Artículo publicado en El Correo (03/02/2025)
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La inclusión de España en la lista de países BRICS por parte del impredeci ble presidente de los Estados Unidos ha despertado algún interés por conocer qué hay detrás de ese grupo económico emergente y cuáles son sus consecuencias más relevantes. Veamos.
BRICS es un acrónimo que representa una alianza económica y política fundada en 2009 por Brasil, Rusia, India y China, conocida inicialmente como BRIC, hasta la adhesión de Sudáfrica en 2010, que añadió la ‘S’ a la marca. Desde enero de 2024, el núcleo inicial se ha expandido para incluir a Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. Además, a partir de octubre de 2024, se han incorporado un importante número de países emergentes en calidad de asociados. A día de hoy, la sigla representa más del 42% de la población mundial, aproximadamente el 30% del territorio global, el 23% del PIB del planeta y el 18% del comercio internacional.
Los BRICS operan bajo tres grandes pilares: la asociación política y de seguridad, la cooperación económica y la cooperación cultural.
Las ‘cumbres’ anuales de los BRICS, donde se debaten los temas de su prioridad económica y política, generan repetidas propuestas de trascendencia interna, lo que, a su vez, afecta al equilibrio y al ‘statu quo’ mundial. Citaremos algunas de ellas: el nuevo Banco de Desarrollo, vital para financiar proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible, el Banco de Contingencia de Reservas, que actúa como un fondo de seguridad financiera entre los países miembros, o el Acuerdo Contingente de Reservas, que facilita el acceso a la financiación en tiempos de crisis.
No obstante, el arma más revolucionaria se ha presentado en la cumbre celebrada el pasado verano en Johannesburgo, cuando se planteó la desdolarización de sus países miembros por medio de la creación de una nueva moneda de reserva formada por una cesta de las monedas de los BRICS con vocación de competir con el dólar de los Estados Unidos como moneda transaccional internacional y activo de reserva.
Si hasta ahora los acuerdos del grupo eran proyectos de corto aliento, la aparición y respaldo por parte de sus socios de una moneda transaccional y de reserva sustitutiva del dólar ha sido un shock inesperado que ha hecho mella en el gigante americano. Como era de esperar, Trump ha amenazado a quienes respalden la estrategia de la moneda BRICS con una tormenta perfecta de represalias. No podía ser menos, ya que la iniciativa emergente da en la línea de flotación del señorío y monopolio del dólar de los Estados Unidos.
Como se ha dicho, el dólar tiene el doble atributo de moneda transaccional y activo de reserva por excelencia en el sistema de pagos mundiales, representando el 60% de las reservas de los bancos centrales del resto del mundo (el 85% en 1975), y la moneda dominante en el comercio y en el tráfico internacional de divisas, donde tiene una cuota estimada entre el 40 y el 60%, porcentaje que puede ser más alto en sectores específicos como el comercio de materias primas y sobre todo en las transacciones financieras. Solamente China acumula 3 billones de dólares en sus reservas, el 17,6% del total de la reservas mundiales del billete verde.
El origen de este privilegio de la moneda americana se remonta a los acuerdos de Bretton Woods de 1944. El tamaño de la economía yanqui, su pujanza económica y el hecho de que el dólar comprometía su convertibilidad total en oro fueron las razones de la adhesión incondicional del planeta al signo americano conocida como dolarización. Aunque en 1971 la convertibilidad pasó a mejor vida, la inercia de la dolarización se extiende hasta nuestros días.
Los BRICS buscan ahora desafiar el liderazgo global estadounidense y debilitarlo económicamente limitando su hegemonía económica y su influencia geopolítica, aumentando la suya propia, diversificando su cartera de reservas, minimizando así su vulnerabilidad inducida por caídas del dólar, y promoviendo desde la independencia una mayor integración de las regiones de sus socios partícipes.
A Trump le dolerá la pérdida de influencia del dólar, pero la nueva moneda, de prosperar, será congruente con un sistema monetario internacional más diversificado, menos monopólico y más acorde a los pesos económicos y políticos de las actuales potencias del planeta.
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