Solo presentar resultados tangibles y cambiar las formas de hacer reconciliarán a los ciudadanos con las instituciones.
📍Publicado en: El Correo (Ed. Bizkaia).
🗓️ Fecha: 1 de septiembre de 2025.

Vivimos un contexto de creciente desconfianza ciudadana hacia la sociedad organizada, ya sean instituciones públicas, empresas o entidades sociales, y, por extensión, hacia las personas que las lideran. Y observamos, con creciente preocupación, las implicaciones que esto conlleva: el aumento de la desafección y el incremento en el apoyo a ideologías populistas, negacionistas, insolidarias, xenófobas,racistasyautoritarias.
Según el Sociómetro vasco, en febrero la ciudadanía vasca manifestaba porcentajes de confianza que oscilaban entre el 19% (en partidos políticos) y el 86% (en las universidades), en horquillas del 20%-29% (en instituciones estatales, Iglesia católica y bancos), 30%39% (en medios de comunicación y redes sociales), 40%-49% (en tribunales y sindicatos), 50%-59% (en instituciones europeas y ONG), 60%-69% (en empresas y ayuntamientos) y 70%-79% (en instituciones vascas).
Por su parte, el Deustobarómetro, hace escasas semanas, apuntaba cómo la ciudadanía vasca calificaba con un 2,5, la nota más baja, a la monarquíay con la más alta, un 6, a las universidades. En una progresión de: 3-3,9 (partidos políticos, Iglesia católica y organizaciones empresariales), 44,9 (sindicatos, tribunales e instituciones europeas) y 5-5,9 (instituciones vascas y pequeñas empresas).
Relacionado con lo anterior, el Sociómetro vasco indicaba que el 47% de la ciudadanía vasca se mostraba poco o nada satisfecha con el funcionamiento de la democracia en Euskadi, que aumentaba al 77% al referirse a su funcionamiento en España. El Deustobarómetro abundaba que el 20,2% consideraba mala o muy mala la situación de la política en Euskadi, el 32,3% buena o muy buena, yla calificaba de regular el 44,4%. Y valoraban la calidad delademocraciaenEuskadi con un 5,5, que bajaba a un 4,4 al referirse a España. Un 60% de la población estaba poco o nada interesada por la política. En similar porcentaje, 62%, la ciudadanía se sentía poco o nada próxima a un partido. Es evidente que hay demasiadas instituciones y organizaciones que han recibido malas calificaciones tanto en los exámenes de la convocatoria de febrero como de junio. Se trata de suspensos que conllevan, sin duda, la obligación de presentarse a la convocatoria extraordinaria. Y observamos aprobados raspados que, aun superada la prueba, no tienen motivos para la celebración o la relajación. Y me preocupa la escasez de notables y la ausencia de algún sobresaliente o matrícula que aporte una brisa regeneradora.
Hay un poco más de confianza y mejor valoración en lo más próximo. Pero la fotografía final es inquietante, tanto por los resultados en sí mismos como por la deriva de desafección e inclinación autoritaria que conlleva. Podemos argumentar la influencia que tiene la permanente focalización negativa por parte de los medios de comunicación, la desinformación y las ‘fake news’ que invaden las redes sociales, la retroalimentación que suponen la corrupción y la crispación política.
Pero hay que profundizar en la frustración ciudadana generada por las expectativasincumplidas en torno a derechos fundamentales como el acceso a una vivienda en condiciones, una salud universal, una educación pública, una red de servicios sociales o un empleo digno. A lo que hay que sumar un estado de incertidumbre y vulnerabilidad global, sembrado en la pandemia, alimentado por la profunda crisis del gobierno del mundo, el cambio climático que avanza inexorable, la insultante concentración de la riqueza, las desigualdades y las xenofobias crecientes.
En este contexto, ¿es posible recuperar la confianza de la ciudadanía en las organizaciones y las personas que las lideran?
Creo que es posible. Tendremos que avanzar en la obtención de resultados concretos que evidencien que las cosas están cambiando a mejor, sin descuidar los procesos que posibilitan otra manera de hacer las cosas, su auténtica transformación.
Para recuperar la confianza en las organizaciones, debemos recobrarla en las personas que las representan. En primer lugar, empoderemos a la ciudadanía, referente y anónima, con conocimientos, competencias y valores democráticos, a través de procesos de aprendizaje a lo largo de la vida. En segundo lugar, articulemos sistemas de información plurales, de calidad y contrastados que refuercen la transparencia en las actuaciones. En tercer lugar, mejoremos los canales de comunicación, para adoctrinar menos a la ciudadanía y escuchar más lo que piensa y siente.
En cuarto lugar, desarrollemos un modelo de trabajo colaborativo entre las personas referentes y anónimas, en un ejercicio cocreativo de corresponsabilidad. Solo la presentación de resultados tangibles y la transformación de las maneras de hacer posibilitarán la acumulación de experiencias personales suficientes que reintegren la mutua confianza y complicidad.
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