Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra – edición impresa y online (07/02/2024)
Con este título, poco después del 15 aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, hemos participado en una mesa redonda en la sede de Ekonomistak, el Colegio vasco de Economistas. Los tres ponentes contamos con una larga experiencia en banca y muy diferentes enfoques. Jose Luis Alzola, con un planteamiento muy macro en sus análisis, experiencia en la gran banca nacional, incluido el Banco de España, y sobre todo una larga carrera profesional en la banca internacional; Jose Angel Moreno, miembro muy activo de Economistas sin Fronteras y Plataforma por la Democracia, después de una dilatada experiencia en el mundo de la Responsabilidad Social en BBVA; y yo mismo, Jon Emaldi, con 35 años de trabajo en la banca cooperativa de Laboral kutxa.
El momento es muy oportuno: tras el cataclismo que supuso la crisis financiera mundial de 2008 que se inició en la banca pero que provocó una crisis económica global solo comparable a la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado, no se esperaba que volvieran a darse crisis bancarias entre los bancos comerciales después del refuerzo de la regulación y la supervisión de los últimos años. El propio Fondo Monetario Internacional, en su informe de enero, identificaba que seguían existiendo riesgos elevados, pero los situaba en lo que antes se llamaba la banca en la sombra, o sea fondos de pensiones, fondos de inversión, gestoras de patrimonios, en general entidades financieras no reguladas. Sin embargo, en busca del beneficio inmediato, se siguen minusvalorando de forma sistemática los riesgos y no se supera el cortoplacismo en la gestión empresarial, de modo que este año 2023 tanto en EUU como en Europa los bancos (Silicon Valley, Signature Bank, Credit Suisse, …) en los que se han dado auténticos pánicos, con retiradas masivas de depósitos, han sido bancos comerciales, dándose estos incidentes en bancos altamente regulados.
El ciclo financiero exacerba las fluctuaciones del ciclo económico y los ciclos financieros se han agudizado en los últimos 50 años. Se ha multiplicado el endeudamiento y el apalancamiento, en especial en el sector bancario, pero también en otros sectores, como fue el caso español con el boom del crédito hacia el sector inmobiliario, tanto las hipotecas para compra de vivienda de los ciudadanos como la financiación a los constructores.
La regulación bancaria, con retrasos, va avanzando y ahora se orienta hacia lo macroprudencial, hacia el control de las variables macroeconómicas y monetarias, pero sin embargo no se constata que el control de la inflación y de las variables monetarias en general permita controlar suficientemente los riesgos hacia crisis financieras y bancarias.
¿Se puede hacer algo más para reducir estos riesgos?
Además de la regulación bancaria, sin duda imprescindible, es también importante impulsar cambios de los comportamientos de la ciudadanía. Unos comportamientos de más austeridad, primando el ahorro sobre el gasto inmediato alimentado con endeudamiento. El ahorro no tiene el efecto de apoyo al crecimiento a corto plazo que aportan el endeudamiento y las facilidades crediticias, pero apoya la sostenibilidad y el desarrollo a largo plazo. La historia de la crisis financiera en España es clara: la crisis se llevó por delante el conjunto de las cajas de ahorro (las cajas que navegaron la crisis sin problemas mayores son las menos, pero no podemos dejar de citar las cajas vascas como unas de las pocas exitosas) porque estaban financiando una enorme burbuja de la construcción y de la compra de viviendas con dinero que no tenían. En efecto, el 40% de los fondos que en conjunto se prestaron estos años procedían de entidades financieras internacionales. Lógicamente, cuando se produce un pánico bancario global, esos bancos y entidades financieras internacionales cortan de repente su financiación hacia las cajas, a la vez que el frenazo de la burbuja inmobiliaria estatal eleva los impagos. Lo relevante es que a nadie le preocupaba el endeudamiento de consumidores, empresas y bancos, sólo preocupaba el endeudamiento del sector público que era muy bajo durante los años del desarrollismo previo a 2008.
