Artículo publicado en Deia (22/11/2023)
Aunque le llama sector plural, Henry Mintzberg, el padre de la organización empresarial moderna, titulaba en 2015 en una prestigiosa revista de la Universidad de Stanford un artículo que ya es un clásico con esta afirmación: Time for the Plural Sector.
En él reclama que es el momento para reforzar y desarrollar en todo su enorme potencial el tercer sector o sector non profit porque en las sociedades actuales no hay suficiente equilibrio. En el ámbito norteamericano por el excesivo dominio del sector privado, orientado a la eficiencia, y en los países con una mayor presencia del sector público, orientado a la redistribución y la equidad, por las deficiencias y limitaciones de este. Así, el tercer sector es un agente imprescindible, y su desarrollo hoy, una prioridad para alcanzar equilibrios más sostenibles.
Las entidades non profit –empresas no lucrativas– actúan en muy diversos sectores, de ahí su calificativo de sector plural para este autor, y cuentan con numerosas particularidades respecto a las empresas convencionales. Son organizaciones privadas, surgidas de iniciativas ciudadanas o sociales diversas, en las que su Misión, Visión y Valores contemplan objetivos económicos, pero en mayor medida no económicos, y donde estos segundos se orientan a contribuir a resolver una necesidad social insuficientemente cubierta. También sus grupos de interés son singulares, y en su gestión es especialmente relevante la importancia de la aportación del voluntariado, así como la participación y la satisfacción de las personas usuarias. Y para las personas trabajadoras, es también diferenciado el efecto del salario emocional, en base al sentimiento de aportación por su participación en los impactos sociales obtenidos y su alineación con la Misión, el Propósito, y la propia identidad de la entidad.
Como decimos, el sector privado se centra en la eficiencia y en los resultados económicos, el sector público en la protección, y la justicia y la equidad en la distribución de los recursos, y al tercer sector Mintzberg lo caracteriza por la búsqueda de la calidad. Calidad en su aportación a la comunidad en la que se asientan, y en la que son un factor de cohesión de primer orden. Calidad en el servicio que proveen, con un reto estratégico ineludible en opinión de este referente mundial en temas de estructuras organizacionales: intercooperación entre entidades diferentes y con objetivos diversos, para reforzar el éxito, el peso en la economía agregada, y la capacidad de influencia y empoderamiento, del conjunto del sector.
En línea con este énfasis en la calidad, en la pasada Semana de la Calidad de Euskalit, varios miembros de la Fundación Arizmendiarrieta expusimos, en primicia, un modelo de empresa que llamamos el Modelo Inclusivo Participativo de Empresa –MIPE non profit– dirigido a extender buenas prácticas en entidades o empresas sin ánimo de lucro.
El Modelo Inclusivo Participativo inicial tiene ya bastante recorrido puesto que son ya cinco años desde su aprobación, con rara unanimidad de todos los grupos políticos, por los parlamentos navarro, primero, y poco después de la Comunidad Autónoma Vasca. Ambos parlamentos dirigieron una petición a sus gobiernos para promover y desarrollar este modelo de empresa. El MIPE parte de prácticas cooperativas exitosas, basadas en la participación de las personas, pero también insiste en aspectos como la intercooperación entre entidades diferentes, muy en especial para el desarrollo de nuevas actividades y la innovación. Prácticas exitosas al mejorar la competitividad y favorecer estrategias de largo plazo, y que mejoran también la implicación de las personas y su mayor aportación, y así, su satisfacción. Y ha sido muy significativo su debate, a nivel europeo, el pasado mes de mayo en un seminario en el Parlamento Europeo titulado Hacia un nuevo modelo de empresas en Europa, promovido por la Fundación Arizmendiarrieta.
La versión MIPE non profit recoge una sistemática de gestión que está descrita por personas con mucha experiencia en distintos ámbitos de este sector. Alineada con el modelo de Gestión Avanzada de Euskalit, por supuesto, ya que con Euskalit desarrollamos la versión inicial del MIPE. Y desde la cercanía, los y las partícipes estamos seguros que contribuye a mejorar la competitividad de las empresas con la aplicación de valores y sistemas de gestión que favorecen la implicación de las personas y también la innovación y el éxito empresarial, así como el valor social generado.
Son 4 los ejes en los que se basa:
– Desarrollar prácticas de gestión y de cultura corporativa, basándolas en la confianza, transparencia y cooperación, para su competitividad y sostenibilidad.
– Formular un proyecto compartido por la propiedad, las directivas y profesionales y el resto de personas trabajadoras de la entidad, así como las personas voluntarias y usuarias, beneficioso a largo plazo para todas, y en el que se dé prioridad a la sostenibilidad del proyecto colectivo sobre los intereses de cualquiera de los grupos de interés.
– Avanzar hacia la superación de la dinámica de confrontación entre capital y trabajo mediante la participación de los trabajadores en la gestión y en los resultados.
– Preocupación por el impacto social de las actuaciones de la entidad e implicación en algunos de los problemas sociales del entorno más próximo.
La Fundación Arizmendiarrieta presentó esta metodología, que está a disposición de cualquier interesado en la web de esta Fundación, pero colaboraron y expusieron también sus avances los máximos representantes de varias entidades non profit de primer nivel, comprometidas con este enfoque hacia la calidad y hacia la cooperación dentro de la empresa y entre entidades diversas. Fueron Ignacio Lekumberri de Mutualia, Javier Laiseca de Centro de Formación Somorrostro y Nerea Loizaga de Argia Fundazioa, en nombre de sectores tan diversos como una Mutua colaboradora de la Seguridad Social para ofrecer cobertura sanitaria y gestionar prestaciones económicas, un gran Centro educativo y una Fundación dedicada al acompañamiento a personas con trastorno mental grave.
Volviendo al principio, puede ser el momento de las entidades non profit, lo que las interpela con dos retos. Uno interno, de excelencia y calidad, para el que el modelo MIPE non profit aporta a estas entidades orientaciones, buenas prácticas e incluso medidores de avance. Y otro externo, de cooperación entre ellas para empoderamiento y crecimiento de su peso económico, su aportación de valor y su capacidad de influencia y de tracción sobre el conjunto de la comunidad cercana.
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