Sea cual sea la decisión de Sánchez, ¿no vamos a debatir sobre los límites éticos de la política, la politización de la justicia y la judicialización de la política?
Artículo publicado en El Correo (29/04/2024)
Una de las cuestiones que más me sorprendió, después de conocer la carta escrita por Pedro Sánchez a la ciudadanía, fue comprobar que muchas de las primeras reacciones en las redes sociales y en los grupos de whatsapp hablaban de estrategia y daban poca credibilidad al contenido del mensaje y se centraban más en el efecto del mismo, como si todo fuera un hecho racional y calculado. Solo horas o días más tarde, ante la evidencia de que se trataba de una decisión tomada de manera personal, empezó a aflorar cierta empatía y la convicción, ya más generalizada, de que no estábamos ante una fría estrategia racional, sino ante un gesto humano, emotivo y de ruptura o hartazgo personal. Esos primeros momentos son ya un claro síntoma de que ‘algo huele a podrido en Dinamarca’. Esa ‘Dinamarca’ es la política que pone en riesgo la democracia como sistema político.
Ha habido otros casos en los que quien presidía un país abandonaba dicho mandato popular por no poder asumir la presión. Normalmente han sido mujeres quienes se han roto, quienes han preferido abandonar y recuperar a sus parejas, familias y vidas privadas como consecuencia del ataque incesante, injusto, malediciente e hiriente hacia sus personas por parte de quienes habían perdido las elecciones. Un claro ejemplo fue la primera ministra neozelandesa Jacinda Ardern.
En esos casos, se ha solido argumentar que la política es muy masculina, que es muy dura, que hay que tener estómago para permanecer en ella. Que ahora sea un hombre, Pedro Sánchez, quien anteponga la protección de su pareja y sus propias emociones ante el poder creo que dignifica la decisión y también explica cómo otros dirigentes, hombres, han salido a decir que ellos también sufren, pero que «vienen llorados de casa. ¿Realmente no vamos a debatir sobre si el enfrentamiento y la dialéctica política deberían ser de otro modo? Alexander Wendt sostiene que la naturaleza de la política no tiene por qué ser necesariamente caótica, anárquica y basada en el juego de suma cero, donde mi ganancia pasa irremediablemente por la pérdida del otro que es visto como el ‘enemigo’. Este autor defiende que otras naturalezas de la política son posibles si conseguimos construir al otro como el aliado, el adversario o, incluso, el amigo.
Reconozco que me ha sorprendido sobremanera la falta de empatía, la falta de humanidad y el empeño en la crítica y el descrédito de los y las dirigentes del PP. ‘¿Cree el ladrón que todos son de su condición?’. Una reacción instalada en la confrontación, en la definición del otro como el ‘enemigo’ y en su destrucción hasta la victoria final. Una victoria que pasa, irremediablemente, por el cuestionamiento de la ética política y por la alteración de los procedimientos políticos.
La carta de Pedro Sánchez y estos días de reflexión también deben implicarnos como sociedad y abrir debates en torno a cuáles son los límites éticos de la política, sobre la separación de poderes, sobre la politización de la Justicia y la judicialización de la política. Es importante afianzar la legitimidad de un Gobierno progresista de coalición salido de las urnas y de la voluntad popular. Esta crisis personal es claramente una crisis institucional, representa un vacío de poder y el cuestionamiento del funcionamiento de nuestras instituciones. También nos sitúa ante el espejo, que nos devuelve la caricatura grotesca de una política descreída, mentirosa y que provoca desafección social. Quizá sea bueno detenernos y pensar cuál debe ser el rumbo que debamos emprender a partir de ahora.
Sin duda, también debemos preguntarnos cuáles pueden ser las consecuencias de la decisión final que adopte Pedro Sánchez. Si decide dimitir se abren escenarios muy inciertos para la política española y, sobre todo, para el actual Gobierno progresista. Reconozco que no entiendo la mencionada opción de la cuestión de confianza puesto que no es la mayoría del Parlamento la que ha cuestionado la legitimidad del presidente; el cuestionamiento lo sostienen una derecha que no sabe perder elecciones y unos poderes fácticos, mediáticos y judiciales que presionan para provocar un cambio de rumbo en la política española.
Yo preferiría que Pedro Sánchez nos dijera hoy que no dimite. Es un escenario complicado. Para ello es importante que una mayoría social se movilice y le haga ver que sí merece la pena seguir al frente de un Gobierno progresista e iniciar una respuesta política ante las injerencias de quienes construyen bulos, falsas acusaciones y relatos basados en la mentira y el descrédito.
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