Artículo publicado en Empresa XXI (15/09/2022)
Estuve a inicios de este mes de Septiembre en las Jornadas que cada año organiza AMETIC en Santander, y tuve ocasión de escuchar a Antón Costas (que ahora es Presidente del Consejo Económico y Social), conservando con el ex Ministro Josep Piqué y Pedro Mier, Presidente de AMETIC, sobre la nueva situación geopolítica y su impacto en la reindustrialización.
En un momento de su intervención comentaba el peligro de que el modelo de sociedad , de derechos y libertades civiles y de estado del bienestar que hemos desarrollado en Europa en las últimas décadas deje de resultar atractivo para los occidentales (en parte por las zancadillas que nos están poniendo desde otros modelos, como el de China o el de Rusia).
Antón Costas nos dejó su intuición sobre cuál es el camino de salida de este laberinto: “Necesitamos mejores empleos, para más personas, en más lugares”. Y después seguía con su reflexión “¿y quién es capaz de hacer esto?… Las buenas empresas” Fue una pena, porque por falta de tiempo dejó sin desarrollar esta idea ¿Qué es, cómo se hace una buena empresa?
Ya hace tiempo que el paradigma de que buena empresa es la que retribuye bien a sus accionistas y paga los impuestos que le tocan, se va viendo condición necesaria, pero no suficiente. Claro que cuando nos ponemos a pedir a veces parece que una empresa tiene que hacer magia: tiene que crear valor social y repartirlo entre clientes, proveedores, empleados…, tiene que aportar propósito, tiene que ser sostenible, tiene que contribuir a los ODS, tiene que recualificar a los profesionales. Casi no queda espacio para producir y vender en esa larga lista…
Al día siguiente, Sara de la Rica, prestigiosa economista y gran experta en empleo, incidía en esta misma idea y comentaba alguna propuesta de Dani Rodrik que distinguía entre malas y buenas tecnologías. Las buenas son las que, además de aportar ventajas competitivas a las empresas, crean a su alrededor empleo atractivo para las personas.
Si una tecnología únicamente destruye empleos, o crea puestos en los que las personas son usadas como un recurso, estamos igual reduciendo costes, pero estamos minando las bases de la sociedad. Y no puede haber empresas exitosas en sociedades fracasadas…
Daba un paso más y proponía que las subvenciones al I+D se condicionasen a este requerimiento. Los Gobiernos solo deberían financiar desarrollos tecnológicos que tuviesen en cuenta y garantizasen un impacto positivo en la cantidad y en la calidad en el empleo, que es probablemente el mayor reto que tenemos como sociedad…
Así que las buenas empresas también tienen que invertir en buenas tecnologías, por si la lista anterior se hubiese quedado corta…
Este otoño está llegando con nubes de tormenta, Una inflación que no remite y que está impulsando subidas de tipos de interés. Problemas de suministro energético y de algunos componentes y materiales que condicionan la actividad de muchas de nuestras empresas. Y un diálogo social entre la espada de peticiones de subidas de salarios que igualen las subidas de precios, y la pared de unos mercados que no dejan mucho espacio para hacerlo (salvo a base de entrar en una espiral de inflación que suele acabar en lugares oscuros…).
Además de buenas empresas, y buenas tecnologías, necesitaremos también buenas políticas públicas que ayuden a que todos estos impactos hagan el menor daño posible, para capear este temporal (por ejemplo, en pocas semanas sabremos la propuesta de subida de sueldo a los funcionarios y a los pensionistas, porque los presupuestos del 2023 necesitan de ese dato para su elaboración. Es fácil pedir un pacto de rentas, es más difícil acertar en esta propuesta…)
Así que solo necesitamos buenas empresas, con buenas tecnologías, y apoyadas por buenas políticas públicas. Probablemente si seguimos cavando en busca de estos tres tesoros, lleguemos a la conclusión de que lo que finalmente necesitamos, son buenos profesionales, que sean además buenas personas (perdón por la redundancia, uno no puede ser mala persona y buen profesional a la vez…).
Haremos como Diógenes, que dicen que caminaba por las calles con una lámpara encendida, diciendo que buscaba “buenas personas”. Las vamos a necesitar.
Leave a Reply