Las lecciones del autor de ‘El Principito’ siguen vigentes en un mundo acelerado.

📍Publicado en: Expansión – Directivos en Verano.
🗓️ Fecha: 11 de agosto de 2025.
“Las personas mayores son incapaces de comprender algo por sí solas y es muy fastidioso para los niños darles explicaciones una y otra vez”. Así comienza El Principito, ese libro pequeño que lleva directo a un territorio íntimo, la infancia, y que Antoine de Saint-Exupéry legó al mundo. Intentar escribir sobre el hombre detrás de esta obra es un reto, porque su vida y su obra seentrelazan en un sendero difícil de explicar con palabras, porque quizás efectivamente, los mayores no somos capaces de comprender por nosotros mismos.
Todo está en ese dibujo inicial, ¿lo recuerdan? Piloto, periodista, inventor, aventurero y escritor, Antoine de Saint-Exupéry amó volar. Vivió en una época donde la aviación era una lucha constante contra los elementos. Viento, tormentas y soledad eran compañeros habituales de viaje. Fueron varios los accidentes, varias las llamadas y señales y, sin embargo, fue esa pasión por volar la que lo llevó a cruzar el desierto del Sahara en un vuelo que casi le cuesta la vida en 1935. Junto a su mecánico, quedó atrapado sin agua ni ayuda, enfrentándose a la soledad del desierto.
Quizás era simplemente lo necesario para que, de esas experiencias, nacieralapoesíadesusrelatos,donde la aventura se mezcla con profundasreflexiones sobre la humanidad, la amistad, el amor y la muerte. Para Saint-Exupéry, sentir y vivir eran la misma cosa.
Durante el exilio de la Segunda Guerra Mundial, en 1943, escribió El Principito, un cuento de niños no para niños, que consigue cifras inalcanzables(datos de esos queel Principito decía que es lo único que entendemos los mayores). El Libro Guinness menciona que, desde su publicación en abril de 1943, El Principito se ha traducido a más de 380 idiomas y dialectos diferentes, y cuenta con más de 140 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. 140 millones de personas que se han dejado cautivar por su ternura. El Principito visita planetas habitados por figuras que encarnan la rutina absurda y la pérdida dehumanidad: el rey que quiere mandar sin sentido, el vanidoso que necesita admiración, el hombre de negocios que “nunca ha aspirado una flor, nunca ha observado una estrella, nunca ha querido a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumar y restar”.
Saint-Exupéry nos sacude con fuerza en estos tiempos nuestros tiempos de prisas, de pantallas, de “no tengo tiempo”, de ese “no me da la vida” que hemos repetido tantas veces que ya no nos suena a grito de auxilio, sino a rutina normalizada. Saint-Exupéry nos devuelve a lo esencial. “Tener un amigo es un verdadero privilegio y si uno se olvida de ellos se corre el riesgo de volverse como las personas mayores que sólo se interesan por las cifras y los números. Para evitar esto, he comprado una caja de lápices de colores”.
Una caja de lápices como declaración de intenciones, comoacto de resistencia frente a la agenda llena, el teléfono móvil que se ha vuelto fijo, el gesto simple de recordar que la vida se pinta con otros. Que lo verdaderamente valiosono se mide, no se cotiza, no entra en una hoja Excelni lo entienden los algoritmos. Sabía lo que quería, siempre lo supo: volar y hacernos volar, provocar en nosotros las grandes preguntas que tantas veces posponemos.
Conexión real
“Los hombres –dice el Principito– se meten en los trenes pero no saben a dónde van. No saben qué quieren ni saben qué buscar… Y añadió: –¡No vale la pena!…”. En un mundo que avanza a un ritmo vertiginoso, donde parece que no hay tiempo para cuidar lo que realmente importa, sus palabras resuenan con fuerza. “Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada; todo lo compran ya hecho, y como en las tiendas no se venden amigos, los hombres ya no tienen amigos”.
Aquí está una de las lecciones más poderosas de Saint-Exupéry para el mundo de hoy, y en particular para el mundo empresarial: en la búsqueda constante de resultados, números y objetivos, se corre el riesgo de perder la conexión real, la creatividad y la pasión. Se corre el riesgo de no entender. La invitación es clara: para liderar con éxito hoy, no basta con sumar y restar. Es necesario cuidar.
El 31 de julio de 1944, durante una misión de reconocimiento en la Segunda Guerra Mundial, SaintExupéry desapareció. Su avión cayó y nunca se encontró su cuerpo. Su vida quedó envuelta en misterio, y hay en esa desapariciónuna belleza triste: el hombre que escribió sobre estrellas y planetas volvió a fundirse con el cielo que tanto amó. Volvió a volar.
En este verano, cuando el ritmo de la vida a veces parece abrumarnos, en la que no encontramos el tiempo para cuidar quizás lo más sabio es dejarse aconsejar por el Principito. Permítanme que les de dos sugerencias (bueno, en realidad se las da el propio Principito): “Cuando uno está demasiado triste es bueno ver las puestas de sol”. Y cómprense una caja de pinturas.
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