Artículo publicado en El Correo (25/11/2024)
La corrupción no es como la lluvia que servía de famoso ejemplo para recordar el trabajo imprescindible del periodista para levantar acta sobre la verdad. Se mantenía que si una persona decía que llovía y otra que no, el trabajo del periodista no era darle voz a ambas, sino abrir la ventana y ver si estaba lloviendo. En un mundo polarizado y atrincherado mediática e ideológicamente, ahora hay un periodista que se asoma a la ventana y dice que llueve y otro periodista que se asoma a la misma ventana y al mismo tiempo y que dice que no llueve. Y lo que es peor, hay ciudadanos debajo de la lluvia que dicen que no está lloviendo.
La desinformación atrincherada ideológicamente no es nueva. Tras el atentado islamista del 11-M de 2004 antes de la irrupción de las redes sociales y los algoritmos creadores de verdades artificiales, medios de comunicación con su público afín mantenían que había llovido ETA en sus páginas alimentando teorías de la conspiración que hemos visto crecer exponencial y globalmente últimamente con temas tan relevantes como el cambio climático, la pandemia o la inmigración.
La política española, además de amenazada por la desinformación y la expansión de teorías conspiratorias como el resto de las democracias occidentales, está aquejada de una sospecha generalizada de corrupción la última década. Durante los años 90 la preocupación que había en España por la corrupción política era compartida por otros países europeos como Italia, Francia o Bélgica. En 1994, tras el escándalo protagonizado por el director de la Guardia Civil, Luis Roldan, el 70% de los entrevistados estaba de acuerdo con el enunciado «hoy en día en España hay más corrupción que nunca», según el barómetro del CIS.
En marzo de 2013, la corrupción volvió a convertirse en una de las principales preocupaciones de los españoles tras la publicación de los ‘papeles de Bárcenas’, tesorero del PP, en los que figuraba la contabilidad B del partido con nombres y anotaciones contables de los sobres que recibían ilegalmente líderes populares. Ese mes la corrupción se convirtió en el segundo problema de los españoles, se duplicó la preocupación ciudadana y desde entonces la clase política no ha dejado de estar entre los tres principales problemas de la ciudadanía. El último presidente español anterior a Pedro Sánchez fue desalojado del Gobierno por una moción de censura motivada por la corrupción.
Este asunto sigue marcando la agenda de la política española. El ‘caso Ábalos’ está siendo letal no solo para la imagen del PSOE y del Gobierno socialista sino para la democracia española. Es verdad que la reacción de la dirección socialista no ha tenido nada que ver con la que tuvieron los dirigentes del PP durante todo el proceso de la ‘Gürtel’, pero eso no hace desaparecer la corrupción que vuelve a afectar a un Gobierno español. Al contrario, refuerza el argumento de que en los partidos pueden llegar a puestos de responsabilidad personas deshonestas que solo son retiradas de la esfera pública cuando alguien les pilla cometiendo un delito. Y nunca es el mismo partido el primer denunciante. Y esto extiende la sospecha de que los partidos no sirven como barrera preventiva para alejar de la representación a personas indeseables antes de que la ciudadanía se los encuentre en unas listas electorales y en un cargo público.
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