Para convertir la innovación en parte natural de la producción se necesitan servicios de ingeniería, consultoría o marketing
Artículo publicado en el Correo (21/10/2025)

La competitividad ya no depende solo de producir bienes materiales, sino de qué es lo que sabemos y de cómo convertimos ese conocimiento en valor. Las regiones europeas que crecieron al calor de la gran industria del siglo XX se encuentran hoy ante un dilema decisivo: ¿cómo adaptarse a la economía del conocimiento? La pregunta ya no es si debemos sustituir fábricas por oficinas, sino cómo lograr que la innovación se convierta en parte natural de la producción. Porque es ahí, en esa interacción virtuosa entre industria y conocimiento, donde puede nacer un nuevo futuro para territorios afectados por la desindustrialización, y hoy llamados a afrontar, además, retos globales como la crisis climática.
En este camino, los denominados ‘servicios avanzados’ juegan un papel fundamental. Puede sonar técnico, pero hablamos de empresas que ya conocemos: ingenierías, consultorías, servicios de I+D, de marketing o de informática, entre otros. Estas compañías actúan como auténticos ‘puentes de innovación’, capaces de transformar el conocimiento experto en competitividad industrial. Por ejemplo, una pyme industrial puede mejorar sus procesos gracias a un ‘software’ de gestión o un sistema de ‘machine learning’ diseñado por una empresa tecnológica, o introducir prácticas sostenibles con la ayuda de una consultoría especializada.
Cuanto mayor es el diálogo entre industria y servicios avanzados, más ajustadas y transformadoras resultan las soluciones, y más valor competitivo se genera en la empresa industrial. En un territorio manufacturero como Euskadi, esta conexión es crucial. La competitividad industrial hoy en día depende de la habilidad para integrar conocimiento en cada proceso y producto, y por tanto, pasa por contar con proveedores de servicios especializados que acompañen, adapten y aceleren la evolución del tejido productivo.
Sin embargo, en buena parte de Europa, la integración de los servicios avanzados en los ecosistemas industriales es todavía un fenómeno incipiente. No ha sido tanto una apuesta estratégica como un fenómeno espontáneo, desarrollado casi de manera natural, sin apenas planificación ni programas públicos para impulsarla.
En ese contexto, resulta revelador un estudio reciente de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad que compara la integración de los servicios avanzados en Euskadi y en la región alemana del Ruhr. En esta zona la interacción entre industria y servicios avanzados ha sido limitada y se ha impulsado de manera más descentralizada, apoyándose mucho en las universidades y en proyectos concretos en ámbitos como la ciberseguridad o las tecnologías verdes. En Euskadi, en cambio, las iniciativas con las que contamos se han impulsado desde las políticas públicas y planes estratégicos regionales.
Aunque los caminos son distintos, ambos territorios comparten retos: la necesidad de conexión fluida entre industria y servicios avanzados, el imperativo de desarrollar y atraer talento, y lograr una cultura de innovación menos conservadora.
Según el informe, una de las claves para superar esas barreras está en la colaboración. No basta con seguir aplicando los modelos clásicos, pensados para un mundo más estable y menos interconectado. Necesitamos ecosistemas abiertos donde las administraciones del nivel regional y local trabajen en colaboración con las empresas y otros agentes relevantes.
Por ello desde Bilbao se ha realizado una apuesta clara en esa dirección que ya está dando frutos. Según datos del Eustat, la ciudad concentra casi un tercio de todo el empleo en servicios avanzados del País Vasco, con más de 21.000 personas ocupadas en actividades como la ingeniería, la informática o la consultoría. Concretamente, desde 2015, el empleo en los servicios avanzados tecnológicos ha crecido un 54%. A raíz de esta apuesta, el Ayuntamiento continúa promoviendo la iniciativa ‘Bilbao Servicios Avanzados’, un modelo de colaboración donde los propios servicios avanzados, universidades, centros de FP, centros tecnológicos y administraciones, entre otros, trabajan juntos para reforzar la competitividad urbana y regional.
El desafío ahora es consolidar y ampliar esta dinámica. Porque lo que está en juego no es solo asegurar el futuro de las fábricas, sino la capacidad de construir un modelo de desarrollo industrial basado en conocimiento, innovación y cooperación. Un modelo capaz de asegurar bienestar y competitividad en un mundo en constante transformación.
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