La auténtica sabiduría no consiste en engullir conocimientos y experiencias. Degustar la vida es la plenitud del saber.
Artículo publicado en El Correo (20/10/2024)
Suscita curiosidad y admiración observar a un catador practicando su oficio, con una copa de vino en la mano. Un rito pausado en el que busca los matices sensoriales que ofrece un buen vino. Sin ser experto en la materia, creo que, más o menos, procede así: inclina la copa hacia sí para descubrir y captar mejor los colores del vino, mueve la copa con suavidad, introduce la nariz y aspira con fuerza para captar los olores, sorbe una pequeña cantidad que pasea perezosamente por la boca con ayuda de la lengua y, al final de esta prueba plurisensorial, emite un descriptivo y matizado juicio. Una agradable experiencia en la que intervienen varios sentidos, antítesis de quien se limita a tomar la copa y, en una acción súbita e irreflexiva, vacía su contenido en la boca y lo ingiere de un trago.
Degustar una bebida –incluido un aromático café–, pero también los alimentos. El comedor compulsivo devora la comida sin saborearla y casi sin masticarla. La traga o engulle en una acción veloz, motivada más por la ansiedad, la ira o el aburrimiento (‘comer emocional’) que en función de la necesidad o del deseo de degustar y deleitarse. Un comportamiento que puede llegar a cumplir uno de los criterios para el diagnóstico de bulimia o de trastorno por atracón. Sin llegar a este extremo, algunas personas se aproximan a este modo de comer que favorece el desarrollo de sobrepeso y priva de degustar lo que se ingiere.
Una de las estrategias de posible aplicación en la terapia cognitivo conductual en algunos trastornos de la conducta alimentaria se orienta a controlar la ingesta compulsiva. Entre otras recomendaciones, se invita a la persona a masticar bien y a centrarse en la acción de comer, imitando al catador de vinos o al gourmet. Es reeducar la conducta de beber y de comer.
Saborear los alimentos y la bebida es bueno para la salud y para disfrutar de lo que en su origen tiene como objetivo principal la satisfacción de una necesidad fisiológica. Pero, como metáfora, también se pueden extender las conductas de saboreo a la misma vida. Fred B. Bryant, profesor de la Universidad Loyola de Chicago, propuso un modelo nuevo de experiencia positiva resumido, precisamente, en el concepto de saborear: saborear las experiencias positivas de la vida.
Bien es verdad que las obligaciones y las rutinas diarias, así como la tendencia a distraernos o evadirnos, dificultan o impiden que advirtamos las experiencias positivas que, sin duda, aparecen en nuestra vida diaria. No es ignorar la existencia de experiencias amargas –los sinsabores–, aunque aquí se insiste en centrarse en las positivas. En ocasiones, saborear lo positivo puede neutralizar lo negativo o prevenirlo.
Saborear exige estar muy centrado en la experiencia presente, pero se pueden traer al presente algunas experiencias del pasado y revivirlas, así como adelantar con la imaginación experiencias futuras.
Fred Bryant y Joseph Veroff ofrecen varias sugerencias para realzar y saborear las experiencias positivas de la vida. No son estrategias novedosas, ni inventadas por ellos; en realidad, son las que utilizan espontáneamente muchas personas. Veamos algunas.
Tomar «fotografías mentales» de las experiencias positivas -no es necesario el móvil–, aunque no sean excepcionales. La celebración de un cumpleaños, un paseo, una conversación de amistad, un rato de lectura, contemplar un paisaje… No es ‘pensar’ esa experiencia, sino ‘sentirla’, dejarse llevar por ella sin miedo a quedar absorto.
El profesor James Pennebaker propuso la escritura expresiva: escribir durante varios minutos algunos días sobre las propias experiencias emocionales para manejarlas mejor. Aunque se refiere, sobre todo, a las hedónicamente negativas, deja la puerta abierta para hacer lo mismo con las positivas. También al compartir con otras personas algunas experiencias positivas su potencial positivo crece. Sin olvidar que sentir y expresar gratitud también ayuda a saborear y realza las experiencias positivas.
No olvidemos que la esencia o clave de la felicidad no está tanto en que nos ocurran cosas buenas como en saborearlas. El poeta Reiner M. Rilke lo expresó así: «La alegría más visible solo puede revelarse ante nosotros cuando la hemos transformado en nuestro interior».
Sabor y saber. Dos palabras con la misma raíz y sonido parecido, pero, sobre todo, estrechamente emparentadas ya que comparten la misma etimología: el verbo latino ‘sapere’ (saborear, saber). Porque la auténtica sabiduría no consiste en engullir conocimientos o experiencias… y saborear la vida es la plenitud del saber.
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