Artículo publicado en La Razón – edición online (21/01/2024) | José Beltrán.
El imaginario colectivo sobre el perfil de un teólogo, si es que lo hubiera, pasa por esbozar la efigie algo pálida de un varón, clérigo, metido en años, ratón de biblioteca y que literalmente sabe latín, además de ser capaz de recitar los versículos del Pentateuco vinculándolos con la exégesis que Santo Tomás de Aquino realiza sobre el Hexamerón. Pero, de repente, entra por la puerta Inés Fernández de Gamboa y rompe sin buscarlo con cualquier esquema preconcebido. Madrileña de 33 años, más que preparada pero hablando en cristiano sin ambages y con un lenguaje alérgico a la naftalina. Aderezado con «look» casual bohemio que borra todo atisbo de ser una «raruna». Y, sobre todo, abordando esta teología de calle y no de abstracciones, la que vincula a Dios con lo cotidiano. Quizá por eso esta investigadora se ha alzado con el VI Premio de Ensayo Teológico Joven PPC, que ha reconocido su obra «Guiados por el Espíritu». Con este trabajo busca qué hay detrás de prácticas de interioridad de moda como el mindfulness, el yoga, el esoterismo o la New Age para «desentrañar la manera en que la espiritualidad cristiana se entrelaza o desvincula».
En medio de una sociedad secularizada, donde se abandona la vivencia religiosa y más aún la vinculada a la Iglesia como institución, pero en la que el común de los mortales se pregunta por el sentido de la vida para elaborar una especie de religión «a la carta», tal y como alerta Inés: «No podemos disociarnos y parcelar lo que somos». «Este estudio surge desde mi experiencia pastoral. Es un tema que me inquietaba y quería dar visibilidad. He conocido a mucha gente insatisfecha que estaba buscando con sinceridad y haciéndose preguntas, pero no sabía encaminar esa reflexión y acaba enredándose en un consumismo espiritual». «El mal espíritu, esto es, el demonio, se puede colar por aquí como capa de bien y tenemos la responsabilidad de formarnos para ejercer un discernimiento en libertad y con argumentos».
Por eso se lanzó como investigadora a desenmarañar esta madeja: «La práctica del mindfulness desde una perspectiva cristiana puede ampliar nuestro sentido de conciencia y apertura a la presencia de Dios. A mí me ha ayudado, pero corre el riesgo de acabar ocupando el lugar de la fe». Y añade: «La pregunta es si estamos utilizando el mindfulness como un fin en sí mismo o como un medio para acercarnos a Dios y vivir nuestros valores más coherentemente», alerta.
Con relación al yoga, se remite al pronunciamiento ya emitido por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que «invita a un discernimiento cuidadoso al incorporar elementos de esta práctica no cristiana». «Por eso, más que rechazo, es una llamada a la cautela, para que nuestra relación con Dios no se desvirtúe», deja caer. A lo que no da tregua alguna la docente premiada es a la llamada New Age, que para ella «tiende a ver a Dios como una energía impersonal, una fuerza cósmica…». De la misma manera, advierte de cómo el tradicionalismo, la milagrería y las revelaciones apocalípticas «pueden llevar a peligros cuando se desvían hacia el esoterismo o la manipulación de la fe».
Frente a esta tendencia, subraya cómo «la fe cristiana afirma la existencia de un Dios personal que se revela a través de su Palabra y la encarnación de Jesucristo». Es más, en su ensayo, a la vez que desenmascarar las fronteras de estas prácticas, profundiza en cómo «la espiritualidad cristiana está encarnada» y «busca la integración de toda la persona»: «Jesús de Nazaret proporciona un marco sólido para abordar los desafíos éticos, morales y existenciales de nuestro tiempo».
Preocupada por la oleada de cursos y sesiones de interioridad en los colegios con niños y adolescentes desde su empeño en que la teología tenga una aplicación en el día a día, alerta al profesorado y a las familias de «si no sabemos afrontarlo con criterio, podemos encontrarnos que potenciamos una interioridad vacía, en la que hacemos silencio solo para conectar con nosotros mismos». García de Gamboa sabe de lo que se habla: «El Papa Francisco nos habla de dos formas de herejía que están presentes hoy con rostros nuevos. El gnosticismo se palpa en la New Age y el pelagianismo se manifiesta en posturas más tradicionalistas que se atrincheran para dar una aparente seguridad y se olvidan de que el Señor nos envía a obrar en espíritu y en verdad, a vivir con libertad nuestra fe como hijos y no como esclavos. ¿El antídoto? «Una espiritualidad equilibrada, superando estructuras que nos atan y nos aprisionan», sostiene.
Y lo hace, con el aval de haber rematado sus estudios sobre la llamada «ciencia de Dios» en la Universidad de Deusto de Bilbao que comenzó en la Gregoriana de Roma. «Soy teóloga por vocación y el Señor me lo ha ido confirmando. Decidí estudiar teología por inquietud personal, tenía sed de más y en la teología he encontrado respuestas», explica. A la vez, no duda en reconocer lo mucho que las mujeres pueden aportar a una disciplina históricamente topada por hombres. «Nosotras podemos hacer una hermenéutica de la Sagrada Escritura con sensibilidad, ternura, maternidad, calidez…».
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