Habilidades adquiridas en el ámbito doméstico y de los cuidados incorporan capacidades en los ámbitos público y de gestión
Artículo publicado en El Correo (09/03/2024)
Como cada año a comienzos de marzo reflexionamos sobre los retos pendientes con motivo del Día Internacional de la Mujer, celebrado ayer. Esta conmemoración nos permite disponer de una ventana de oportunidad para recordar al mundo que la igualdad real entre hombres y mujeres en diferentes ámbitos de la vida está aún lejos de ser una realidad. Pero asalta el cansancio al darse cuenta de que todavía necesitamos esta fecha para reivindicar una obviedad: que es urgente que el 50% de la sociedad tenga las mismas oportunidades que la otra mitad, y que sus valores y competencias se pongan en valor.
En un reciente estudio publicado en la revista ‘Journal of Organizational Behavior’ se muestra cómo dimensiones clave de la vida cotidiana de las mujeres, tales como los cuidados, representan competencias clave para la gestión en el contexto actual. Por ejemplo, cómo dedicarse a los cuidados y desarrollar conductas parentales de intimidad emocional con tus hijas/os, dedicándoles tiempo y cuidados en la función parental, irónicamente favorece estilos de liderazgo más efectivos en el ámbito profesional y genera mejores resultados en la gestión. A esto se le denomina comúnmente ‘enriquecimiento’ (‘family-work enrichment’) y muestra cómo habilidades adquiridas en el ámbito doméstico y de los cuidados pueden servir para incorporar importantes capacidades en el ámbito público y de gestión.
En estudios relacionados que exploran las diferencias entre mujeres y hombres en la gestión se ha mostrado que las mujeres tienden a adoptar estilos de liderazgo más colaborativos y empáticos, lo que les permite construir relaciones interpersonales sólidas y fomentar ambientes de trabajo inclusivos y de colaboración. Estas habilidades interpersonales de entendimiento y escucha han demostrado ser un activo clave en entornos laborales y de gestión, en los que la colaboración, el entendimiento mutuo y la gestión de la diversidad son necesidades constantes para la comunicación efectiva y la gestión de conflictos. Aunque las diferencias entre hombres y mujeres en la gestión tienden a disiparse o incluso desaparecer en entornos y sectores masculinizados donde prevalecen normas y estructuras organizativas hegemónicas con estilos de liderazgo más directivos, competitivos y centrados en la asunción de riesgos, puede decirse que en términos generales las habilidades interpersonales típicas de la gestión de las mujeres son clave para cualquier organización.
En nuestras sociedades, parece habérsenos olvidado que estas competencias de cuidado mutuo y gestión emocional son relevantes. En estos días, y desgraciadamente en estos meses y años, nos sobrecogen diariamente imágenes desoladoras de violencia, guerra y amenazas entre dirigentes políticos (en su mayoría con ‘o’) de devastación de la Humanidad. Se justifica la violencia, el uso de la fuerza y la venganza como valores democráticos inquebrantables. Se critica la debilidad. ¿No debería ser ya el momento de cambiar este modelo hegemónico de referencia? Si alguna vez sirvió, ha dejado de hacerlo. De nada sirven tantos logros tecnológicos, materiales y de Inteligencia Artificial si se desarrollan en el marco de una sociedad de la violencia, el individualismo y la devastación de los recursos que desde una perspectiva de género no es neutral.
Es verdad que cada vez parece haber más consenso sobre el hecho de que la igualdad es de justicia. Pero en los últimos tiempos, y especialmente con el auge de las
ideologías ultraconservadoras que cuestionan la legitimidad de avanzar en materia de igualdad, ese pensamiento se queda a menudo en una idea superficial, rara vez traducida en cambios sustanciales en la toma de decisiones. Aplicamos, cuando nos dejan, sistemas de cuotas para favorecer la presencia de las mujeres en la gestión. Pero hasta en esto vamos hacia atrás, cuestionando abiertamente su legitimidad en determinados contextos políticos.
Además, cuando las mujeres conseguimos acceder al poder no aplicamos cambios reales porque el modelo de fondo conserva su mirada hegemónica y nos empuja a ajustarnos a esos mismos sistemas de gobierno masculinizados para poder sobrevivir y acceder a ellos. La vida, los cuidados, y la distribución justa del poder siguen sin estar en el centro de la actividad económica y social.
Con todo, solo nos queda seguir reivindicando nuestro papel. Denunciar lo insustancial de un sistema de gestión que se apoya en la violencia, la hombría y la superioridad como principio moral. ¿Qué hace falta para convencer al mundo, y con ello a nosotras mismas, de que es posible otra mirada? Debemos cuidar no desde la periferia y lo doméstico, sino también desde lo gubernamental. Basta de adaptarnos al sistema. Es un buen momento para recordar que debemos cambiarlo.
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