Artículo publicado en El Diario Vasco (27/12/2024)
Este Papa no dejará de sorprendernos. He llegado a fantasear con que, quizá, decida hacer un viaje a su país natal y a su capital, Buenos Aires, pensando en visitar a su hermana, y que desde allí anuncie que renuncia al pontificado. Tal vez vuelva a Roma a recoger sus enseres y proclamar su decisión de dimitir como Papa, siguiendo la estela, y los detalles jurídicos, que utilizó su predecesor, Benedicto XVI, para validar su renuncia. Recientemente, prefirió desplazarse a Córcega a clausurar un congreso en vez de presidir la reinauguración de la catedral de Nôtre Dame, a la que fue invitado, con insistencia, por el cardenal de París y por el presidente de Francia.
Francisco, después de dos encíclicas de tipo más bien social. ‘Fratelli tutti’, y ecológico, ‘Laudato Si’, nos presenta ‘Dilexit nos’, dedicada al «Sagrado Corazón de Jesús». Una antigualla. ¿A quién le importa ahora el Sagrado Corazón de Jesús? El propio sintagma es ya una antigualla. No recuerdo haber leído en ninguna literatura de signo religioso de estos últimos años un texto consagrado al Corazón de Jesús. Me suena a lecturas y experiencias, muy, muy antiguas. Corresponden al devocionario de mi infancia, luego hace ya setenta y más años.
Y sin embargo el Papa escribe una encíclica sobre el tema. Y cuando uno la lee se da cuenta de que, de antiguo, solamente el sintagma, pues el contenido va mucho más lejos. Esta encíclica, como escriben no pocos estudiosos del perfil de Francisco, probablemente sea el fondo del pensamiento del Papa y del que cabe interpretar lo que ha estado escribiendo en las anteriores encíclicas, e incluso su propio pontificado. Con una ‘enseñanza’ que va más allá, del ámbito de la catolicidad, e incluso de lo religioso. Es un apunte de valencia universal.
Hoy quiero detenerme también en otra cuestión que aflora con frecuencia, donde el dilema entre corazón y razón sigue presente: ¿quién debe abonar la reforma o mantenimiento de tantos templos, ahora que cada vez menos gente va a misa? La Iglesia de Francia acaba de estudiar la situación del patrimonio religioso. Así, de los 40.000 edificios a cargo de los municipios, al menos 1.600 están cerrados debido, en particular, a su deterioro, señala el informe hecho público el 18 de noviembre. Según el Observatorio del Patrimonio Religioso, entre 2.500 y 5.000 iglesias corren el riesgo de ser abandonadas, vendidas o destruidas de aquí a 2030. «Un país que no puede cuidar su patrimonio es un país que no puede preocuparse por su futuro», advirtió la ministra de Cultura, Rachida Dati.
La recuperación de Nôtre Dame ha costado 702 millones. Se recaudaron, por donaciones, 846 millones y el superávit de 140 se dedicará a completar la restauración. La ministra sugirió que se cobrase una entrada simbólica (cinco euros) para acceder a la catedral y así hacerse con un fondo para mantener el patrimonio religioso francés. El episcopado se ha opuesto a esta medida. Y también organismos ciudadanos como el Consejo de París (plural). La Iglesia justifica este servicio gratuito por su misión de «dar la bienvenida» a todos los visitantes y rechaza cualquier distinción entre peregrinos y turistas,
Voy terminando. El dilema entre el corazón y la razón se plantea con acuidad en estos tiempos navideños. Diríamos, de entrada, que son días en los que el corazón toma la delantera a la razón. O, quizá más exactamente, la razón quedaría suspendida por el empuje de lo emocional, de lo emotivo, por la emergencia de lo bondadoso. En Navidad, se decía que las personas nos hacíamos más buenas. Más generosas. Aquel eslogan comercial que decía «vuelve a casa por Navidad», ilustraba también lo que tenían esas fechas de positividad, de alegría en torno a una mesa bien surtida y mejor regada. Hasta el punto de realizar gastos irrazonables. En parte porque suben los precios de algunos productos, caros, que nos permitimos en estas fechas.
Y, aquí, la razón debe doblegar al corazón, al deseo de que ‘por ser Navidad’, nos podemos rascar los bolsillos. Si, pero hasta cierto punto. Porque después de las fiestas navideñas, y si nos despendolamos más aún en el cambio de año, la cuesta de enero se nos hará, todavía, más cuesta arriba. Un ejemplo. Me enteré de que las kokotxas de merluza estaban a 87 euros el kilo. Pero en febrero ya habrán bajado.
¿Corazón o razón? La razón sin corazón es como un árbol sin fruto; el corazón sin razón, un pálpito desbocado. Lo políticamente correcto nos dice que ambos son necesarios. Pero, si se me permite, yo podría el acento en el corazón. Feliz Navidad a todos y mis mejores deseos para 2025.
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