Pasada la marejada electoral podremos empezar a visualizar horizontes de colaboración que permitan dibujar más consensos en la agenda social
Artículo publicado en El Diario Vasco (03/03/2024)
Después de meses de dimes y diretes, de especulaciones y rumores, estamos ya más cerca de las elecciones al Parlamento de la Comunidad Autónoma de Euskadi. Convocadas por el Lehendakari, el próximo 21 de abril elegiremos las personas que nos representarán y decidirán el próximo gobierno, en la contienda más reñida de los últimos años. Si hacemos caso a lo que dicen las encuestas, los dos principales partidos, PNV y EH Bildu, se encuentran en un puñado de votos y el factor determinante que puede jugar el tercero, el PSE-EE, puede llegar a ser fundamental. Todo parece indicar que la campaña que ya comienza se va a desarrollar en otras magnitudes. La sociedad vasca está asistiendo con calma, pero sin pausa, a un cambio de prioridades en la agenda pública. Todas las citas electorales sucedidas después del alto el fuego definitivo de ETA (2012, 2016, 2020) han ido dejando emerger una agenda de carácter mucho más social, que se ha hecho presente en el día a día del debate político de la sociedad vasca. Si en las elecciones de 2012 la prioridad giraba en torno a cómo salir de la crisis y las recetas para conseguirlo, la cita de 2016 empezaba a dibujar el escenario de otro modelo social, escenario que estaba ya en el centro del debate público en la cita electoral pandémica de 2020.
Más allá de las propias convocatorias electorales, los últimos años han demostrado que la agenda social pesa e importa. Según datos del último DeustoBarómetro (diciembre de 2023) la situación del sistema de salud era una preocupación para el 41% de la población, situándose como el segundo problema más importante justo después de la subida de precios. Los recortes en los servicios públicos (20%), la situación económica (15%), la inmigración (14%) la vivienda (13%) o las desigualdes sociales (12%) son otros problemas de índole social que, aunque a distancia del anterior, también refuerzan la importancia que las políticas sociales, las que se hacen y las que no se hacen tienen en la sociedad vasca actual.
¿Significa esto que Euskadi ha dejado de un día para otro de estar preocupada por su identidad? ¿Significa que la sociedad que se acostó sujeto nacional se ha levantado ya sin conciencia de serlo? Ni mucho menos. La foto fija que se repite elección tras elección, la que podemos observar en todos los espacios de representación, desde el Parlamento hasta el último de los Ayuntamientos da fe de cuál es la realidad y el mensaje de los principales partidos políticos. Pero es innegable que el debate público ha dado un giro hacia un componente mucho más social.
Esta última legislatura ha estado singularmente marcada por los debates sociales. Ha sido, no cabe duda, la legislatura del debate educativo. Se ha aprobado una nueva ley de educación precedida de amplios consensos (aunque no todos sobrevivieran finalmente) y la movilización social en torno a los modelos educativos, los de titularidad y los lingüísticos, ha sido amplia. El último pleno del Parlamento Vasco nos ha permitido observar una cuasiunanimidad en torno a las leyes de Cooperación, de Infancia y Adolescencia y de reforma de la Ley ‘trans’. En el camino, y como consecuencia de la pandemia y el empuje del movimiento feminista (con sendas convocatorias de huelga de por medio) el debate en torno a los cuidados comienza a tomar cuerpo en el horizonte. También se ha hablado de emancipación, de personas jóvenes y de natalidad y conciliación. Ha sido una legislatura con amplia y marcada agenda social. ¿Lo será también la campaña que oficialmente está a punto de comenzar?
Si observamos en un primer vistazo el perfil de los principales candidatos, ninguno tiene un perfil estrechamente ligado a temáticas de índole social. Su formación, trayectoria y prioridades hasta la fecha apunta a otros sectores como ámbitos principales de estudio e incluso, en algunos casos, de publicación. Sin embargo, probablemente a ninguno se le escape que el discurso y el posicionamiento en políticas sociales, en la agenda social, será clave no sólo durante la campaña, también en la legislatura que comenzará este mismo año. Habrá que examinar los mensajes, los actos y sobre todo los gestos de la campaña para ver cómo se va concretando esta posibilidad.
Es muy posible que la legislatura ‘educativa’ pueda dar paso a la legislatura de los cuidados, en la que se puedan fraguar grandes consensos políticos en torno a un tema nuclear ya en la agenda política. Es cierto que en este momento esta afirmación responde más a un desiderátum que a una realidad constatable. Pero no me cabe duda de que pasada la marejada electoral podremos empezar a visualizar horizontes de colaboración que permitan dibujar más consensos en la agenda social y, por lo tanto, en el ámbito de los cuidados.
En la segunda mitad del siglo XX, la construcción del Estado de Bienestar supuso garantizar el acceso a la educación, la salud y las pensiones para todas las personas, como elementos claves de su ciudadanía. Pasado ya el primer cuarto del siglo XXI, los derechos sociales no se entienden si no se completan con el derecho a los cuidados y la configuración de un sistema que los garantice. Lo escucharemos, seguro, en campaña porque con toda seguridad estas elecciones y la legislatura que empiece serán las de los derechos sociales.
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