El problema que tienen los españoles es que están acostumbrados a que las cosas no funcionen y no les llama la atención», proclama el profesor Fernández Villaverde
Artículo publicado en El Correo (13/11/2023)
Jesús Fernández Villaverde es un reputado economista español, catedrático de Economía en la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos), miembro de la Oficina Americana de Investigación Económica (NBER) y miembro asimismo del Centro de Investigación de Política económica (CEPR). Fernández Villaverde es un crítico mordaz del talante celtibérico, de nuestro repetido ‘¡da igual!’. Lo que la generación del 98 del siglo XIX denunciaba con su ácida melancolía en relación con el triste deambular político de la España de entonces, lo replica ahora Villaverde, a su medida, en lo que concierne a la actitud productiva de los españoles: ramplona y ausente de calidad. O sea, un país con suspenso en productividad. No solo llevamos sin crecer desde mediados de los 90 sino que, en general, funcionamos mal. «En Estados Unidos y otros países europeos las cosas funcionan sin ningún problema y en España no funcionan. El problema que tienen los españoles es que están acostumbrados a que las cosas no funcionen y no les llama la atención», proclamó el docente español, con ocasión de una reciente visita a nuestro país.
La economía crece bien cuando el capital productivo aumenta en forma de inversiones netas sostenidas, pero en la circunstancia hispánica lo hace básicamente debido al aumento en el número de trabajadores ocupados, aprovechando el favorable flujo migratorio. A eso se le llama crecer, no mucho, por la cuantía de los recursos utilizados, sin mejora cualitativa alguna, o muy escasa, en la productividad. De ahí que, lamentablemente, la renta real ‘per cápita’ de los hogares españoles se sitúa en un 0,7% por debajo de la de 2007, el tercer peor país en el ranking de la OCDE, mientras que en el mismo periodo ese indicador ha crecido un 22,1% en el conjunto de la organización que acoge a los países más ricos del planeta.
La lista de los alumnos aventajados está encabezada por Polonia, con un crecimiento del 60,8% desde 2007. Vecinos nuestros como Portugal o Francia han registrado avances del 10,4% y 10,2%, respectivamente, en este indicador que mide la evolución del cociente entre el Producto Interior Bruto (PIB) y el número de familias. Si analizamos la marcha del PIB ‘per cápita’, con relación al número de habitantes y no de hogares, el crecimiento de España desde 2007 ha sido del 3,8%, lo que sitúa a nuestro país como el quinto con un menor crecimiento económico en los últimos 15 años. Nuestro PIB no ha crecido lo suficiente como para que lo hagan también la renta ‘per cápita’ y la productividad, de manera que la brecha con la Unión Europea se ha abierto algo más de lo que ya lo había hecho durante la década anterior a la pandemia. En la tabla comparativa con la zona euro la renta ‘per cápita’ de España está a la misma distancia de la media que en 1975. El país no ha sido capaz de reducir esa diferencia en 48 años. La divergencia que nos dejó la gran crisis de 2008 no solo no se ha corregido, sino que en los últimos cuatro años se ha ampliado ligeramente. Maravilla que en el debate en curso sobre la reducción de la jornada de trabajo se hable de conquistas sociales más que de la capacidad técnica de una empresa o sector concretos, derivada de un posible aumento de su productividad. Una productividad tan esencial como variable económica que es clave en la senda alcista de los salarios, o la posible rebaja de las horas trabajadas.
Cuando al profesor Fernández Villaverde se le pregunta qué reformas introduciría en el país, contesta sin vacilar: «La primera, la educativa, que es la gran asignatura pendiente de la economía española. El sistema educativo es ahora mucho peor que el que teníamos hace 20 años y vamos en descenso. Seguimos sin tener universidades de excelencia a nivel internacional, seguimos sin preparar a los estudiantes para los retos de la economía del siglo XXI, y seguimos teniendo deficiencias en ciencia y tecnología. Además, el problema de las reformas educativas es que llevan mucho tiempo, de modo que si ahora empezamos a formar al estudiante de una manera más sensata desde primero de Primaria hasta que se gradúe van a pasar 20 años, así que cualquier resultado requerirá mucho tiempo». No nos lo pone fácil.
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