Artículo publicado en Empresa XXI (15/02/2023)
Soy un poco pesado, ya sé, pero voy a empezar el artículo insistiendo una vez más entre la diferencia entre I+D e Innovación. La gota horada la piedra, decían los clásicos. Si ya tienes el agujero hecho, puedes saltarte los cinco primeros párrafos : )
La I+D consiste en actividades dedicadas a generar conocimiento (esto es la I, de Investigación), y también a tratar de acercar ese conocimiento a las necesidades de las empresas (esto es la D, de Desarrollo Tecnológico). Una parte de estas actividades se realizan en Universidades, Centros de Investigación, grandes Infraestructuras Científicas o Centros Tecnológicos. Las empresas pueden también desarrollar estas actividades, especialmente las de Desarrollo Tecnológico, pero es más raro que se dediquen a la ciencia más básica.
Por eso se acepta que la Investigación más alejada del mercado se financie exclusivamente con Fondos Públicos, y que la Investigación de carácter más aplicado y los Desarrollos Tecnológicos, puedan tener un mix de financiación público-privado (el mundo de las subvenciones al I+D). Cuando el conocimiento se aproxima al negocio, ya es interesante para las empresas invertir.
La Innovación es otra cosa. Consiste en actividades que permiten introducir mejoras o generar nuevos productos, servicios o procesos que ayuden a las empresas a ser más competitivas o entrar en nuevos mercados, o también nos ayuden a que la sociedad funcione mejor (innovación social). Parte de estas actividades se pueden apoyar en las ideas que vienen del mundo del I+D, pero en otras ocasiones las ideas que nos permiten innovar vienen de otros lugares muy diversos (los profesionales de nuestra empresa, nuestros clientes, nuestros proveedores, nuestros competidores…).
En general, estas actividades deberían ser financiadas en la empresa con fondos privados, porque la lógica debería ser la habitual: invierto en estas actividades, porque me van a ofrecer un retorno a corto plazo. Si una innovación no ayuda a vender más, o a reducir costes, no es innovación (“sin IVA, no hay innovación”, suele decir José María Zabala, un sabio de estas cosas).
Las siglas I+D+i han generado bastante confusión, que políticos y periodistas no suelen ayudar mucho a resolver. Hablan de la inversión en innovación para referirse a la I+D, y viceversa. Llaman a una consejería o departamento del gobierno “de Innovación”, y luego le dan las competencias de I+D. Se asume la idea de que esto es como una churrera “meto dinero en la Investigación, y por el otro lado sale la Innovación”. Un festival.
Pero así les parece que se justifica mejor ante la sociedad el gasto en I+D. “¿Por qué incremento el presupuesto en I+D? Porque con eso las empresas innovan” (la famosa churrera). Claro que también en el sector privado hay gente fantástica que se queja que no hay suficientes subvenciones para innovar. Quieren invertir con dinero público, pero que luego los beneficios de esa inversión sean privados (así, todos podemos ser empresarios ¿verdad?).
Y así todo el rato, es agotador, de verdad…
Hago toda esta introducción para dejarte dos pistas que me han parecido relevantes, de estos últimos días. La economista de moda en Europa, Mariana Mazzucatto, ha publicado un paper con otros investigadores “Macroeconomic effects of Public R&D” en los que demuestra que la inversión pública en I+D aumenta la producción agregada de un territorio en el largo plazo (esto ya lo había demostrado también el Nobel Paul Romer).
No es una churrera, se parece más a la labor de un jardinero: si se cuida la tierra, se abona, y se riega adecuadamente, acaban por salir hermosas flores, y se pueden recoger abundantes cosechas. Requiere tiempo y cuidado, pero los efectos a largo plazo de cuidar el I+D, acaban dando fruto en prosperidad.
No quiero acabar el artículo sin dejarte otra pista, en esta ocasión de Dani Rodrik, que en Project Syndicate nos ha dejado un artículo muy interesante “The Knowledge Mismatch”, en el que alerta que a veces en el jardín del conocimiento pueden salir también malas hierbas.
Hay avances tecnológicos que traen riqueza pero también desigualdad, y es preciso estar vigilantes, porque si la sociedad se nos rompe, mal asunto. Tendría maldita la gracia que con fondos públicos estemos ayudando a que se nos llene de parásitos la plantación…
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