Nuestra dificultad para abordar soluciones a los problemas no es identificar los ‘qués’ sino acordar los ‘cómos’.
Artículo publicado en El Correo (21/10/2024)
Desde 2014, ONU Hábitat nos invita a celebrar el ‘Octubre Urbano’ u ‘Octubre de las Ciudades’. El mes arranca con el Día Mundial del Hábitat y finaliza con el Día Mundial de las Ciudades. Este año dicho organismo nos sugiere promover un mejor futuro para las ciudades.
Se trata de una magnífica oportunidad para observar las ciudades en las que vivimos, escuchar a las personas que las habitan, reflexionar sobre sus necesidades, problemas y retos; dialogar en torno a las posibles soluciones y alternativas, deliberar conjuntamente en torno a las acciones prioritarias e implementar colaborativamente las iniciativas más idóneas y viables.
Si tratamos de identificar las preocupaciones de las personas que habitan nuestras ciudades se observa la superposición de tres niveles diferentes de respuesta, transitando de lo local a lo global, y viceversa. En el primer nivel afloran los problemas personales. Nos preocupa nuestra situación laboral y capacidad económica asociada, nuestra salud física y mental, nuestro entorno familiar-afectivo-relacional¿ En el segundo nivel, en relación con el lugar en que se vive, nos inquieta el precio de la vivienda, la seguridad ciudadana, el tráfico y el transporte, la empleabilidad… En el tercer nivel, vinculado con los retos del mundo, situamos el cambio climático, la desigualdad y la pobreza, la violencia y las guerras, la vulneración de los derechos humanos¿ Hay puntos de convergencia y divergencia entre nuestra agenda personal, la agenda del lugar en el que vivo y la del mundo.
En todos ellos hay una preocupación compartida -salvo por negacionistas y ecpáticos- por la consecución de un desarrollo más humano y sostenible medioambiental, económico, social y cultural. Somos conscientes de los desajustes generados en torno a la sobreexplotación de espacios y recursos, la contaminación, la reducción de la biodiversidad y el cambio climático. Somos conocedores de la riqueza disponible en el mundo, la concentración de la riqueza, los efectos de la digitalización y los problemas de empleabilidad. Estamos al corriente de los cambios socio-demográficos, tanto desde la perspectiva de los diferentes grupos de edad como de los colectivos sociales, la crisis de la sociedad del bienestar y las desigualdades crecientes en el acceso a la salud, vivienda, educación, servicios sociales, pensiones… No somos ajenos a la compleja convivencia en entornos de creciente diversidad en identidades y valores, con el aumento de diferentes formas de xenofobia.
Por lo tanto, nuestra dificultad para abordar las soluciones no es un problema de identificación de los ‘qués’, sino más bien las dificultades para acordar los ‘cómos’. El logro de un desarrollo más humano y sostenible requiere de una gobernanza más democrática de las ciudades, territorios y comunidades.
En primer lugar, los ‘qués’ se muestran profundamente interrelacionados. La departamentalización y la especialización de las organizaciones actuales (instituciones, empresas y entidades sociales) resulta poco eficaz frente a la mayoría de nuestros problemas y retos. Necesitamos fomentar la transversalidad en estructuras, procesos y acciones.
En segundo lugar, la complejidad de los desajustes mencionados requiere la cooperación entre instituciones, empresas y entidades sociales presentes tanto en los lugares en los que vivimos como a nivel mundial. La cocreación entre personas referentes, que lideran e integran dichas organizadas, es clave. Pero debemos incorporar a la ciudadanía anónima, que supone el 85% del total de la población. Necesitamos promover la transectorialidad entre responsables institucionales, empresariales, sociales y ciudadanía anónima.
En tercer lugar, la mayoría de los problemas requiere una mirada transterritorial que integre barrios, distritos, municipios, territorios, comunidades y mundo. Necesitamos buscar el equilibrio entre los espacios que ocupan el centro con las periferias surgidas en cada caso y circunstancia.
En cuarto lugar, los desajustes emergentes no van a encontrar solución con medidas segmentadas, centradas en un grupo de edad o colectivo social. La acción positiva en favor de uno de ellos debe caminar en paralelo con la construcción de una mirada transgeneracional que incorpore a todas las inmensas minorías que configuran la sociedad en la que vivimos.
En definitiva, dediquemos el ‘Octubre de las Ciudades’ a la toma de conciencia de los desajustes existentes, la activación como personas referentes y anónimas en la búsqueda de soluciones y la implicación en la puesta en marcha de iniciativas transformadoras.
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