Artículo publicado en El Economista – País Vasco (15/12/2022)
Una de las citas que con más frecuencia se atribuyen a San Ignacio de Loyola es: “En tiempos de tribulación, no hacer mudanza”, y suele citarse para sugerir que, en los momentos de incertidumbre, es mejor no abordar cambios. Es una pena, porque la cita es inexacta, y el mensaje de San Ignacio era bien diferente…
Si tienes la paciencia de leer este artículo, voy a tratar de explicarte por qué. Desarrollé estas ideas en un almuerzo de trabajo organizado por el Observatorio BBK Behatokia, que coordina Deusto Business School, y básicamente traté de dejar cuatro ideas.
Primera idea: El futuro siempre es igual de incierto. Puede parecer una perogrullada, pero en muchas ocasiones nos olvidamos de esta gran verdad, que acompaña a las personas y a las empresas. Y es que nos resulta profundamente incómodo no poder ver lo que nos espera, y por eso procuramos protegernos.
No sabemos si mañana estaremos vivos o muertos, pero ponemos el despertador, y hemos creado inercias que nos ayudan a ir navegando el día (desayunamos, nos aseamos, vamos al trabajo, tenemos una agenda, etc.). Nos ha venido funcionando hasta ahora, así que perseveramos en estas rutinas. Las pasamos de generación en generación. Desde el aula de preescolar vamos construyendo esa fortaleza en la que nos refugiamos.
En la empresa igual. No tenemos ni idea de si vendrán pandemias, guerras, recesiones, catástrofes climáticas o ciberataques, pero hacemos estrategias, como si ninguna de estas cosas fueran a llegar, básicamente extrapolando el pasado reciente (porque no sería práctico hacer planes que tuviesen en cuenta todas esas contingencias). Estas inercias son tan fuertes, que a veces llegamos a confundir el futuro que viene (no tenemos ni idea) con el futuro que tenemos planificado (este si lo conocemos, y por eso nos agarramos a él). Los mapas mentales son muy poderosos, muy difíciles de cambiar, más cuando los compartimos entre muchos (que se lo pregunten a Copérnico y Galileo, cuando se les ocurrió proponer un mapa diferente para explicar el movimiento de los planetas).
Así que la primera idea es sencilla, y espero que estéis de acuerdo con ella: El futuro es siempre igual de contingente, es siempre igual de incierto, nunca podemos estar seguros de lo que nos traerá (o como nos recordaba Forrest Gump: “La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te vas a encontrar”).
Segunda idea: Entonces… ¿Por qué a veces nos parece que es más incierto? Esta es una pregunta clave, la que nos puede hacer pensar. Ya decía Winston Churchill: “Nunca dejes que una buena crisis se desperdicie”. Porque cuando sentimos que estamos en crisis, cuando sentimos que la incertidumbre es mayor que otras veces, no es porque el futuro sea más incierto (recuerda la primera idea). Es porque sentimos que las rutinas, las inercias y los planes ya no nos protegen. Nos parece que existe más salto entre nuestros planes y nuestras rutinas, y lo que el futuro nos traerá.
En esos momentos, sentimos la tentación de quedarnos quietos, perseverar en las inercias. No hacer mudanza en tiempo de tribulación… Esperar que el futuro sea un poco más juicioso, y decida venir por donde teníamos previsto ¿qué otra cosa podemos hacer, si no…? Es un poco volver al pensamiento mágico de los niños. Es como buscar las llaves debajo de la farola, porque hay luz, aunque estemos seguros de que las hemos perdido en otra parte.
Sin embargo, la experiencia repetida de muchas generaciones que nos han precedido es siempre la misma. De vez en cuando, no queda otro remedio que cambiar las rutinas y las inercias por otras nuevas. Cambiar los mapas mentales (los paradigmas, que decía Thomas Kuhn), por otros que nos sirvan mejor para adentrarnos en un futuro siempre en movimiento. Eso es lo único que nos ayudará a reducir la incertidumbre: tener mejores mapas.
Tercera idea: Se puede aprender a cambiar. La tercera idea es una buena noticia. Como llevamos mucho tiempo cambiando mapas, hemos ido aprendiendo a hacerlo mejor. Tanto cuando hablamos de personas individuales, como cuando hablamos de organizaciones enteras. Lo llamábamos antes gestión del cambio, y ahora gestión de la innovación, pero las ideas clave son las mismas.
En la charla compartí algunos consejos básicos. Conceptos como la estrategia emergente, o la resiliencia. Teorías de gestión del cambio basadas en el liderazgo (como propone John Kotter), en el empoderamiento de las organizaciones (Peter Senge), en el poder (Jeffrey Pfeffer), en el cambio interior (Otto Scharmer…). Grandes autores como Charles Handy, que nunca pasan de moda. Luego hay que pasar de estas teorías a la práctica, y eso siempre tiene su punto de dificultad, pero para eso también dejé un consejo: lo importante es no desanimarse, mantener la esperanza. La tercera idea se resume en una línea: si quieres aprender, es posible hacerlo. Y será de los aprendizajes que más valor te puedan aportar en tu vida personal y profesional.
Cuarta idea: Las cosas más importantes, esas no cambian, por fortuna. Vuelvo a San Ignacio. La cita exacta es: “En tiempos de desolación, no hacer mudanza”. Y la desolación de la que habla es la que experimenta una persona que se ha alejado de su centro (en el caso de las personas creyentes, se ha alejado de Dios). Salir corriendo o hacer cambios cuando estamos huyendo de nosotros mismos, de nuestros valores, de las personas que nos quieren y a las que queremos, no es tan buena idea. Mejor en ese caso parar un poco y dedicar tiempo a recuperar nuestro centro de gravedad…
Innovar es como viajar, y si hay algo cierto en los viajes es que lo más importante es la compañía. Una buena compañía tiene mucho más valor que el mejor mapa… Si recuerdas la última escena de la película Forrest Gump entenderás de lo que te hablo.
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