bottom Line, TBL) que plantea que las organizaciones tienen, además de objetivos económicos, objetivos sociales y medioambientales. De la necesidad de rendir cuentas sobre la parte relativa al valor social surge la contabilidad social.
Además, se impone la teoría de las partes interesadas (los stakeholders), que exige que las organizaciones generen valor de forma equilibrada para todos sus grupos de interés (empleados, accionistas, clientes, proveedores, gobiernos, comunidades). Se hace necesaria entonces una información diferenciada del valor generado para cada uno de ellos.
En Europa, se han instaurado los informes de sostenibilidad que los países de la UE han ido transponiendo a sus propias legislaciones.
¿Qué és la contabilidad social?
La contabilidad social monetaria (stakeholder accounting) pretende calcular en unidades monetarias el valor que una organización transfiere al conjunto de sus grupos de interés. La razón de utilizar unidades monetarias es doble:
- Se transfiere la información en un formato comprensible para todos.
- Se integra dicha información con la económica y financiera.
De este modo, lo social se integra en la estrategia y en la gestión diaria de las organizaciones.
La contabilidad social se estructura en dos procesos complementarios, a los que puede añadirse un tercero:
- El valor transferido a través de actividades de mercado, entendidas como aquellas que conllevan una contraprestación de precio. Por ejemplo, la generación de bienes y servicios, los puestos de trabajo creados o los impuestos abonados, entre otras.
- Las transferencias de valor de no mercado o de carácter gratuito, entendidas como aquellas externalidades –directas o indirectas– que afectan de forma real a los miembros de los diferentes grupos de interés, pero que no están sujetas a una contraprestación de precio, o que este precio resulta claramente subvencionado. Por ejemplo, la formación gratuita impartida por una ONG o los servicios sanitarios públicos.
- Las transferencias de valor emocional, entendido este como el superávit o déficit de valor percibido por los sujetos en relación al precio de transferencia abonado. Por ejemplo, el salario emocional intangible (clima laboral, flexibilidad horaria, etc.) o el valor de los servicios de conveniencia en un parking (vigilancia, accesibilidad, etc.), siempre que su monetización no se haya incorporado en el precio.
Cálculo del valor social
Si la contabilidad económico-financiera se fundamenta en el modelo de doble entrada de Luca Pacioli en la Venecia de hace más de 500 años, la contabilidad social-monetaria tiene su fundamento en el modelo desarrollado por Freeman, Retolaza y San-Jose en 2020, en el marco de la teoría de stakeholders.
El proceso de estimación y cálculo de cada una de las dimensiones que dan lugar al valor social integrado es diferente:
- El impacto de la actividad de mercado se obtiene calculando el valor agregado (EVA) y analizando cómo se distribuye entre los stakeholders. Por ejemplo, el impacto generado con las compras a proveedores (comerciales o de inversión) se obtiene de los datos de generación y distribución de valor añadido de los proveedores.
- Las transferencias de no mercado se calculan en un proceso de cuatro etapas:
- Elaborar el mapa de stakeholders.
- Dialogar con los grupos de interés para identificar las variables de valor (los aspectos en los que la organización genera valor a terceros).
- Fijar una unidad de medida para cada una de esas variables.
- Identificar cuantitativamente los outputs generados por la entidad y asignarles un valor monetario.
- El valor emocional exige dos cálculos:
- La diferencia entre el valor de intercambio y la disposición máxima al pago, identificada mediante pagos reales.
- El índice de satisfacción medio en relación a cada variable de valor para cada grupo de interés. Este índice se obtiene mediante un cuestionario aplicado a un muestreo significativo.
La multiplicación del indicador por la distancia nos muestra el valor emocional generado por cada variable a cada grupo de interés. Después se obtiene el valor agregado.
Finalmente, se integra en una tabla el valor transferido a cada grupo de interés a través de actividades de mercado, de transferencias de no mercado y de transferencias de valor emocional. El resultante representará el valor social generado por la entidad en cuestión y podrá ser analizado con diferentes ratios de forma semejante a los datos financieros.
Conclusiones
La contabilidad social monetaria tiene distintas finalidades:
- Mejorar la transparencia y la comunicación con los grupos de interés, entre ellos la Administración pública.
- Permitir el análisis comparativo con otras organizaciones del sector.
- Incorporar la contabilidad social en la estrategia y la gestión.
- Implicar a los diferentes stakeholders en el propósito de la organización, especialmente a sus personas trabajadoras.
- Desarrollar contabilidades analíticas en función del territorio, del género o de los objetivos de desarrollo sostenible.
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