Nos pasa esto con frecuencia con conceptos o ideas nuevas que van llegando, nos empeñamos en que encajen en los viejos…
Artículo publicado en Empresa XXI (15/07/2023)
Os sonará quizá la parábola del vino y los odres: “Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.”
En efecto, el vino nuevo fermenta y cambia de volumen. Si el odre es nuevo, es capaz de adaptarse a esos cambios, porque mantiene cierta flexibilidad. Los odres viejos ya han hecho ese viaje hace tiempo, y si se les exige de nuevo descubren que ahora han perdido elasticidad, se han hecho rígidos…
También dice otro pasaje evangélico: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura”.
Nos pasa esto con frecuencia con conceptos o ideas nuevas que van llegando, nos empeñamos en que encajen en los viejos mapas mentales que hemos ido construyendo, y en los que nos sentimos a gusto.
Pero no conseguimos que encajen, igual que cuando colocamos en un puzzle una pieza en un lugar incorrecto. La única forma de seguir poniendo pizas, es acumulando nuevos errores, hasta que todo desencaja…
Lo explica también Tomas Kuhn en su libro “La estructura de las revoluciones científicas”. En este libro, Kuhn nos llama la atención sobre las paradojas: enigmas aparentemente contradictorios que desafían nuestras intuiciones y nos obligan a replantear nuestros conceptos fundamentales, porque utilizando nuestros mapas, no hay forma de encontrar una explicación razonable.
Él utiliza la palabra “paradigma” para referirse a estos mapas mentales nuestros, y explica cómo la ciencia ha ido avanzando a base de sucesivos “cambios de paradigma”. De la tierra plana a la tierra esférica, del geocentrismo al heliocentrismo… Cambios que cuestan décadas o incluso siglos que sean aceptados por la comunidad científica (y más todavía por la no científica), que se resiste a abandonar los antiguos mapas.
Me vienen a la cabeza las parábolas, las paradojas y los paradigmas, cuando escucho los debates sobre presencialidad o teletrabajo, jornada laboral, o edad de jubilación. Llevamos en la cabeza un mapa muy poderoso, muy anclado en nuestra forma de entender la vida, un paradigma construido a través de más dos siglos y medio transcurridos desde la primera revolución industrial.
Hemos construido la idea del “contrato laboral”, y en torno a ella hemos desarrollado toda una rama del Derecho (el “derecho laboral”). Lo hicimos en gran medida cuando el trabajo consistía enir a las fábricas, para hacer nuestra parte en una cadena de producción o cuando los trámites de la administración exigían presencialidad. Sigue habiendo personas que trabajan en cadenas de producción, y trámites que exigen presencialidad pero en otros muchos puestos no son precisos ni la presencialidad ni los horarios rígidos…
Hemos construido también el derecho a la “pensión de jubilación” a mediados del Siglo XX, cuando la esperanza de vida media era de 65 años (ahora andamos por los 78).
Y cuando oímos las estadísticas de empleo seguimos pensando que se refieren a contratos indefinidos a jornada completa, cuando en realidad esa modalidad se va convirtiendo en minoritaria, especialmente a raíz de la última reforma laboral. Probablemente no conozcas el dato de que el porcentaje de contratos indefinidos a tiempo completo cayó del 63% al 38% en 2022. Se firmaron siete millones de contratos fijos con un alza de 471.000 cotizantes: de modo que hacen falta 14 contratos para sumar cada “afiliado a jornada completa”.
Tenemos que repensar el empleo, tenemos que repensar la forma en la que las empresas y las personas nos relacionamos, sobre unas bases nuevas. La irrupción de la inteligencia artificial será una de las claves que marcará la evolución en las dos próximas décadas, y tenemos que estar preparados para entender cómo afectará eso a nuestro trabajo.
A los jóvenes les cuesta menos que a los que llevamos años rodando ya por esto del empleo. Cada año que pasa, se nos hace más cuesta arriba cambiar los mapas…
Aunque, para no desanimarnos, conviene también recordar cómo acaba la parábola de los odres: “Y ninguno que beba del vino añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.” ; )
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