Artículo publicado en El Correo – edición impresa y online (18/12/2023)
Casi el 70% de la ciudadanía vasca cree que en Euskadi se sigue viviendo muy bien y que nos quejamos mucho porque hemos dejado de valorar lo que tenemos. Simultáneamente, la mayoría siente que ha perdido poder adquisitivo en los últimos años y ve con pesimismo el futuro que le espera a los jóvenes en nuestro territorio. Esta sensación cruzada de sentimientos contradictorios es transversal a los votantes de todos los partidos, a todas las edades, a todos los géneros, a todos los territorios y a todas las clases sociales. Es el estado de ánimo de la ciudadanía vasca, es el clima social predominante, es el contexto que tienen que aprender a leer los que aspiran a sintonizar su nueva oferta política con el ambiente social del momento.
En Andalucía durante los años de hegemonía socialista se describía como la paradoja de la satisfacción a la aparente contradicción que se daba entre los malos indicadores de desarrollo económico y el alto nivel de desempleo y la sensación de felicidad y optimismo que reflejaban los andaluces en las encuestas. En Euskadi estaría ocurriendo un fenómeno similar a la inversa, se ha instalado un pesimismo hacia el futuro y un mar de fondo de quejas que se reconocen injustificadas en el momento en que los indicadores económicos y el nivel de desempleo reproducen sus mejores galas. Se trataría de la paradoja de la insatisfacción. Este ambiente social lleno de contradicciones necesita discursos destilados, finos matices y narrativas originales y arriesgadas que no tengan miedo a perder la coherencia. La coherencia podrá ser virtuosa pero ya no refleja las identidades sociales fragmentadas construidas con ingredientes aparentemente incompatibles. Una sociedad vasca eternamente adolescente de sensaciones efímeras y cambiantes, no muy diferente al resto de las sociedades de nuestro entorno.
La sociedad vasca todavía no sabe lo que quiere, ni lo que espera de las próximas elecciones vascas. No le parece mal lo que ha pasado en la última década. El actual ciclo político no se ha acabado ni se está acabando por explosión social o política. Solo un 17% valora negativamente la gestión del Gobierno vasco los últimos 4 años. Los propios votantes del principal partido de la oposición coinciden en este diagnóstico. Solo uno de cada cuatro votantes de EH Bildu cree que la gestión del Gobierno de coalición ha sido mala o muy mala. La misma contradicción expresan los votantes del PNV de 2020. A un 17% le gustaría que hubiera un cambio de gobierno las próximas elecciones y uno de cada cuatro de sus votantes no sabe si le gustaría ese cambio.
Los nuevos liderazgos no deberían esforzarse en reciclar su narrativa sobre el pasado. La sociedad está orgullosa de la última década y se ha sentido bien representada en general por sus gobernantes. Lo que tienen es que perder el miedo a mezclar los ingredientes del futuro y afrontar el relevo generacional sin exageraciones artificiales porque ha sido un relevo generado, facilitado y controlado por sus mayores. Otra más de las contradicciones de este cambio de ciclo a cámara lenta.
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