Regresar con una actitud humilde reforzará su liderazgo.
Artículo publicado en Expansión (02/09/2024)
Septiembre es un mes de ruptura, de reflexión, de despedida y cierre, de despertador y fotos de un verano que se aleja. Septiembre es preparar mochilas, carteras, armarios y mente; ordenar intenciones y tomar decisiones. Es la vuelta al cole y también el regreso a unos buenos propósitos que intentamos retomar con la angustia de ir con retraso, pero nunca es tarde si la dicha es buena.
Tras un verano en el que la gente ha querido vivir, atesorar momentos, historias, fotos, risas¿ Y en el que se han registrado máximos históricos en ocupación hotelera y precios que asumimos con la resignación de quien parece que ha entendido que la vida no va de tener sino de sentir, debemos poner el foco en el trabajo. Pero cada vez más sabemos que hay que cuidar del bienestar, algo que debe ser un imperativo en las organizaciones y en la propia sociedad que asiste atónita a los datos de infelicidad, estrés, desapego y tristeza en las empresas.
Según el informe de Gallup State of the Global Workplace, que analiza el compromiso laboral a nivel mundial, hay una alarmante tendencia: el bienestar mental de las personas ha empeorado mucho en la última década. Más personas que nunca reportan sentir ira, estrés, ansiedad o preocupación. El 25% de los empleados se siente triste a diario, el 36% experimenta estrés cada día, y un 22% sufre ira por su trabajo.
Este septiembre nos trae deberes de autocuidado, y deberes también a las organizaciones y sus líderes. Las personas que lideran equipos no pueden volver a la rutina, a lo de antes, a lo de siempre, porque estamos en otro momento y en otro tiempo. Cantaba Tina Turner aquello de we don’t need another hero. Y es que, efectivamente, no buscamos héroes ni heroínas que nos salven de nada; no necesitamos carisma de pose y de fachada; sino personas íntegras, con un compromiso genuino con el bienestar común y la salud mental y con una mezcla de humildad, determinación, vulnerabilidad y resistencia.
Esfuezo y humildad
En el libro Good to Great, el profesor Jim Collins y su equipo de investigadores exploran la transformación de las empresas hacia la excelencia. En el análisis, detectan un rasgo distintivo en sus líderes: la combinación de esfuerzo y voluntad con humildad de carácter personal. El hecho de que se haya demostrado que el liderazgo humilde mejora el bienestar parece un elemento clave para hacerse preguntas. La humildad puede ser una fortaleza en el liderazgo y en el ámbito profesional, a pesar del estigma que la rodea de buenismo o debilidad. Los líderes humildes no solo mejoran el rendimiento y bienestar de sus equipos, sino que también fomentan una cultura organizacional positiva y benefician a todo el ecosistema de la empresa. Collins enfatiza que no es el carisma, sino esta combinación de determinación y humildad lo que define el tipo de liderazgo que lleva a las organizaciones de ser buenas a dar el paso más allá. Tras una intensa investigación, Collins afirma: «Nos quedamos sorprendidos cuando descubrimos el tipo de liderazgo que se necesita para llevar a la excelencia a una empresa. A diferencia de los líderes de altos perfiles y personalidades apabullantes que han inspirado tantos titulares y se han hecho famosos, los líderes de las empresas que han logrado sobresalir parecen haber venido de Marte. Son personas modestas, tranquilas, reservadas e incluso tímidas; son líderes que combinan la modestia y la humildad extrema con una intensa determinación».
En la búsqueda continua del liderazgo perfecto olvidamos lo esencial, y es que el líder debe enfrentarse al espejo del ego, como en el retrato de Dorian Gray, que guardaba su juventud y belleza en una imagen que absorbía las huellas de su alma corrompida, las personas que lideran deben confrontar las sombras de su propia ambición, de celos que no dejan avanzar, de querer brillar más que los demás, de la vanidad indomable, de la ausencia de escucha, de la falta de humildad. El liderazgo implica mirarse en su propio retrato, no aquel que idealiza su figura ante los demás, sino el que refleja fielmente las marcas de sus decisiones. Solo así podrá encontrar esa pócima perfecta, no en la perfección, sino en la creencia de que el acompañamiento, la escucha y el cuidado deben ser palabras comunes en la organización, parte del vocabulario de un liderazgo humanista que permea. Y es que el liderazgo no es un cuadro inmutable colgado en una pared, no es un gran slogan, no es una cita que compartir en esas redes que enredan hasta la enfermedad. Es un proceso y un aprendizaje vivo y en continua adaptación.
Me pregunto por qué hay tantas personas que sufren de manera intensa al volver al trabajo. Parece obvio que hablar de tristeza, ira y estrés no es un capricho colectivo, es una reivindicación a gritos y a golpe de desencanto. Hay organizaciones que no recuerdan que esto va de personas. La desilusión en un entorno suele venir de expectativas y potencial no alineado con la realidad. Si una persona con talento se siente restringida o subestimada, la decepción está asegurada. Decía Steve Jobs «no tiene sentido contratar gente inteligente y luego decirles qué hacer». Crear un ambiente sano donde crecer, innovar y brillar no es un sueño, es una decisión. Ojalá que la vuelta a este septiembre nos traiga líderes que hayan hecho sus deberes de verano con un renovado enfoque y estén listos para este nuevo ciclo y este tiempo en el que el corazón importa.
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