Artículo publicado en The Conversation (07/11/2023)
El concepto liderazgo está en todas partes. En política, empresa, sociedad, historia… pero, casi siempre, asociado a un individuo –solo uno–, hasta el punto de dividir a las personas entre líderes y seguidores.
La sociedad actual sobrevalora y mitifica el liderazgo individual y no valora suficientemente al equipo y sus integrantes.
Hay múltiples ejemplos de ello en la vida diaria y quizá uno de los más destacables de los últimos tiempos se dio en el Mundial de Fútbol de 2022, “ganado por Messi”.
Pareciera que el resto del equipo se quedó sentado en el banquillo y que todo lo hizo “el Mesías”, o “D10S”, como también se le conoce.
Personajes históricos e ideas sobre liderazgo
Al hablar de liderazgo se suele pensar en grandes personajes históricos, casi siempre hombres, que han cambiado el curso de la historia: Alejandro Magno, Felipe II, Winston Churchill, Napoleón Bonaparte pero obviando lo de que “Napoleón, sin su ejército, era un enano con sombrero”. Por cierto, aquí también hay un mito hábilmente extendido por el ejercito inglés: en realidad, la estatura de Napoleón era superior a la media de su época.
La carga de cultura y conocimiento acumulado que perpetúa el mito del liderazgo es enorme. Baste mencionar a pensadores tan lejanos en el tiempo como Platón que, al revisar los sistemas de gobierno, señala sobre las jerarquías que nadie, sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe y que “incluso en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando”. O Karl Popper, que propuso modelos alternativos de relaciones: “Si queremos que nuestra civilización sobreviva debemos romper con el hábito de reverenciar a los grandes hombres”.
Y es que, en muchos casos, los líderes pueden cometer grandes errores al basar sus decisiones solo en su intuición o en su ego.
De modo similar, ya en el plano de la gestión empresarial, Henry Mintzberg describe esta forma de ver la realidad como “una visión heroica, egocéntrica e individualista del líder” y propone más bien el concepto de comunitazgo. Así, centra el foco en el desarrollo de los equipos y la construcción de comunidades en la empresa.
Por su parte, los chilenos Ximena Dávila y Humberto Maturana plantean que, en el contexto actual, “formas de relaciones humanas como el liderazgo pierden sentido”. Proponen migrar hacia un estilo de gerencia coinspirativa, que permita a las personas ser partícipes activos y creativos de las conversaciones en su organización.
El timo
“La mayoría de los llamados equipos son sólo un conjunto de relaciones individuales con el jefe, en los que cada individuo está compitiendo con los demás por el poder, el prestigio, el reconocimiento y la autonomía personal.
Bajo tales condiciones la unidad de propósito es un mito”
Volviendo a la RAE, la definición que nos da de timar es “engañar a alguien con promesas o esperanzas”.
Sin duda parecerá radical o exagerada la afirmación de que existe un timo en torno al liderazgo. Nuestra intención aquí es resaltar la cantidad de promesas y expectativas que se generan en infinidad de programas de desarrollo de liderazgo bajo la promesa de convertir al participante en líder.
Pongamos el foco en las expectativas: alumnos en las universidades y trabajadores en la empresa a los que se les promete que serán capaces de ser líderes excelentes simplemente por asistir a determinados programas formativos o de desarrollo. Y que solo si aspiran a ser jefes –o ya lo son– pueden y deben ser líderes.
No hace falta abundar en la enorme cantidad de expectativas no cumplidas y las tremendas frustraciones vitales que implica la imposibilidad de pertenecer a la élite del liderazgo o, si ya se es parte de ella, la enorme presión de “estar a la altura” de las esperanzas propias y ajenas en torno al desempeño como líder.
Mejor equipos que líderes
“Las empresas (…) se han esforzado en la selección, desarrollo, formación, motivación y promoción de los individuos; han analizado y debatido sus fortalezas y debilidades y, aún así, todos sabemos que no se puede encontrar al individuo ideal para un trabajo determinado. No se le puede encontrar porque no existe. El instrumento del éxito sostenido y duradero en la gestión no es el individuo, sino el equipo”.
Sir Antony Jay, guionista y creador de la serie británica Sí, Primer Ministro.
Lo que verdaderamente se necesita son equipos sólidos y no líderes individuales.
Imaginemos un equipo en cualquier ámbito: trabajo, deportes, vida personal. Ahora, preguntémonos: ¿quién es el líder de este equipo? En equipos altamente cohesionados y efectivos responder esta pregunta resulta muy difícil. En estos equipos no existe un único líder. Más bien todos los miembros contribuyen al liderazgo de manera sistémica: la esencia, el propósito, la motivación y el saber hacer del equipo está en todos y cada uno de sus integrantes.
Así, casi como por arte de magia deja de ser necesaria la presencia del líder formal: todos y cada uno de los miembros del equipo responden por el fin común y son capaces de enfrentarse a los desafíos, independientemente de que falten o no determinados miembros, incluido el jefe.
Aunque parece imposible una gestión basada en que haya un equipo al frente de todo, sirva como ejemplo la compañía Common Future cuyo CEO son… 3 personas. Tres mujeres de orígenes y culturas diversas, que comparten la responsabilidad de la dirección general la empresa.
Perspectivas y enfoques como este plantean un mundo radicalmente diferente en el ámbito del desarrollo personal y el despliegue del talento.
Despilfarro de talento
Es hora de cuestionar la arraigada creencia en el liderazgo unipersonal y explorar la idea de que la verdadera fuerza para las organizaciones radica en tener equipos en los que cada miembro comparta el propósito, la responsabilidad y el liderazgo del conjunto.
La insistencia en entrenar a las personas para que sean el líder es el reflejo de un modelo muy individualista, muy arraigado en la sociedad. Continuar enseñando y perpetuando esta mentalidad en nuestras familias, escuelas y lugares de trabajo mantiene vivo un mito que no hace sino provocar frustraciones personales y colectivas y un enorme despilfarro de talento.
Así pues, ¡cambiemos el paradigma!
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