Artículo publicado en El Diario Vasco (13/09/2023)
Hace poco apareció en la prensa que la UNED prescinde de una profesora por ser mayor de 70 años, a pesar de tener un currículum apabullante, provocando la recogida de miles de firmas en contra de esa
decisión. Esta noticia ha tenido poco recorrido mediático, probablemente porque esa edad de 70 años está en la franja habitual de la jubilación (65-70 años), tanto en el sector público como en el sector privado. Pero la noticia inspira esta reflexión desde la perspectiva del talento de las personas mayores, para la que dejo a un lado las circunstancias de ese caso. La jubilación produce un corte brusco en la vida y actividad de la persona. De un día para otro todo cambia, y la propia sociedad modifica su trato a la persona jubilada haciéndole ver que está ‘fuera de circuito’. Pero la edad de 65 o 70 años (y más) no convierte a las personas mayores en trastos inservibles, ni mucho menos.
En efecto, se dice ahora que las condiciones físicas y mentales de las personas, a la edad de 65 o 70 años, son mejores que, a esa misma edad, hace 40 años o más. Sin embargo, la edad de jubilación no solo no se ha retrasado, sino que se ha ido adelantando a edades más tempranas. Por tanto, resulta innegable que, a la fecha de la jubilación, las personas jubiladas están en buenas condiciones para continuar desenvolviéndose en la materia propia de la actividad profesional anterior.
De hecho, en los escenarios político, económico o científico hay muchas personas que siguen realizando actividades importantes a edades superiores a las habituales de jubilación. A modo de ejemplo, el presidente de EE UU, Joe Biden (80 años); o el expresidente de EE UU Donald Trump (77 años); o el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, que acaba de renovar su cargo hasta los 76 años, y que no es una excepción en responsables de sociedades cotizadas; o muchos científicos, uno cualquiera, John Ellis, físico británico y profesor (77 años); y un largo etcétera.
Además, es obvio que, cuanto más tiempo se realice una actividad, más experiencia se obtiene en ella; y esa experiencia no se adquiere en los libros, sino con la realización de la actividad durante mucho tiempo o mediante su compartición intensa y directa con las personas experimentadas. En la abogacía, cuando se habla de algún abogado que lleva muchos años en el ejercicio profesional se dice que es ‘perro viejo’, sin duda por lo que esa expresión significa en el lenguaje coloquial. Pues bien, si se le aparta de la circulación a la edad, se estará tirando a la basura todo ese caudal de experiencia logrado con los años.
Por todo ello, hay muchas personas que, en el momento de su jubilación, disponen de un importante talento acumulado, que están en condiciones de aportarlo y que tienen una clara voluntad de hacerlo. Fuera del ámbito muy limitado de catedráticos/as eméritos/as de universidad, o de otras situaciones excepcionales como es la pertenencia a consejos de administración de empresas, o del emprendimiento abierto pero siempre difícil, esas personas jubiladas carecen de cauce para aportar su talento. Algunas acceden a asociaciones, fundaciones, ONG, entidades culturales u organizaciones similares, pero casi siempre lejos de la misma actividad que han realizado antes, y en la que han acumulado su conocimiento y experiencia.
Se dice que hay que dar paso a la juventud, lo que, aun siendo cierto, no justifica el sacrificio del talento de las personas mayores. Además, en muchos casos, no está realizada, y ni siquiera prevista, su transmisión a las personas jóvenes.
Esto no es una crítica a nadie específico, sino a la sociedad en su conjunto, frente a la que reivindico un papel activo para esas personas mayores, con la fórmula que fuere, para aprovechar su talento, y para garantizar su adquisición por las personas jóvenes. En esta línea se encuentra el capítulo Aging 2.0 Bilbao-Basque Country, una red sin ánimo de lucro, impulsada por varias personas (entre las que me encuentro) para visibilizar el papel de las personas mayores y sus historias personales que ayuden a sensibilizar y a entender que se puede contribuir al cambio social en todas las edades.
Existen acciones y políticas públicas y privadas para ‘atraer talento’ (desde otros países), y para ‘retener talento’ (evitando la marcha a otros países). Pero nadie se ocupa de ‘aprovechar el talento’ de las personas mayores en condiciones y con voluntad de aportarlo, que está aquí sin ir ni venir. El talento acumulado, en general, también es un recurso escaso (en términos económicos), por lo que la sociedad tampoco se puede permitir el lujo de desperdiciar el talento de las personas mayores.
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