Artículo publicado en Deia (07/04/2024)
El domingo pasado comentaba en esta columna el dato presentado en el último Sociómetro vasco según el cual un 66% de la población vasca considera que la situación política en Euskadi es buena o muy buena y un 79% que la situación económica es buena o muy buena. Este estudio del Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno vasco correspondía a encuestas realizadas del 15 al 20 de marzo, todavía no hace un mes.
Este lunes pasado el Centro de Investigaciones Sociológicas del Gobierno de España publicaba su sondeo sobre las elecciones vascas con encuestas realizadas casi los mismos días (18 al 22 de marzo). No soy yo la persona que pueda adelantarles a ustedes si tal partido sacará más o menos parlamentarios. No sé mucho sobre estas cosas. Además, cualquier apuesta se quedará muy vieja en solo 15 días.
A veces la labor de opinión política resulta curiosa. Si la miramos de manera sincrónica, introduciéndole el factor tiempo, parece que podemos escribir ríos de tinta y sacarnos los ojos discutiendo sobre unas previsiones de algo que en breve conoceremos positivamente. Si lo que nos interesara fuera realmente conocer, bastaría esperar en paz y silencio unos pocos días. Supongo por tanto que lo que nos interesa es otra cosa: quizá influir, quizá gozar de la ilusión de que conocemos lo que ignoramos o de la fantasía de que de alguna manera controlamos lo que nos rodea. Dicen quienes estudian la evolución humana que esa capacidad, que es al tiempo necesidad, de predicción y de anticipar el futuro para alterarlo, es una de las claves de nuestro éxito evolutivo. Quizá los sondeos sean una forma contemporánea de aquello que nos sirvió como humanidad. “La capacidad de imaginar un futuro y todas las cosas que tienes que hacer para que eso ocurra, la anticipación, es mucho mejor que la adaptación, (porque) podemos no resignarnos”, dice el paleontólogo de Atapuerca Ignacio Martínez Mendizábal. A veces la necesidad de anticiparnos nos juega malas pasadas, porque nos hace ver cosas que no existen, pero su ausencia sería peor, de modo que nos toca convivir entre amistosa y descreídamente con ella.
Según este último estudio del CIS un 54% de los vascos piensa que la situación política es buena o muy buena y un 75% que la situación económica es buena o muy buena. La razonable semejanza de resultados en las dos encuestas citadas quizá sugiera que sus datos son fiables. Sin embargo, si atendemos a las declaraciones de algunos políticos o de ciertos agentes sociales, la impresión sería distinta: concluiríamos que la gente está mayoritariamente molesta e indignada. Me pregunto si tendría sentido una campaña electoral que animara a participar a esa mayoría de gente que dice valorar lo mucho que tenemos y quiere, precisamente por valorarlo, mejorarlo paso a paso, con constancia, respeto, sensatez y rigor. Me pregunto si sería posible evitar una campaña reactiva al ruido interpuesto y distorsionador que no nos deja escuchar a esa mayoría que parecen revelar las encuestas.
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