Artículo publicado en El Correo (25/09/2023)
No hay nada más alejado y menos representativo de la sociedad que una reunión de personas del mismo partido. Pasar una jornada rodeado de gente y banderas puede ser una experiencia pasional, tribal y divertida. Pero la capacidad de los partidos para representar a la calle cada vez es más limitada. Da igual que la concentración sea por el Alderdi Eguna del PNV, por la Fiesta de la Rosa del PSC o por un mitin preventivo del PP. La sociedad cada vez es menos militante, cada vez cree menos en los intermediarios del poder y cada vez esmás promiscua en su comportamiento electoral. Entre los jóvenes entre 18 a 25 años aumenta el interés por otra política al mismo que tiempo que desciende su acercamiento a los partidos como plataforma ideal para su activismo. Las formaciones políticas son una de las instituciones en las que menos confía la sociedad. En Euskadi, apenas la Monarquía saca una nota peor en confianza institucional. Por eso cuanto más numerosa es cada una de estas celebraciones partidistas, más difícil es que los partidos puedan interpretar con provecho a una sociedad que se parece cada vezmenos a sus simpatizantes entusiastas.
Creo que más importantes que los discursos que los líderes hacen para los suyos en estas jornadas internas, son sus posicionamientos en otros espacios menos emocionales y que nos meten de lleno en los debates que van a marcar los próximos años. Si miramos a Euskadi, es más interesante seguir el rastro de las palabras que el lehendakari pronunció la pasada semana en relación a una de las leyes estrella del final de la legislatura vasca relacionada con la transición energética y las acciones para mitigar la crisis climática.
El lehendakari estuvo en la inauguración del tercer aerogenerador flotante del mundo y el primero de España que vuelca su energía a la red eléctrica. Iñigo Urkullu volvió a recordar que no hay planeta B y que hay que avanzar en el desarrollo de infraestructuras que generen energía limpia pese al rechazo que pueden tener las poblaciones que viven cerca de estas infraestructuras. Concretamente, el lehendakari dijo que no era agradable instalar aerogeneradores en el mar o en nuestros montes, que a nadie le gusta que se coloquen cerca de donde uno vive y que defendería el interésgeneral por encima de los intereses locales.
Esos intereses locales los activaron alcaldes de todos los partidos, incluido el PNV, en la campaña de las últimas municipales poniendo pegas a que sus montes fueran incluidos en el plan territorial sectorial (PTS) de energías renovables que ordena dónde se pueden ubicar y dónde no las necesarias infraestructuras. El próximo 7 de octubre más intereses locales se movilizarán para mostrar su rechazo a dos parques eólicos en Las Encartaciones.
Los estudios que se han realizado en otros territorios afectados sugieren que el odio a los molinos en las cercanías no está tan extendido como se cree. Los instrumentos o espacios de participación ciudadana que ayuden a mitigar la falta de información y confianza en las empresas energéticas e instaladoras serán vitales para reducir la probabilidad de rechazo al centenar de macroproyectos que se pondrán en marcha en los próximos años para acelerar la transición energética y cumplir los objetivos de descarbonización en 2030.
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