Artículo publicado en El Correo (31/10/2025)

Hoy se celebra el Día Mundial de las Ciudades, una oportunidad para repensar las ciudades que habitamos y transitamos. En las últimas décadas asistimos a la reivindicación y la defensa de lo particular frente a lo común, generando la ruptura del equilibrio en relación al planeta, la distribución de la prosperidad disponible, las personas con las que convivimos, la diversidad cultural y los derechos humanos.
La idea feliz de un desarrollo más humano, sostenible y democrático recogida en la Agenda 2030 ha enmudecido ante los gritos, histriónicos y desafiantes, de líderes de instituciones públicas, empresas privadas y entidades sociales regresivas. En ese contexto de palabras altisonantes, planteo la necesidad de elaborar una carta de las cuidades, en la que se recoja el compromiso de las ciudades con el cuidado del planeta, la prosperidad, las personas, las identidades y la democracia. Y de las y los ciudadanos con el cuidado de las ciudades, territorios y comunidades.
La carta recogería un catálogo de cuidados a priorizar. Se identificarían las funciones de las y los ciudadanos referentes, al frente de instituciones, empresas y entidades sociales, en el cuidado de la ciudad como: ecosistema integrado en el planeta; fuente de prosperidad por medio de generación y distribución de la riqueza; conjunto de personas de distinta edad y condición; hibridación de identidades personales y colectivas; y comunidad fundamentada en principios y valores democráticos. Al mismo tiempo, se pondrían tareas a las y los ciudadanos anónimos en el cuidado del espacio y los recursos limitados de la ciudad, de los seres que la habitan y en la distribución de la prosperidad generada.
Se pondría como tarea a la ciudadanía el cuidado de la ciudad como contribución a la regeneración del planeta: el acceso universal a la vivienda, la conservación de los espacios comunes, la naturalización y la ruralización de lo urbano, el acceso universal al agua, la calidad del aire, la generación de energías limpias y renovables, y el espacio virtual de los cuidados. Igualmente, se plantearía el cuidado de la prosperidad de la ciudad. Por un lado, el equilibrio en la explotación de bienes, recursos, servicios y experiencias, pasando por el cuidado de los espacios productivos, las personas implicadas, el esfuerzo en el desempeño, el trabajo bien hecho, los derechos y deberes de usuarios y consumidores, y las relaciones interpersonales. Y por otro, la generación y la distribución de la riqueza, vinculadas con el cuidado de: la empleabilidad, la dignidad del empleo, salarios justos, el esfuerzo y el trabajo bien hecho, la incentivación y el reconocimiento, pensiones dignas, fiscalidad redistributiva y solidaridad.
Llegaríamos al corazón de la propuesta al pedir a la ciudadanía que cuide la ciudad acompañando a sus personas. Por un lado, teniendo en cuenta las edades: la mirada desde la infancia, la autoafirmación y la socialización de la adolescencia, la emancipación joven, la conciliación de horarios y espacios de los adultos, la activación y la cobertura de los mayores, la amortiguación de la fragilidad y el acompañamiento en la dependencia. Y, por otro lado, considerando las condiciones del ser humano: las miradas silenciadas en torno al sexo, género y orientaciones sexuales, la acogida y el arraigo del migrante, el ejercicio de plena ciudadanía de la persona con discapacidad, la atención integral de las pobrezas y brechas de vulnerabilidad, los procesos de aprendizaje formales e informales, la protección de la salud, el bienestar y el bienser.
Se establecería el compromiso de que la ciudadanía cuide la identidad local, la protección del patrimonio y memoria colectiva, la sana convivencia de las identidades, el fomento de la creatividad y de los soportes en los que se manifiesta, la experiencia auténtica, memorable y significativa del ocio de residentes y visitantes.
Y todo lo anterior sería alcanzable si logramos que la ciudadanía cuide la esencia democrática de la ciudad: la garantía, protección y desarrollo de los derechos humanos, la presencia cotidiana de los valores democráticos, el asentamiento de una cultura democrática en estructuras y procesos.
Las cuidades necesitan de una cuidadanía que, desde un profundo sentido de la alteridad, la empatía y la solidaridad, encare los cuidados como catalizadores de sus relaciones con el planeta, los seres humanos y el resto de seres vivos. ¿Alguien se anima a redactarla, consensuarla, sancionarla, lograr adhesiones… y ponerla en funcionamiento?
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