Se hablaba de “mi trabajo” o de “mi empresa”, igual que de “mi familia” o de “mi equipo de fútbol”. En ninguno de los casos eras el propietario, pero la estabilidad del vínculo te otorgaba la confianza de utilizar el artículo posesivo.
Artículo publicado en Empresa XXI (15/02/2024)
Creo que es del escritor colombiano Gabriel García Márquez la cita “El amor es eterno, aunque sea mientras dura” (yo me encontré con ella en la letra de un bolero muy lindo del grupo mexicano “Daniel me estás matando”). Ayer le oía también a Karlos Argiñano explicar con su habitual retranca que el amor al principio te ciega, pero que luego con el matrimonio recuperas la vista. Esta pregunta de si existen de verdad amores eternos o no, nos acompaña desde muy antiguo…
En estos tiempos de Inteligencia Artificial, he hecho el propósito de traeros más canciones, novelas y películas para distinguirme un poco de las máquinas (que tardarán un tiempo en entender la linda tristeza de los boleros, espero…). Y esta cita me ha venido bien para introducir el tema de la estabilidad de las relaciones profesionales, que últimamente me da que pensar.
Y es que hasta hace no tanto tiempo, la vida de la mayor parte de las personas hundía sus raíces en referencias que le aportaban cierta estabilidad vital. Tu familia, tu tierra, esas personas con las que descubrías la amistad en la adolescencia y juventud (tu cuadrilla), o ese amor con el que elegías compartir el resto de tu vida (tu pareja). La empresa para la que trabajabas se sumaba también para muchas personas a esta lista de cosas que creías que podían durar toda la vida.
Se hablaba de “mi trabajo” o de “mi empresa”, igual que de “mi familia” o de “mi equipo de fútbol”. En ninguno de los casos eras el propietario, pero la estabilidad del vínculo te otorgaba la confianza de utilizar el artículo posesivo. Los sentías tuyos y, a cambio, te entregabas a ellos.
Algo ha cambiado y, como siempre ocurre, los jóvenes son los primeros que se han dado cuenta. Cambian de empresa casi como nosotros cambiamos de calcetines. Ni siquiera hace falta que lleguen a oler mal: los cambias por rutina, por higiene, sin darle mayor importancia.
Es más bien “la empresa para la que trabajo”, y ha dejado de ser “mi empresa”. No siento que el vínculo que tengo con ella tenga un significado auténtico, así que yo tampoco me entrego. Me da igual lo que me cuenten sobre el propósito, o la gestión de talento, el well being, el cuidado de la persona, o todos esos cuentos modernos…
En Netflix, cada año, todas las personas que trabajan en la firma tienen que superar el “keepers test”. Le preguntan a tu superior si pelearía por ti si recibieses una oferta para irte. Si dice que sí, puedes seguir en la empresa. Si dice que no, te echan a la calle. Porque no quieren a nadie por el que su superior no esté dispuesto a pelear por retener. Te lo explican cuando entras, para que no te hagas ilusiones. Al menos, son honestos, explican…
Sin llegar a esos extremos darwinianos, nos levantamos cada mañana con titulares de grandes empresas que abordan “ajustes de plantilla” o “planes de prejubilación”. Palabras como “reskilling” se van poniendo de moda para avisarnos de que pronto nos quedaremos obsoletos, y tendremos que reinventarnos, si queremos seguir trabajando…
Tenemos que imaginar, me parece, una nueva forma de organizar la economía y las empresas que nos permita a las personas que las habitamos recuperar un poco de ilusión de eternidad. La sensación de que podemos crecer como profesionales en nuestros primeros años, y también envejecer con dignidad en nuestros últimos. La certeza de quepodremos pagar nuestras facturas y las de los nuestros a fin de mes, este año y los que vienen después. La ilusión de que nuestro trabajo tiene sentido. Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que muchas personas tenían eso (era eterno, al menos mientras duraba).
Cómo lo hacemos, no tengo tan claro. Supongo que el primer paso es entender la importancia de corregir el rumbo que llevamos. Igual que nos ha costado años entender que no era sostenible la forma en la que estábamos tratando la biosfera, tenemos que entender que tampoco es sostenible la forma en la que estamos organizando el trabajo de las personas ¿Me acompañas en este viaje?
gdorronsoro@zabala.es
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