Artículo publicado en el blog Ekonomiaren Plaza de El Diario Vasco (29/10/2024)
Desde hace varias décadas se viene hablando de la responsabilidad social corporativa de las empresas. Bajo este concepto/fenómeno, se espera que las empresas privadas contribuyan a reparar los daños que ellas mismas generan en el medio ambiente, derivadas de su actividad. Sin embargo, son muchos los escándalos que se han dado a conocer en relación con un uso fraudulento de la responsabilidad social corporativa, en lo que se ha venido a llamar en ocasiones como greenwashing.
En un artículo reciente leí acerca de una experiencia que ha tenido lugar en Finlandia, a través de la cual un grupo de pescadores quiso contribuir a regenerar los lagos contaminados de dicho país para poder repoblar las múltiples especies de peces autóctonos que habitaban en dichas latitudes. En Finlandia, los lagos son parte fundamental de la cultura, ya que para los fineses resulta fundamental tener un contacto con la naturaleza en sus mökkis, donde practican la sauna, la lectura, la música y las reuniones familiares y entre amigos. Sin embargo, a mediados de los años 1990, estos lagos empezaron a sufrir debido a la creciente actividad en industrias como la energía, la pulpa y el papel, que son muy representativas de la economía de Finlandia. Como consecuencia de ello, los lagos empezaron a llenarse de algas, los peces nativos comenzaron a desaparecer, y el ecosistema de los lagos comenzó a perder biodiversidad.
Si aproximamos el anterior contexto en términos de microeconomía, el problema que enfrentaron los pescadores de Finlandia es un claro ejemplo de una externalidad negativa. Las externalidades negativas surgen cuando una actividad económica genera costos no asumidos por quienes la llevan a cabo, sino por terceros, como ocurre con la contaminación. Este tipo de externalidades suelen generar ineficiencias de mercado, ya que los costos ambientales o sociales no se reflejan en el precio de los productos o servicios. Para corregir estos fallos de mercado, se han propuesto diversas soluciones. Entre las más conocidas están los impuestos pigouvianos, que buscan internalizar esos costos al gravar las actividades que generan el daño, incentivando a las empresas a reducir su impacto. También está el enfoque basado en la negociación, donde, según el teorema de Coase, si las partes involucradas pueden negociar sin costos, podrían llegar a un acuerdo eficiente para mitigar la externalidad.
En vez de esperar a que las administraciones locales actuaran o a que las grandes empresas que causaron el problema se hicieran responsables, un conjunto de pequeños pescadores que vivían y trabajaban en los lagos, al ver amenazado su medio de vida (i.e., o el medio de su vida, depende de cómo se interprete), decidió tomar cartas en el asunto. Conjuntamente con organizaciones sin fines de lucro, asociaciones del sector, el gobierno y un amplio abanico de actores a los que lograron movilizar, crearon un modelo de negocio innovador que regeneraba los lagos y con ello, su sustento como sociedad. Comenzaron a pescar y a comercializar especies de peces pequeños, como el vendace, que antes se consideraban basura, y que se habían multiplicado en exceso y estaban contribuyendo a incrementar el desequilibrio del ecosistema, y posteriormente desarrollaron nuevas recetas y nuevas formas de cocinar y vender estos peces, creando una nueva fuente de ingresos.
Al pescar estos peces pequeños, los pescadores no solo obtenían dinero, sino que también ayudaban a limpiar el lago. Los peces pequeños se alimentan de zooplancton, que a su vez come algas. Al reducir la población de peces pequeños, había más zooplancton, lo que contribuía a la reducción en la cantidad de algas, y con ello, el agua se volvía más clara. Con menos algas, el sol llegaba mejor a las plantas acuáticas, que comenzaron a crecer y competir con las algas por los nutrientes. Este ciclo ayudó a restaurar el equilibrio en los lagos, permitiendo que los peces nativos volvieran a prosperar en los mismos.
De esta experiencia, se pueden derivar los siguientes tres pasos, que tú también puedes aplicar en tu negocio, para que éste contribuya a reparar la naturaleza del entorno en el que se ubique éste:
- Hablar sobre la pérdida de la naturaleza que tal vez tú no, pero otros grupos sociales si estén observando/sufriendo: los pescadores comenzaron conversando entre ellos sobre cómo los lagos estaban empeorando y luego extendieron el diálogo a grupos más grandes, como el gobierno y los científicos. Organizaron charlas, usaron las redes sociales, crearon iniciativas para crear conciencia sobre el problema ambiental que les preocupaba.
- Experimentar con potenciales soluciones: no hay una única solución para todos los problemas ambientales. Los pescadores tuvieron que experimentar con distintos métodos para pescar las especies que invadían los lagos y encontraron maneras innovadoras para comercializarlas. Con ello, no sólo diversificaron sus fuentes de ingreso, sino que ayudaron a resolver un problema ecológico.
- Trabajar en equipo y redefinir el propósito: regenerar la naturaleza no es una tarea que se pueda resolver de manera individual, sino que requiere de una acción colectiva. En este caso, los pescadores recibieron apoyo de científicos, asociaciones, organizaciones gubernamentales y ONGs.
La historia de los lagos de Finlandia nos demuestra que los negocios no solo tienen el poder de dañar el medio ambiente, sino también de repararlo. Cierto es que cada ecosistema es único, y que por tanto, lo que funcionó para los pescadores fineses no nos servirá necesariamente a nosotros. Sin embargo, todos podemos aplicar estos principios en nuestros propios proyectos, adaptando soluciones creativas y colaborativas que beneficien tanto al medio ambiente como a la economía local. Por ejemplo, en el sector agrícola se están explorando prácticas de regeneración de suelos para devolverles nutrientes y reducir la erosión, mientras que en la industria textil, algunas marcas están utilizando materiales reciclados o biodegradables para mitigar el impacto de los residuos textiles.
Lo que sí queda claro es que si tienes un negocio o una idea, puedes adaptarla para contribuir a la regeneración de la naturaleza, y a la diversificación de la actividad central de tu organización, generando fuentes de ingreso complementarias y/o alternativas. La sostenibilidad ya no es suficiente: necesitamos regenerar, reparar y devolverle al planeta lo que le hemos quitado.
Como hemos indicado al comienzo del post, una alternativa más “de mercado” frente a la realidad descrita arriba abogaría por el hecho de que las empresas paguen por el coste medioambiental que generan, ya que es plausible que las acciones individuales o grupales, motivadas por una conciencia medioambiental, no tengan mucho recorrido a largo plazo. Tal vez el valor radique en la combinación de aproximaciones a un mismo problema. Si estás interesado en estas cuestiones y te estás planteando cómo tu negocio puede ser más rentable y sostenible, el próximo 14 de noviembre, en el Kursaal, se celebrará la séptima edición del congreso Gure Lurra, en la que se hablará sobre los retos del primer sector, de su contribución al equilibrio territorial verde, y de las iniciativas que se están impulsando tanto desde las administraciones como desde las empresas para contribuir a un futuro más verde. ¡¡¡Nos vemos allí!!!
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