Artículo publicado en Deia (30/06/2024)
Amin Maalouf se hizo conocido entre nosotros por su novela León el Africano. Luego vinieron otras que compartían ciertos elementos que marcan su trayectoria de novelista: la mezcla de la novela histórica con la reflexión política y filosófica sobre nuestras civilizaciones. Como autor franco libanés, la atención a las historias que definen la relación entre oriente y occidente, entre el mundo musulmán y el mundo cristiano, ha sido una de sus constantes.
Luego descubrimos a Maalouf como ensayista en Identidades Asesinas. Fue un libro muy sonado cuando, con el cambio de siglo, necesitábamos respuestas para entender un mundo al que aparentemente se le ofrecía una oportunidad para la paz y, sin embargo, insistía en la maldición de la violencia, los odios y las guerras. Necesitábamos preguntarnos, más allá de las particularidades de cada conflicto, por las razones profundas que nos llevan a la violencia. Para Maalouf, nacido y criado en el Líbano, la violencia política asociada a las identidades culturales, religiosas o políticas no era un fenómeno nuevo.
Luego vinieron otros libros. Orígenes era una reflexión sobre las identidades, las pertenencias, los afectos y la política. Más tarde Maalouf se embarcó en la tarea de pensar las razones de los conflictos de nuestro mundo y el futuro de nuestra convivencia global. Sus libros El desajuste del mundo y El naufragio de las civilizaciones son obras de referencia para todo interesado en relaciones internacionales, política internacional, historia o, dicho de una forma más llana, interesado en comprender el mundo que vivimos. Ambos libros están en el listado de obras recomendadas que a inicio de cada año facilito a mis alumnos de relaciones internacionales.
Maalouf ha publicado este año un nuevo libro tan ambicioso, tan logrado y tan necesario como cualquiera de los mejores de su cuenta. Se titula El laberinto de los extraviados. Occidente y sus adversarios (Alianza, 2024). Maalouf se pregunta: “¿de verdad lo que estamos viendo en la actualidad es el declive de Occidente?”. Fiel a su estilo, al autor se remite a la perspectiva más amplia de la historia y estudia la evolución, en el tiempo y en las mentalidades, de las rivalidades y conflictos. Reflexiona sobre lo que supuso para el orden internacional establecido la emergencia (o resurgimiento) en distintos momentos durante los dos últimos siglos de grandes civilizaciones, pueblos o corrientes que desafiaron (o ampliaron) la omnipresencia de occidente. Maalouf se centra esta vez en Japón, Rusia, China y los Estados Unidos. El juego de estos cuatro actores que se entrelazan y se separan, que conviven y se retan, que compiten, luchan o colaboran según el momento, compone una complejísima coreografía, difícil de desentrañar, que Maalouf ejecuta con maestría.
El amor-odio, la repulsa pero al tiempo atracción de lo occidental para muchos pueblos, ese espejo de rechazo profundo pero, también de algún modo y a su pesar, de aspiración o cuando menos necesaria referencia, los impactos profundos del colonialismo y tantos otros temas enriquecen el camino. En un libro que se lee con el placer de la novela y con el aprovechamiento del mejor ensayo o libro de historia o relaciones internacionales.
Amin Maalouf, humanista, hombre de paz y a favor del entendimiento entre diferentes, no cree que ninguna de las potencias hoy en liza “pueda conducir a la humanidad fuera del laberinto en el que anda perdida”. Las luchas de hegemonías, potencias y propuestas podrían, dice el Maalouf más optimista, si se resolvieran sin traernos ahora mayor oscuridad, darnos una oportunidad para reconocer que estamos extraviados, primer paso necesario para salir juntos del laberinto.
Mis alumnos tienen para el próximo curso un nuevo libro en su listado de recomendaciones. Y ustedes, si me permiten la sugerencia, una nueva propuesta para sus lecturas veraniegas.
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