Artículo publicado en El Correo (21/06/2024)
Lo diré claramente: la supervivencia de Europa no está garantizada, ni la de Euskadi. Tenemos que ganar esa supervivencia día a día. Paso a paso, decisión por decisión». Estas palabras del nuevo lehendakari, Imanol Pradales, muestran con crudo realismo cómo la incertidumbre será lo que marcará sus próximos cuatro años. Los gobernantes de este siglo están acumulando un caudal de impotencia para planificar y decidir sobre el futuro por la sucesión de shocks globales no controlados ya sean del tipo financiero, pandémico, energético, bélicos o geopolíticos. Con la boca pequeña se habla de aprovechar las crisis como oportunidades, pero al mismo tiempo nos colocan lo pequeño que queda un gobierno autonómico vasco para vender ambiciones en el actual contexto global.
El nuevo Gobierno se propone como una continuidad del refugio socialdemócrata anclado en la colaboración público-privada para seguir desarrollando los retos del país. El programa de gobierno de PNV y PSE está atravesado por la igualdad en casi todas sus páginas. Se menciona 55 veces. La libertad tan solo se menciona 2 veces, una para hablar de los presos como personas privadas de libertad y otra vez referida a la libertad de cada partido para defender sus postulados en relación al autogobierno. Por otro lado, las empresas están citadas en 121 propuestas y los trabajadores/trabajadoras en 17. Esto es lo que significa un acuerdo entre diferentes que amplía la base social de su representación. Como novedad dentro del capítulo de los retos de la igualdad se refuerza el énfasis en lo intergeneracional, tanto en el acuerdo de gobierno como en el discurso de investi dura de Imanol Pradales. Aparece hasta 7 veces en el acuerdo PNV-PSE en ámbitos tan distintos como el empleo, la convivencia y derechos humanos y la vivienda. Se comparte un enfoque en el que la culpa de los salarios bajos de los jóvenes no la tienen las pensiones.
Imanol Pradales ha elegido empezar su liderazgo institucional mucho más cerca de Iñigo Urkullu que del lehendakari Ibarretxe. No ha buscado unir su liderazgo a un proyecto de construcción nacional, ni a generar falsas expectativas sobre un nuevo estatus. Este campo lo vuelve a acotar al ámbito de los partidos y el Parlamento. En cambio, sí que se ha hecho cargo de algunos retos sobre los que tiene una percepción negativa la opinión pública como la calidad de Osakidetza, el problema del acceso a la vivienda o la emancipación tardía de los jóvenes. Tiene cuatro años para generar resultados que le permitan renovar la confianza en las urnas. Esta legislatura va a ser más difícil para el nuevo Gobierno vasco a pesar de su mayoría absoluta, no por la incertidumbre crónica sobre los problemas fuera de control que todavía desconocemos, sino porque será la primera vez que habrá una alternativa viable como referente en la oposición. Y esta es una presión adicional para hacer las cosas bien. EH Bildu no solo controlará y fiscalizará la acción de gobierno, sino que seguirá trabajando para ser el relevo natural dentro de cuatro años si este Gobierno no acierta en algunos cambios que espera la ciudadanía.
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