En España la subida de precios se ha combatido con nueva deuda pública pese los efectos inflacionistas que la marea de subsidios suele acarrear
Artículo publicado en El Correo (03/07/2023)
La tasa anual del IPC general en el mes de junio ha caído hasta el 1,9%, según el INE, o 1,6% (armonizado) según Eurostat. Complementariamente, el tipo de variación anual de la inflación subyacente disminuye cinco décimas, hasta el 5,9%. La noticia es doblemente buena. De una parte, mejoramos nuestra trayectoria de corrección en términos absolutos. De otra sacamos ventaja relativa –y por tanto competitiva– al resto de países de la Unión Europea.
Para documentar la primera debemos recordar que venimos de una inflación interanual del 10,8% en julio de 2022. Como contrapunto, la subyacente –que mide los elementos más estables al excluir la energía y los alimentos frescos– se resiste a disminuir, habiendo caído un modesto 1,7% desde máximos de febrero pasado (7,6%). Tarda en bajar porque es menos errática y porque también tardó más en subir y tiene su propio biorritmo. Este índice recoge los ‘efectos de segunda ronda’, esto es, la espiral de costes –de origen principalmente energético y salarial– que se han ido trasladado a las distintas cadenas de producción, y que todavía no se han digerido totalmente. En la industria los aumentos de costes están más ligados al precio de la energía mientras que los servicios, intensivos de mano de obra, lo son a los salarios. Como no hay que hacerse trampas en el solitario hay que destacar dos cosas. La primera, que la inflación no es negativa, o sea que no baja, sino que sube menos. La segunda, que en el cálculo interanual juega un papel esencial el dato base. Dado que hace un año el índice experimentó un alza récord, resulta más comprensible la moderación de un año después.
La comparativa con Europa marca un éxito adicional. Frente a nuestro 1,9% en junio, los países de la UE cotizan desde un máximo del 11,3%, Eslovaquia, hasta el 1% de Luxemburgo, aunque la media se sitúa en el 5,5%. Una excelente comparativa.
El detonador de la inflación estuvo en dos elementos de aparición simultánea: el incremento en el precio de los combustibles y alimentos, y las restricciones de oferta en la producción de bienes por el confinamiento en algunos países. Al día de hoy, ambas variables se han relajado para todos los países en general.
¿A qué obedece, entonces, la mejor ‘performance’ española? Un reciente estudio del Banco de España titulado ‘La dependencia energética de la Unión europea y de España’ nos ofrece como respuesta a la anterior pregunta la mejor estructura de nuestra dependencia energética. En el caso de España, las importaciones de productos energéticos estaban más concentradas en proveedores africanos y estadounidenses que en Rusia. Con la guerra, el veto a este último país nos afectó en menor medida que a otros. España disponía además de unos puertos preparados para la recepción de gas natural licuado o petróleo de cerca de veinte países, muy superior al de nuestros socios europeos. Los datos correlacionan una menor inflación con una mayor diversificación.
Junto a lo anterior no cabe olvidar la política beligerante antiinflacionista de subvenciones, reducción de impuestos y boni ficaciones. Desde mediados de junio pasado se aplica la llamada ‘excepción ibérica’, un mecanismo diseñado para reducir el alto precio del gas para la producción eléctrica. A recordar igualmente la subvención a los combustibles y comestibles, recortando la tasa del IVA sobre la energía, eliminando el IVA sobre determinados alimentos básicos, y reduciéndolo a la mitad en otros. El último Consejo de Ministros ha redondeado el vasto paquete de ayudas. Como sombra de lo anterior hay que decir que nuestra inflación se ha combatido con nueva deuda pública a pesar de los efectos inflacionistas que la marea de subsidios suele acarrear.
Ahora mismo, la gran contradicción a la que se enfrenta España se llama Banco Central Europeo (BCE), una autoridad que no distingue entre países al controlar la inflación de la eurozona, que promedia el 5,5%. La inflación en España, puntualmente por debajo del estándar del 2% no merece una política deflacionista de tipos de interés al alza, que nos discrimina negativamente. Días atrás la presidenta del BCE ha advertido que «es poco probable» que pueda declararse en un futuro próximo que los tipos de interés hayan tocado techo. Habrá que esperar alguna matización a esa preocupante amenaza.
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