Errejón o cómo los políticos evitan comprometerse en sus declaraciones.
Artículo publicado en Canarias7 (28/10/2024).
Los políticos y las políticas a veces emplean estrategias lingüísticas y comunicativas para evitar hacer declaraciones concretas o comprometedoras. Esta misma semana nos hemos encontrado con un ejemplo ilustrativo cuando Íñigo Errejón, portavoz de la coalición de izquierdas Sumar en el Congreso español, ha presentado su dimisión en medio de una serie de acusaciones sexuales.
¿Qué ha dicho exactamente Iñigo Errejón en su carta de dimisión? ¿Qué maniobras ha empleado para pasar de perfil? En el texto que el político ha publicado anunciando la decisión de dimitir, podemos identificar varias de esas estrategias lingüísticas y comunicativas. A saber:
-Ambigüedad.
-Uso de eufemismos y lenguaje suavizado.
-Despersonalización y generalización de los problemas para no asumir responsabilidad.
-Redirección de la atención hacia temas abstractos.
-Uso de lenguaje emocional.
-Énfasis en el futuro y la renovación.
Veamos cómo ocurre esto en el texto.
-Ambigüedad y lenguaje suavizado: el recién dimitido portavoz parlamentario de Sumar utiliza un lenguaje vago y general para evitar entrar en detalles específicos sobre las razones de su dimisión. Se refiere, por ejemplo, a «decisiones importantes» sin especificar cuáles son estas. Se cierra una etapa, dice, «un ciclo político intenso y acelerado», como si la carta tuviera que ver con circunstancias ajenas a él.
Afirma que ha tenido que ejercer la política durante «una de las décadas más intensas, pero también más duras», sin concretar eventos o situaciones específicas o su participación en ellas. Habla de «experiencias, aprendizajes y motivos de orgullo» o «un tipo de vida, una cotidianeidad, una subjetividad, un tipo de vínculos», pero no da ejemplos o se refiere a algo en concreto.
-Despersonalización y generalización: Errejón generaliza sus experiencias personales, evitando asumir una responsabilidad directa. Afirma, por ejemplo, que el «desgaste» mental y físico es algo que experimenta «toda y todo el que esté en esta posición», normalizando su situación.
Asimismo, habla de una «forma de comportarse» en la política, sugiriendo que su proceder es lo habitual. Estar en la primera línea de la política genera una «subjetividad tóxica», afirma, pero no dice qué forma adopta dicha subjetividad tóxica en su persona o cuáles han sido sus problemas de comportamiento o relaciones. Da a entender que toda persona con un cargo político de responsabilidad será igual que él.
-Ausencia de responsabilidad: Errejón desvía la atención hacia conceptos abstractos y filosóficos. Habla de «la lucha ideológica», la «vida neoliberal», el «patriarcado» y «formas de vida y relaciones» en vez de abordar cuestiones precisas. No parece asumir que él forma parte de esa lucha, esa vida, ese sistema o esa forma de vida.
Además, habla de sí mismo como alguien que ha vivido una «contradicción entre el personaje y la persona», sin explicar específicamente en qué consiste esta contradicción y como si fuera algo que le ha pasado o se le ha impuesto sin que tuviera elección.
-Lenguaje emocional y mirada al futuro: el texto apela a las emociones para generar empatía y evitar cuestionamientos. Se refiere a problemas de «salud física», «salud mental» y «estructura afectiva y emocional» para justificar su comportamiento. Ahora necesita «cuidarse», asegura. Igualmente, alude a un «proceso personal y de acompañamiento psicológico» sin dar detalles sobre su origen, naturaleza o duración.
Finalmente, Errejón desvía la atención de las razones de su dimisión hacia el futuro. Dice «contribuir a la renovación generacional y de cuadros e ideas» con su dimisión, sin especificar por qué habría que renovarse o cuál ha sido realmente el problema. Y también alude a «errores» que espera «contribuir a reparar con esta decisión» sin explicitar cuáles son estos.
