Hablar de políticas migratorias es hablar de cómo mejorar la vida de personas, iguales a nosotros, y cuya única diferencia ha sido nacer en un lugar del mundo más pobre
Artículo publicado en El Diario Vasco – edición impresa (28/01/2024)
La inmigración se ha convertido en el tema principal de debate público durante las últimas dos semanas. Esta nueva legislatura española con el Gobierno en minoría hace que el legislativo cobre una importancia fundamental y el debate en torno a cada una de las cuestiones objeto de negociación público. Esto, si es en términos constructivos, no puede ser más que positivo para la opinión pública. Sin embargo, el tinte del debate migratorio está poniendo en el centro muchos elementos negativos vinculados con expulsiones, agresiones y delincuencia, olvidando el objetivo fundamental: la inclusión y acogida.
Hace un mes presentamos un estudio en el que las compañeras del área de Trabajo social que formamos parte del equipo Deusto Valores Sociales tuvimos la oportunidad de sistematizar el modelo de acogida comunitaria de entidades sociales como Fundación Ellacuría o LoiolaEtxea, entre otras. Este proceso fue una oportunidad de debatir no tanto sobre los límites de la competencia, como se está haciendo estos días, sino sobre el para qué queremos esa competencia. El verdadero objetivo de la asunción de la competencia debe ser construir un verdadero modelo de acogida para las personas y familias que vienen a Euskadi en búsqueda de mejor vida.
El modelo de acogida que hemos analizado tiene como objetivo acompañar a las personas a construir su proyecto de vida. Para ello, su característica principal es que no se basa únicamente en la interacción entre las personas y el equipo profesional, sino que incorpora a un tercer elemento fundamental: la comunidad. Así, si lo tuviéramos que expresar gráficamente, el modelo es un triángulo en el que se construyen relaciones entre personas y equipo profesional; entre personas y comunidad y entre comunidad y equipo profesional. Hay comunidades que ya existen antes de que estas personas lleguen. Son comunidades de espera. Sin embargo, en muchas ocasiones es necesario crear el tejido comunitario para posibilitar una buena acogida a las personas y familias: son las comunidades que se generan. La comunidad, el barrio, las familias, son el elemento diferencial que permite una inclusión en el territorio, el elemento distintivo y propio de las entidades sociales.
Todo lo que sucede a partir de las interacciones entre las personas, la comunidad y el equipo profesional genera nuevas oportunidades en el espacio imaginario interior del triángulo. Estas oportunidades pueden ser relacionales, de ampliación de red, para las personas y familias en tránsito, que han tenido que dejar atrás duras situaciones vitales. Pueden ser también oportunidades de mejora de las condiciones de vida y acceso a derechos. Son oportunidades que transforman vidas y miradas de todas las personas implicadas en dichos procesos.
Es importante, imprescindible, que cada territorio pueda dibujar el modelo de acogida que mejor se adapta a sus necesidades. En Euskadi, la relación y la permeabilidad entre el tejido institucional y el tercer sector es grande y las posibilidades de diseño y trabajo conjunto, amplias. No sucede así en todos los lugares del Estado. Esto es consecuencia de una forma de hacer, de una cultura política e institucional concreta. También de una voluntad política y técnica, que ha ido dando forma a una perspectiva concreta. Por eso es imprescindible contar con la competencia propia en inmigración, porque es fundamental seguir ayudando a dar forma desde esta cultura política concreta a modelos de acogida que den respuesta a las necesidades concretas de las personas. No porque haya que definir las fronteras de una forma u otra (este es otro debate) sino porque es imprescindible definir las políticas a través de las que se trabaja la acogida, la comunidad, el territorio.
‘Vidas acompañando vidas’ es el título y el fondo del documento de sistematización del modelo de acogida de las entidades analizadas, todas parte de la red del Servicio Jesuita de Migraciones. Y no es un título casual. Ocurre muchas veces, y es especialmente notorio al hablar de políticas migratorias, que tendemos a deshumanizar el debate. Intentamos olvidar que, en realidad, estamos hablando de personas. Personas iguales que nosotros y nosotras cuya única diferencia ha sido nacer en otro lugar del mundo, más pobre, más desigual, más injusto. Personas cuyo único objetivo en la vida, igual que el nuestro, es mejorar su perspectiva vital para ellas mismas y para sus descendientes. Son vidas que necesitan el acompañamiento de otras vidas para retejer redes que se han roto. Para reemprender proyectos. Para seguir para adelante. Son vidas que en algún momento son acompañadas y en otros ser convierten en acompañantes, como sucede siempre en la vida con los momentos de vulnerabilidad y cuidado, por los que vamos transitando a veces en un lado, a veces en otro.
Hablar de competencias y políticas públicas no es hablar en etéreo, en frío, de niveles institucionales invisibles y perspectivas lejanas. Es hablar de cómo se mejora la vida de las personas, de cómo hacemos para que ésta pueda ser, día a día, un poco mejor. Es hablar del modelo de acogida comunitaria, de construir sociedad, de construir cohesión social. Hablar de inmigración es hablar de vidas acompañando vidas, para hacerlas mejores, con esperanza y futuro.
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