Artículo publicado en El Correo (19/10/2025)

Por encima de cualquier otra consideración, una vez más es necesario decir alto y fuerte que la inmensa mayoría de nuestra población migrada, en una proporción significativa ya con la consideración de compatriotas, se ha integrado perfectamente, trabaja y contribuye a la riqueza del país. Tan sólo un pequeño porcentaje, como ocurre en cualquier sector de nuestra vida social, puede incurrir en corruptelas, comportamientos antisociales o delitos. Siendo la cuestión de la vivienda una de las carencias más evidentes de nuestra sociedad, resulta especialmente cruel que quien decide engañar al sistema pueda arrebatar su vivienda a otro quizás más necesitado que él.
La corrupción, como nos enseñan tristemente algunos de nuestros políticos, puede anidar en cualquier recodo de nuestra vida social y también ocurre en este sector. El daño que estos pícaros hacen a nues
tro sistema de ayuda social, con ser condenable, resulta pequeño comparado con el daño terrible que infligen a la imagen de todo su colectivo. Son pocos, pero los sectores más ultramontanos de nuestra política, aquellos que se sitúan tan a la derecha de la derecha que casi se salen para caer en otra cosa, han detectado cómo sacar tajada electoral del descontento ciudadano que generan.
¿Les dejaremos que sigan haciéndolo? Soy de los que creo que no debemos. Pero también creo que para ello es necesario desactivar a los burladores del sistema y no dar argumentos a aquellos que pocos necesitan. Para ello hay que actuar contra el fraude, más severidad en el control, más inspección en los procesos y más reciprocidad en términos de ciudadanía. Ya saben aquello de derechos y también deberes. Nuestro sistema de bienestar lo agradecerá y nuestro futuro intercultural, también.
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