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Sin duda el empuje de los ámbitos más concienciados, y actividades de difusión como esta rueda de prensa organizada por el Colegio Vasco de Economistas son importantes para cambiar percepciones, pero el cambio en los comportamientos sociales es, y seguirá siendo, lento.
El otro ámbito sobre el que actuar es los cambios en los comportamientos dentro de las entidades bancarias. Cambio de prioridades ligados a control de riesgos y a equilibrio entre los intereses de los grupos de interés, o gestión por valores poniendo a las personas en el centro, son conceptos teóricamente compartidos. Ahora bien, las soluciones para implantarlos son diferentes, pero exigen actuar sobre elementos organizativos.
Una línea posible es la de los Comités de Ética que monitorizan las políticas, e incluso algunas decisiones operativas, en base a su coherencia con las estrategias, el propósito y los valores declarados del banco. Incorporando para ello las opiniones de personas externas e independientes y buscando su encaje con la toma de decisiones en los Consejos de Administración.
Otra es la apuesta por la participación de las personas con un doble objetivo. Por un lado empoderarles, de modo que se permita a los trabajadores del conocimiento una mayor capacidad de decisión en sus contenidos personales y en los de sus equipos de trabajo y de proyecto. Pero, además, su participación en los órganos corporativos aporta tanto una elevada profesionalidad en la gobernanza como un mayor enfoque hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental, y hacia la importancia de la igualdad y la inclusión.
Dos referencias respecto a esta segunda línea. Por un lado, la Resolución del Parlamento Europeo de 16/12/2021 sobre la democracia en el trabajo: un marco europeo para los derechos de participación de los trabajadores, que recoge estos conceptos, y que sitúa su ambición en que los Estados miembros establezcan las condiciones y requisitos necesarios para que al menos el 80% de las empresas estén cubiertas por acuerdos de gobierno corporativo sostenible de aquí a 2030, incluyendo estrategias acordadas con los trabajadores con el fin de influir positivamente en el desarrollo ambiental, social y económico mediante prácticas de gobierno corporativo participativas.
En segundo lugar, las concreciones de buenas prácticas, herramientas de gestión e indicadores de avance que desarrollan modelos de empresa como el MIPE – Modelo de Empresa Inclusivo y Participativo aprobado por unanimidad ya hace 5 años por los parlamentos navarro y de la Comunidad Autónoma Vasca y que, de la mano de Euskalit y en paralelo con su modelo de Gestión Avanzada, venimos difundiendo en la Fundación Arizmendiarrieta, adaptándolo a condicionantes y sectores de actividad diferentes. Que por supuesto están disponibles para su utilización por cualquier persona y empresa interesada. Orientado a construir empresas más competitivas, a la vez que más humanas, en las que las personas trabajadoras aporten un mayor valor añadido y reciban una mayor satisfacción.
No hay recetas, sí líneas de mejora, pero estos caminos no son fáciles. Implantar una cultura bancaria diferente quiere decir unos comportamientos de los bancos menos cortoplacistas, más segurolas, más orientados a la clientela, pero integrando sus intereses en la estrategia. Unos comportamientos innovadores y abiertos a criterios de relevancia creciente como la igualdad entre sexos, la inclusión, o el efecto medioambiental de las decisiones de inversión, … exigen cambios organizativos y cambios en las relaciones de poder dentro de la empresa. Como siempre, los que se adelantan a los acontecimientos ven en estas nuevas exigencias oportunidades. Pero si el conjunto de los bancos se resisten y plantean lo que los anglosajones llaman business as usual en lugar de avanzar en incorporar cambios en su gobernanza y en las relaciones de poder, parece difícil evitar nuevos incidentes, aislados o más generalizados. Y sin cambios parece también difícil mejorar los problemas de reputación corporativa de la banca, hoy bajo mínimos.
El autor es profesor de Finanzas en DBS – Deusto Business School, socio de Laboral Kutxa y miembro de Fundación Arizmendiarrieta. Autor de ‘Banking and financial crises. Can a never-ending story change?’. 2021.
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