Artículo publicado en El Correo (06/01/2025)
Como la vida misma, la economía está sometida a avatares coyunturales
y a otros de naturaleza duradera o estructural. Para afrontar los segundos se requiere una planificación certera a medio o largo plazo, un seguimiento riguroso y una perseverancia tenaz.
Pero el Gobierno de la nación apenas planifica, sofocado en un marasmo de diatribas no solo con la oposición sino también con sus propios socios de coalición. Medidas de gran alcance económico pueden surgir o extinguirse con igual facilidad, en un abrir y cerrar de ojos, mostrando durante breves intervalos de tiempo una senda y enseguida su contraria, haciendo inútil adivinar con claridad el camino que se quiere tomar, el que se debiera, si hubiese en el país clarividencia y consenso. Hoy puede ser una tasa a los ingresos de la banca o al sector de la energía con consecuencias adversas para el crédito o para las inversiones en infraestructuras y mañana la promesa unilateral a una autonomía de un nuevo concierto económico. Se dirimen como en un bazar políticas fiscales que flagelan a las clases medias y se condonan deudas a regiones que solo anticipan revancha. Lo que se promete a unos se niega a otros de forma acrobática y malabar. Finalmente, la ausencia de unos Presupuestos Generales devalúa el gobierno económico impidiendo conocer hacia donde se moviliza el país.
Los grandes problemas de la economía española son endémicos y estructurales. Su tratamiento paliativo constituye un desafío que implicará a 2025 y necesitará muchos años más. Pero empecemos por 2025 porque, parafraseando el pasaje bíblico, ‘basta a cada año su malicia’. Taquigráficamente.
La primera carencia y la más crítica que atañe a España y a los españoles reside en el crecimiento famélico de nuestra productividad. España alcanzó en 2023 un PIB per cápita equivalente al 89% de la medida de la Unión Europea, muy lejos aún del periodo comprendido entre 2002 y 2009 cuando se mantuvo el valor de la renta per cápita por encima de la media de la Unión. Nuestro déficit de inversión, incluida la educacional y la de I+D+i, y un deslucido ramillete de factores siguen apuntando a la cronificación de nuestra atrofia productiva.
El segundo objetivo se refiere al ajuste de nuestras cuentas fiscales a las reglas comunitarias, y de esa manera apuntalar la inflación y crear un espacio fiscal por si una futura coyuntura adversa requiriese de su concurso. AIReF, nuestra agencia independiente de evaluación fiscal calcula que la ratio de deuda pasará del 107,7% en 2023 al 104,3% en 2028, aunque el ministro Cuerpo aventure un heroico 100% al término de la legislatura, que solo despierta sonrisas. Es mucha deuda y un déficit excesivo.
El tercer reto se refiere al tema de la vivienda, un fenómeno profundamente asimétrico. La España vaciada regala suelo y techo. En Ávila hay más casas que personas. Sin embargo, en las provincias de Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante y Málaga se concentra el 50% del déficit habitacional, un porcentaje en aumento. Al margen de políticas de restricciones a los precios que se han evidenciado contraproducentes, la solución pasa por un plan a medio plazo de utilización de terrenos urbanizables, aumentando la edificación privada complementada por un ambicioso proyecto de viviendas de protección social. La seguridad jurídica también ayudará, en particular en materia de límites o topes y en materia de desahucios.
El cuarto objetivo consistiría en un hondo discernimiento colectivo sobre las pensiones, un sistema inviable y conectado a la UCI de las transferencias públicas, al margen de las entradas por contribuciones sociales, por mucho que estas sufran en 2025 nuevos aumentos socavando la competitividad empresarial. Un sistema de prestación definida tiene que ser autosuficiente según los pactos de Toledo, pero no lo es. El saldo de la deuda se situó en 116.000 millones de euros, importe de los préstamos del Estado a la Tesorería de la Seguridad Social para financiar su déficit financiero estructural, que tiene vocación de permanencia y de aumento. Unos pagos que se detraen de otras necesidades presupuestarias, ya sea para los propios mayores o para el vapuleado segmento de nuestros jóvenes. Desde 2006, la pensión media en España ha subido el doble que el sueldo medio.
Hay muchos más retos y desafíos, pero no más espacio. ¡Buen año a todos!
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