Artículo publicado en El Correo (12/09/2023)
Si analizamos de forma amplia la situación política en Euskadi de la última década, podemos caracterizarla como pacífica, tranquila, adecuada para la convivencia, con líderes políticos que no generaban ni provocaban problemas que no existían. En estos años, mientras que en España la mayoría de la ciudadanía calificaba como mala o muy mala la situación política, nunca han llegado al 20 % los que hacían una valoración negativa en Euskadi. La clase política ha figurado como uno de los tres principales problemas de la última década en España. En Euskadi no ha aparecido ni entre los diez principales problemas en ninguno de los últimos años.
El mundo que vino tras la desaparición de ETA fue muy bien entendido por los principales líderes vascos, que sintonizaron con una de las aspiraciones centrales de la ciudadanía, la convivencia política. Por un lado, el lehendakari Urkullu fue el mejor líder posible para transmitir moderación, tranquilidad, inclusividad, previsibilidad y honestidad. Se convirtió en el lehendakari de to- dos y optó, como eje central de su mandato, por representar también a la parte de la sociedad vasca no nacionalista, generando un acuerdo transversal y estable con el Partido Socialista que ha mejorado la inclusividad de la democracia vasca. El liderazgo de Idoia Mendia en el PSE fue fundamental en este sentido.
Por otro lado, Arnaldo Otegi ha sido el mejor líder posible para representar el espacio de la izquierda abertzale tras el fin del terrorismo. Su capacidad, legitimidad y carisma para representar e incluir en la democracia institucional a los sectores sociales más radicalizados de la sociedad vasca ha permitido que no se rompiera la convivencia política que hoy disfrutamos y que los conflictos políticos se canalizaran a través de las instituciones democráticas.
Las próximas elecciones vascas están situadas en un contexto de fin de ese ciclo político que cumplió las expectativas de la ciudadanía vasca relacionadas con recuperar la normalidad política y en las que el futuro ni estaba ni se soñaba. En cambio, las próximas elecciones vascas se abren a la necesidad de hablar de futuro, de nuevos proyectos y de nuevos líderes más adaptados al contexto que marcará la política de la próxima década.
Es difícil no creer que la tendencia descendente del PNV no se va a detener si no hay cambios en su liderazgo antes de las próximas elecciones autonómicas y también es fácil adivinar que el techo electoral de EH Bildu no se va a romper si no aparece una candidata o candidato cargado de futuro y sin relación con el pasado. La necesidad de las dos renovaciones no respondería a ninguna derrota o fracaso y se podrían representar como una respuesta ilusionante a los nuevos retos de la ciudadanía vasca. Los actuales líderes políticos de ambos partidos podrían salir por la puerta grande, ocupando un puesto importante y destacado dentro de la historia con mayúsculas de la política vasca.
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