Artículo publicado en El Correo (24/04/2024)
La ciudadanía vasca ha votado y los resultados, a la espera del voto de residentes en el extranjero, son los que son, aceptémoslo. Después de la resaca electoral estamos en este tiempo, como decía San Agustín, en el que el pasado ya no es y el futuro no es todavía. Y no lo es porque existe un tiempo, tan previsible como incierto, hasta que se celebre la sesión de investidura del próximo lehendakari.
Todos los indicadores apuestan por una reedición del pacto entre PNV y PSE-EE, quizás con una presencia reforzada de los de Eneko Andueza. Es evidente que las cuentas salen, incluso el propio Pello Otxandiano lo da por hecho, aun así me parece un tanto impostada la exultante alegría mostrada por todos los candidatos que han subido en número de votos, y creo que en su fuero interno, todos, incluso EH Bildu ante el vértigo de gobernar, están preocupados. El PNV de Imanol Pradales, pues, salvo en su origen bizkaitarra, su pérdida de fuerza es más que evidente. El PSE-EE de Andueza se ve reforzado en el corto plazo, pero su potencial a futuro pudiera estar condicionado por la izquierda independentista, con la que existe una relación bidireccional, en términos de beneficio, tanto en Madrid como en Navarra. El PP evidencia cierto músculo en Álava, lógico pues Javier de Andrés es muy conocido, yo diría que apreciado, en su tierra; pero los resultados no le permiten ser una opción más relevante, menos al no conseguir la desaparición de Vox.
Así las cosas, hoy no vislumbro ninguna revolución, ningún golpe de timón, ningún ‘sorpasso’ y, tampoco, ningún tipo de hecatombe. Quiero decir con esto que los cuatro próximos años serán definitivos para confirmar si se produce el tan anunciado cambio de ciclo o no. La gestión va a ser hasta 2028 fundamental y para ello el PNV deberá de hacer una reflexión mucho más profunda que la realizada hasta ahora, pues tan sólo desde la autocrítica podrá revertir las tendencias advertidas. Mucho voto joven hacia EH Bildu lo ha sido contra el amiguismo, la corrupción o la supuesta desidia por mantener lo público. Sin embargo el partido cuenta con uno de los candidatos más jóvenes, Joseba Díez Antxustegi, que manifiesta una buena preparación y una frescura más que apreciada en política. Será con políticos jóvenes como él, capaces de hablar con los de otros partidos, desde donde se puede recuperar ese segmento de voto.
Y es que el voto joven se dirige a los de Otxandiano no porque Vasconia sea hoy más independentista, sino porque manifiestan así su descontento con los dirigentes. Se podría decir como Woody Allen que «lo que más odian es que les pidan perdón antes de pisarlos». Valoran que en Bildu no hay casos de corrupción, y no conocen que en sus filas militan personas que fomentaron la mayor corrupción económica y ética que haya sufrido este país en siglos. Quizá consideren, en una sociedad cada vez más diversa, que la doctrina jeltzale está marcada desde sus orígenes por ciertos tics racistas y clasistas, quizá muchos se sientan ciudadanos de segunda frente a los «vascos de primera» que acceden a los puestos de gestión, poder y estatus. Y de nuevo obvian que su voto es recibido por quienes con tanta saña combatieron al diferente, incluso eliminandolo físicamente. Si quieren recuperar la confianza es ahí donde hay que trabajar.
Parafraseando a la escritora británica Zadie Smith reconozcamos que «el futuro es otro país y aún no tenemos ese pasaporte». Quedan cuatro años, el futuro no es todavía.
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