La advertencia más amenazante viene de Bruselas y se refiere a nuestra contención fiscal, porque quien mande en este país tendrá que recortar 13.000 millones
Artículo publicado en El Correo (09/10/2023)
No puede negarse que la economía española ocupa un puesto excelente, el 16, si nos referimos a la renta agregada producida por el colectivo de los aproximadamente 200 países censados en el planeta.
Pero a la melodía del optimismo citado hay que ponerle una adecuada sordina. Y es que el referido lugar 16, era el 7 antes de la gran crisis de 2008. En la última década, el PIB de España creció un promedio del 0,8% mientras que el de la Unión Europea fue de 1,4% y el PIB per cápita ha progresado en nada, un cero por ciento. Cerró en 2022 con 33.600 dólares, siendo el número 34 del mundo y el 15 de la Unión Europea. Pero en 2002 representaba el 85% de la media europea cuando quinceaños antes suponía el 105% de la misma. El incremento de nuestra productividad en el plazo señalado ha sido famélico. Somos el número 23 en competitividad, pero el primero en paro, duplicando la tasa oficial de la Unión Europea, y arrastramos un paro juvenil del 27%.
Bruselas, el Banco de España y la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), nos anticipan una desaceleración del crecimiento económico para lo que resta de año y una pérdida de dinamismo laboral, mientras la inflación se ceba con la cesta de la compra, el campo está al límite, los visados de obra, la compraventa de viviendas y las hipotecas caen en número, el euríbor cotiza más allá del 4% alejando el acceso a la vivienda de jóvenes y adultos y el Tesoro tiene que pagar el 4% para endeudarse en el mercado de bonos soberanos cuando todavía hace unos meses dominaban los tipos nulos o incluso negativos.
Todos estos, y algunos más son problemas que no se debaten con rigor porque España está paralizada para casi todo, menos para una negociación quimérica del Ejecutivo en funciones con partidos que declaran sin remilgos ser ajenos al desarrollo del país y a su cohesión democrática.
Ahora, la advertencia más amenazante viene de Bruselas y se refiere a nuestra contención fiscal, a la magnitud de nuestro déficit público que está a niveles del 4,8% cuando el umbral requerido es del 3%. Ardua tarea porque el intento coincide con una coyuntura bajista de nuestra economía y quien mande en este país tendrá que recortar 13.000 millones para cumplir con Europa. Es cierto que este año y el siguiente España crecerá por encima de la media europea. Y que la oleada de fondos de recuperación europeos, de haber sido debidamente aprovechados, nos habría situado en una posición confortable. Pero no ha sido el caso. Sánchez vaticinó en 2020 que los fondos europeos aportarían nada menos que un crecimiento del 2,5% al PIB cada año. Un desatino en el cálculo, añadido a la ineficacia de ejecución y la falta de acceso del dinero a la economía real.
Déficit y deuda contienen una información similar. La Autoridad Fiscal (AIReF) prevé que en los próximos años el PIB se estabilice ligeramente por encima del 100% desde su 113% actual. Aun así, un nivel de esa magnitud deja al país en una situación de vulnerabilidad ante una eventual crisis y el servicio de la deuda es gravoso en exceso. Por ello, la AIReF y también el Banco de España piden que se corten las rebajas de impuestos, bonificaciones y abonos sobre la luz, el gas o el transporte, que expiran a final de año, o sea, que se limite el llamado ‘escudo social’ para volver a la disciplina fiscal europea.
A nadie se les escapa que la propuesta además de atizar la inflación sitúa a determinados estratos sociales en una posición vulnerable, en una encrucijada. Las subvenciones suplen a las rentas personales y no puede cuestionarse su bondad durante la crisis. Quizá en su falta de selectividad. Pero han permitido reparar el tejido productivo y preservar el empleo. El importe de las ayudas concedidas desde 2020 asciende a 205.374 millones de euros. Solo las ayudas covid en España alcanzaron los 123.000 millones de euros. Bienvenidas hayan sido.
Como consecuencia, el Gobierno (¿Gobierno?) deberá abordar el dilema en una coyuntura que aún tiene abiertas las heridas de dos shocks descomunales, que nos cogieron enteramente por sorpresa.
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