Artículo publicado en Empresa XXI (01/03/2023)
La Asociación Nacional de Churreras y Churreros me ha remitido un escrito de queja formal por mi último artículo, así que aclaro que me parece fantástica esta arraigada tradición y noble oficio (es broma, no me han escrito).
Las que sí me han escrito (esto no es broma) son algunas de las pocas personas que todavía me aprecian desde el mundo de la política y el periodismo, para decirme que les había parecido un poco injusta la crítica indiscriminada que había vertido en alguno de los párrafos de mi artículo anterior.
Me explican que un Gobierno puede decidir que un Departamento con competencias en I+D se llame “Innovación”, precisamente porque quiere destacar la creciente contribución que quiere impulsar desde universidades y centros tecnológicos a la innovación empresarial o social. Y aunque sepa que en estas entidades sobre todo se hacen actividades de investigación, decida enfatizar que sus políticas van a buscar que, cada vez más, haya una parte de esta investigación que genere resultados en la empresa y en la sociedad.
Entiendo que criticar a la ligera esta decisión (que me parece acertada), no les hace justicia. Tan malo, es confundir los dos conceptos, como considerar el I+D y la Innovación como dos islas separadas, cuando lo que realmente necesitamos es que estas actividades se refuercen mutuamente, y se prestigien ante la sociedad, para que llegue a entender la necesidad de apostar con fuerza por las dos. Así que me disculpo por haber metido en el mismo saco a todos los políticos y periodistas.
Sigo pensando que es importante reivindicar políticas que se centren en impulsar la innovación, y centradas exclusivamente en la empresa, y que para eso hay que romper una excesiva dependencia que hoy tienen las políticas de innovación de las de I+D (a veces las entidades científico-tecnológicas actúan como máquinas del lobby para seguir recibiendo fondos públicos, algo en lo que llevan entrenando durante décadas y en lo que tienen una extraordinaria eficacia).
Y eso es lo que me parece un peligro. Nada beneficiaría más a las universidades y centros tecnológicos, que una demanda exigente desde la empresa y la sociedad, que haya madurado e interiorizado la importancia que tiene la innovación, y el papel clave de la transferencia de conocimiento. Y para eso, me temo, es importante romper el cordón umbilical, y que la innovación deje de ser una adolescente tutelada desde los lobbies del I+D. Y romper requiere un poco de estropicio, y de que paguen justos por pecadores, pero quizá merezca la pena.
Me ha pasado algo parecido cuando repetí algo que había oído y me había gustado mucho “Tenemos que dejar de hablar de la colaboración público-privada, para empezar a hablar de la colaboración privada-pública”. Después de decirlo, se me acercó una persona de la Administración Pública, y me preguntó por qué me parecía mal el liderazgo desde lo público.
Y no es eso. Estoy convencido de la necesidad que lo público lidere, y lo haga bien. Pero quizá en este momento creo que es también fundamental que el sector privado asuma un rol mucho más activo en tomar las riendas de la necesaria colaboración para impulsar las políticas de innovación. Y por eso creo que es importante enfatizar la necesidad de esa implicación de las empresas y sus líderes en estas cosas.
En fin, acabo con una reflexión. La mayor parte de personas que conozco en el sector público, en la empresa, en la universidad, en los centros tecnológicos o en los medios de comunicación, quieren hacer las cosas bien. Son buena gente, y algunas de ellas, muy buena gente. Y unas pocas, son gente extraordinaria.
Siempre es más difícil hacer, echarse al barro para empujar, que comentar la jugada o dar consejos sobre cómo debería hacerse. Lo sé porque una parte de mi vida profesional transcurre en ese barrizal que es la realidad. Nunca quiero ofender, ni molestar a estas personas, y por eso nunca me importa disculparme.
Con vuestro permiso, seguiré escribiendo de estas cosas, y seguiré teniendo que pedir perdón, muchas veces. Muchas cosas que cambiar, muchas personas a las que agradecer que sigan en el barro, cambiándolas.
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