Es una emoción que cada vez se valora más en la oficina.
Artículo publicado en Expansión (06/02/2025)
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Dicen que la Generación Z mira al futuro con los ojos de la decepción, pero yo creo que son estereotipos y que muchos miembros de ella siguen luchando. Lo hace la hija de una amiga, que ha decidido no rendirse. Pero hace poco, hablando con su madre, me sorprendió uno de sus comentarios: «Lo que le ocurre es que es demasiado sensible». Y, de pronto, se abrieron mil interrogantes, como si hubiera dado con un lugar oculto, con una palabra tabú. ¿Se puede ser demasiado sensible? Sin duda sí, como explica Elaine Aron, doctora en psicología e investigadora en El don de la sensibilidad o en la web de la asociación de personas con alta sensibilidad. Y sufrir en el proceso. Y también aportar. Y, con el equilibrio que todo merece, ¿es importante ser sensible?
En el año 1811 se publicaba el libro Sentido y Sensibilidad de Jane Austen, adaptado al cine en 1995 por Ang Lee. La autora puso el foco en las reacciones del alma humana. Ni más ni menos. Con fina ironía, con perspicacia. Y con ese maravilloso título que hace un juego de palabras. En mi intento de llevar todo al mundo de las organizaciones, al liderazgo y a la vida, me he dado cuenta que la sensibilidad parece esquivada, denostada, rechazada y malinterpretada. Parece cosa de otro siglo, de aquella Jane Austen mordaz con la sociedad en la que vivía. Parece cosa de poesía, de otros mundos, de otras artes. Y sin embargo vivimos en tiempos de entender, de entender que cada persona es diferente, que los mensajes no se pueden dar a golpe de procedimiento, que esto va de personas, de escuchar. Que los datos no engañan. Que la salud está en juego, toda, también la mental.
Parece que la sensibilidad está en un segundo plano, relegada a lo anecdótico, a lo débil, a lo innecesario en el mundo del liderazgo. ¿Acaso un líder no debe ser firme, decisivo, resolutivo y mirar y entender más allá de Chat GPT o DeepSeek? El liderazgo más efectivo, el que realmente transforma no se basa sólo en números o resultados económicos. Va mucho más allá, se fundamenta en comprender a las personas, en escuchar sus inquietudes, en detectar lo sutil, en percibir lo que no se dice, en entender más allá de las palabras.
Sensibilidad, que no debilidad
En aquella conversación telefónica, mi mente se fue a otra historia. Inevitablemente. Y es que hace un tiempo una alumna me confesó que su punto débil era ser «demasiado sensible». Me lo contó con vergüenza genuina, con pesar, buscando respuestas, buscando mejorar. Hoy en día, la sensibilidad parece ser vista como un defecto, falta de personalidad. Y cada día creo más que es un don, una capacidad rara y valiosa que permite percibir lo que muchos pasan por alto, entender lo que no se dice y conectar a un nivel más profundo. Permite sentir lo que se siente. En un mundo empresarial que a menudo privilegia la productividad sobre el bienestar, tener sensibilidad no es una debilidad, sino una fuerza.
La clave está en comprender que ser sensible no significa ser débil, ni tener la piel demasiado fina ni ser vulnerable hasta quebrarse. Todo lo contrario, la verdadera fuerza de un líder sensible radica en su capacidad para estar en sintonía con los demás
Un líder sensible sabe cuándo escuchar, cuándo intervenir, cuándo dar espacio y cuándo tomar decisiones difíciles con empatía, fortaleza y la franqueza del cuidado en el cómo decir las cosas. La sociedad de hoy está más interconectada, pero también es más diversa y compleja que nunca. En un mundo donde las diferencias se hacen cada vez más visibles, donde los problemas sociales son más agudos y las expectativas marcadas a golpe de like más altas, el liderazgo con sensibilidad se convierte en un imperativo.
Un líder sensible no solo toma decisiones basadas en los datos, sino que también se toma el tiempo para escuchar, para comprender las perspectivas ajenas, para integrar las necesidades emocionales del equipo en su visión. Y esto no solo es beneficioso para el bienestar colectivo, sino también para la productividad. Los estudios demuestran que los equipos que se sienten comprendidos y apoyados por sus líderes son más creativos, más leales y, en última instancia, más productivos. Así, sin adornos.
Volveré a llamar a mi amiga para que hablemos del don de su hija, del don de la sensibilidad.
Que haces con que la otra parte no lo es?
Desconfía, se piensa que le vas a engañar, el o ella quiere para si esa sensabilidad pero luego es egoísta y ruin con sus compañeros y jefes?