Cuando se deja la política o se abandona un partido, a veces se recurre a estrategias similares para hablar de «nuevos horizontes políticos», «un replanteamiento estratégico» o «afrontar nuevos retos», en lugar de explicar los motivos.
Cristina Cifuentes, expresidenta de la Comunidad de Madrid, dimitió en 2018. En su discurso de despedida, utilizó frases como «me voy con la cabeza alta» y «doy un paso al lado», evitando mencionar directamente los escándalos que la rodeaban.
Pablo Casado, al dejar la presidencia del Partido Popular en 2022, dijo irse tras «una dura travesía por el desierto», sin entrar en detalles sobre los conflictos internos del partido.
Borja Sémper, al abandonar el PP en 2020, declaró que dejaba la política «por coherencia» y que adoptaba «un cambio de etapa vital», sin especificar conflictos concretos dentro del partido o sus problemas.
El lenguaje de la política es a veces eufemístico y escurridizo.
Estamos acostumbradas, de hecho, a escuchar ambigüedades y giros en boca de políticos y políticas e interpretarlos de forma precisa. «Ajustes presupuestarios» son «recortes», «crecimiento negativo» se refiere a «recesión» y los «desafíos económicos» muchas veces describen una «crisis».
Como hace Errejón, una técnica es hablar en términos generales y abstractos, evitando ofrecer datos o ejemplos. Anunciar mejoras en la calidad de vida de la ciudadanía o la resolución de problemas sin explicar cómo es un clásico.
El candidato a la presidencia estadounidense Donald Trump ha utilizado un lenguaje vago al hablar sobre cómo terminaría la guerra en Gaza. Un ejemplo de esto se encuentra en estas declaraciones a la cadena de televisión Fox: «Hay que acabar con el problema… Hubo una invasión horrible que nunca habría sucedido si yo fuera presidente”.
Para evitar personalizar los problemas, se puede usar la voz pasiva y construcciones impersonales. Esta estrategia permite evitar la atribución directa de responsabilidades o acciones. Así, se escuchan frases como «se han cometido errores» (pero ¿quién los ha cometido o cuáles son estos errores?) o «se requieren cambios» (¿de qué cambios se trata y cómo se justifican? ¿quién realizará los cambios y con qué presupuesto?).
Así, «se tomarán las medidas necesarias» sustituye a una declaración en la que se detallen qué medidas específicas se tomarán, quién será la persona encargada de llevarlas a cabo y de dónde saldrá el dinero para ponerlas en práctica. O «han surgido discrepancias» evita declarar con quién se discrepa sobre qué tema.
Como Errejón, los políticos y las políticas algunas veces recurren a conceptos abstractos y valores universales para generar empatía y evitar entrar en detalles. Palabros y expresiones como «justicia social», sin definir qué se entiende por esta, o «los intereses de la ciudadanía», sin especificar a qué intereses se refieren, son frecuentes.
Las metáforas permiten transmitir ideas de forma indirecta, evitando afirmaciones directas que puedan ser cuestionadas. «Navegar por aguas turbulentas» para referirse a una situación política compleja es frecuente y «sembrar las semillas del cambio» o ver «brotes verdes» evita hablar de medidas definidas. A Errejón, sus vínculos con lo público, la fama y «los demás» le han «pasado factura».
Cuando se enfrentan a preguntas difíciles, portavoces de distintas formaciones o instituciones redirigen la conversación hacia temas más cómodos o cambian el enfoque de la discusión. «Los verdaderos problemas que afectan a los ciudadanos» son seguramente muy otros. Responder a una pregunta sobre corrupción hablando de logros económicos o desviar la atención con una crítica a la corrupción del partido opositor en vez de responder con transparencia no es infrecuente.
Estas estrategias permiten evitar controversias y mantener cierta ambigüedad que da margen de maniobra en el futuro. Sin embargo, también pueden generar frustración, desconfianza y hartazgo en el público que busca respuestas claras y concretas. Parece mejor admitir lo que se hizo, disculparse y asumir las consecuencias.
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