Artículo publicado en El Correo (16/12/2024)
La democracia también es un ejercicio de reparto de poder y los distintos diseños institucionales buscan un equilibrio entre la gobernabilidad y la representación.
Cuando hay mayorías absolutas, el discurso público se llena de palabras como rodillos, de derivas autoritarias, de aplastamientos de las minorías. Cuando hay gobiernos minoritarios, las quejas se transforman en chantajes, ingobernabilidades, parálisis y debilidades.
Echamos de menos las mayorías absolutas cuando no las tenemos por favorecer la gobernabilidad, la implementación del programa de gobierno y la aprobación anual necesaria de los presupuestos para adecuarse a nuestras siempre cambiantes necesidades. Echamos de menos los gobiernos en minoría cuando no los tenemos para que el parlamento vuelva a tener influencia en la toma de decisiones políticas, para que los intereses de los que perdieron las elecciones estén mejor representados, y sobre todo, para que no se desarrollen tics autoritarios que suelen derivar en abusos de poder.
La inestabilidad política se ha convertido en una epidemia democrática que se lleva por delante gobiernos sin elecciones de por medio y a la que no es inmune ningún diseño institucional. Democracias tan diferentes como Francia, Alemania o el Reino Unido han protagonizado o están protagonizando la escenificación de esa inestabilidad política con problemas simultáneos de gobernabilidad y representación que impiden que se consumen las legislaturas. En España entre 2015 y 2019 se celebraron cuatro elecciones generales. Y aunque los sucesivos gobiernos de coalición minoritarios han conseguido mantener el poder ejecutivo en los últimos años, la mayoría considera inestable a este Gobierno.
En Euskadi, una década de estabilidad y gobiernos de coalición continuados ha dejado un rastro de previsibilidad inédito dónde no hay sombras ni dudas sobre la solidez de las relaciones políticas entre los socios de coalición del Gobierno vasco. El debate se centra en cómo reforzar esa gobernabilidad incorporando a más partidos de la oposición que no son necesarios para ejecutar el programa de gobierno. Está cristalizando la percepción de que ningún partido relevante vasco es un peligro para la estabilidad. Y aumentan los que han perdido el miedo a creer que la luz, la belleza y la armonía puede brillar más a lo lejos, en la otra orilla.
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