Artículo publicado en The Conversation (28/01/2025)
No es un juego de niños. Su empleo en operaciones militares se cobra vidas humanas en escenarios reales. Cualquier error puede ser fatal. Por eso, mantener la mente despejada es clave para los pilotos de drones.
Esta tecnología, conocida como RPA (Remotely Piloted Aircraft), ha transformado la manera en que se llevan a cabo las misiones bélicas, al permitir operar desde grandes distancias, fuera del teatro de guerra. Por una parte, ha revolucionado la forma de matar en combate. Pero también ha generado profundos desafíos éticos y psicológicos para aquellos que manejan las aeronaves.
Pero ¿cómo se seleccionan los pilotos de drones? ¿Qué rasgos deben tener?
El entrenamiento técnico… y psicológico
El primer paso para entender el impacto psicológico que el manejo de drones tiene sobre los pilotos es comprender el riguroso entrenamiento al que son sometidos.
Requieren una formación técnica intensiva en varios aspectos de la aeronáutica, incluyendo la navegación remota, el manejo de sistemas de armas y la interpretación de datos en tiempo real proporcionados por cámaras y sensores de alta tecnología.
Este entrenamiento no solo se enfoca en habilidades técnicas, sino también en la capacidad para tomar decisiones críticas en fracciones de segundo. La precisión es vital, ya que los ataques con drones suelen realizarse en áreas donde la distinción entre combatientes y civiles puede ser muy delicada.
Por ello, deben tener un alto grado de concentración y habilidad técnica, pero también un fuerte control emocional, ya que su trabajo implica ver en detalle las consecuencias de sus acciones, a menudo en tiempo real.
Se les entrena en simulaciones que replican escenarios reales de combate, exponiéndolos a situaciones estresantes donde deben equilibrar la presión de cumplir con los objetivos de la misión mientras minimizan el daño colateral.
Alto impacto emocional
A diferencia de los pilotos tradicionales, no se encuentran en el campo de batalla, sino que operan desde ubicaciones remotas, muchas veces en centros de control situados a miles de kilómetros del objetivo. Este distanciamiento físico, sin embargo, no necesariamente mitiga el impacto emocional. Los operadores deben ser individuos metódicos, capaces de trabajar bajo una intensa presión y con la responsabilidad de manejar tecnología avanzada y letal.
A menudo, los candidatos son seleccionados por su resistencia al estrés y su capacidad para disociarse emocionalmente del entorno que observan en las pantallas.
Aun así, muchos de estos pilotos desarrollan una conexión psicológica con las misiones, lo que puede aumentar su estrés emocional con el tiempo.
Muerte en directo
Los pilotos de drones tienen una visión cercana y detallada de sus objetivos, gracias a las cámaras de alta definición que transmiten imágenes en tiempo real.
Esta cercanía virtual significa que los pilotos pueden observar tanto el antes como el después de sus ataques, incluyendo la destrucción y la muerte que causan. La exposición constante a este tipo de imágenes puede tener un profundo impacto psicológico.
Uno de los aspectos más discutidos es el desarrollo de síntomas relacionados con el trastorno de estrés postraumático (TEPT) en pilotos de drones. Aunque no están en peligro físico directo, la naturaleza de su trabajo, que implica largas horas de monitoreo y la ejecución de ataques letales, puede generar un estrés acumulado que resulta en depresión, ansiedad o síntomas de TEPT.
El distanciamiento físico y la falta de una conclusión tangible del combate, como podría ser el retorno a casa después de una misión, también complican el proceso de procesamiento emocional.
Además, la naturaleza repetitiva y continua del trabajo de los pilotos de drones implica que están en constante alerta, observando zonas de combate durante semanas o meses. Este tipo de vigilancia prolongada puede llevar a un desgaste mental severo, ya que no hay un fin claro en muchas de sus misiones.
A diferencia de los soldados tradicionales que se despliegan en periodos definidos, los pilotos de drones pueden estar involucrados en operaciones bélicas durante años, algo que aumenta su desgaste psicológico.
La deshumanización y el distanciamiento moral
Un aspecto importante del uso de drones es el fenómeno del “distanciamiento moral”. Al estar físicamente separados del lugar donde ocurre la violencia, los pilotos pueden experimentar una desconexión emocional del acto de matar.
Este distanciamiento no es completo, ya que están viendo las consecuencias de sus acciones a través de las pantallas. La paradoja de estar al mismo tiempo lejos y cerca del conflicto crea un dilema moral único.
Por un lado, el uso de drones permite eliminar objetivos enemigos sin poner en riesgo la vida de los propios soldados. Por otro lado, esta misma tecnología puede hacer que se sientan más como jugadores de un videojuego, lo que podría desensibilizarlos frente a la gravedad de las decisiones que están tomando.
Sin embargo, los testimonios de pilotos sugieren que muchos de ellos sienten un fuerte sentido de responsabilidad por sus acciones y esto agrava el impacto emocional de su trabajo.
Aunque los drones han revolucionado la guerra moderna al reducir el riesgo para los soldados, los operadores de estos dispositivos se siguen enfrentando a serios desafíos psicológicos. Su entrenamiento técnico y emocional busca prepararlos para la presión de matar a distancia, pero las implicaciones emocionales y éticas de su trabajo pueden ser profundas y duraderas.
En este artículo ha colaborado la investigadora de la Universidad de Deusto Irati Fernández.
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