Artículo publicado en El Correo – edición impresa de Álava (19/01/2024)
El día de San Antón Vitoria perdió una de sus tradiciones más entrañables. Muchos hemos vivido con ella desde la niñez, pueden ustedes llamarme viejuno, y no les ocultaré que me duelo por esta nueva privación. Me refiero a la conmemoración de San Antón, siempre acompañada por la bendición de animales y por el tradicional sorteo, conocido como ‘la Rifa de San Antón’.
Costumbre antigua, data del S. XVIII, mediante la cual nuestra ciudad conseguía fondos para
el ‘hospicio’ y las personas allí acogidas. Uno de sus aspectos más conocidos era el sorteo del cerdo, boletos que vendía el inefable Josetxu, precisamente inquilino del citado centro asistencial. El sorteo del txerri o txarri era esperado, pero su exhibición era un espectáculo que concitaba la ilusión de niños y mayores, deseos por ver un «cocho» o «cocha» que solía presentar unas más que aceptables dimensiones.
Bien. En aplicación de las nuevas políticas sobre bienestar animal, la exhibición del marrano ha desaparecido de nuestra fiesta. Se considera que sacarlo de su «cortin» (korta) y que sea visitado por pequeños y mayores es maltrato. Dicen algunos que es mejor para el gorrino, que así no sufre de ansiedad y se deprime. Yo apoyo cualquier lucha contra el maltrato animal, pero admirar al marrano no considero que sea torturarlo. Es más, opino que lo que realmente hacemos es vivir en una sempiterna auto-ocultacion, un no hablar claro sobre el destino del bicho: que un día será sacrificado para convertirse en lomo, chorizo o rica morcilla. Así las cosas, nuestros tiernos infantes, inocentes, crecerán creyendo que los cerditos sólo son de chocolate o, como mucho, que la carne de cerdo nace en bandejas de plástico y se cría en el hipermercado, no sea que se traumaticen si saben la verdad. Bien, así somos, no hay que darle más vueltas. Es mucho mejor tomárselo con humor. Tan sólo espero que, cuando agricultores y ganaderos se cansen de que no consideremos su trabajo y esfuerzo como algo negativo y sigamos legislando tan sólo desde parámetros culturales urbanos; cuando hartos de desplantes se jubilen o decidan cerrar sus explotaciones para trabajar en la industria o en otro nicho de
economía que no les criminalice¿ entonces espero que en esa sociedad distópica ellos se sienten a la puerta de su caserío o de su granja a contemplar cómo el resto pasamos hambre o les pagamos un dineral a cambio de comida.
He dicho antes que estas cuestiones se tratan mucho mejor con humor, y el día del Santo Antón lo contaba, y lo cantaba, con esa excepcional picardía que le caracteriza, el incombustible Celedón de Oro y músico Jesús Mari Alegría Pinttu: «En Vitoria ya no sacan el cerdo por San Antón, dicen que luego se estresa porque hay mucho follón. Debió ser un concejal o quizás un ‘diputau’, o esos animalistas que al txarri no han ‘invitau’. Al txato alavés, al txato alavés, no verás este año ni verás después».
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