Artículo publicado en Empresa XXI (15/06/2025)

Vivimos tiempos apasionantes. La velocidad de los cambios tecnológicos, especialmente en el ámbito digital, es extraordinaria. La Inteligencia Artificial, la robótica, la biotecnología, la computación cuántica… están transformando nuestras sociedades a una velocidad vertiginosa. Y sin embargo, da la impresión de que vamos más rápido en el desarrollo de la tecnología que en la reflexión sobre las consecuencias que estas tecnologías tienen en nuestras vidas y en nuestras sociedades.
En los últimos años hemos visto cómo algunas grandes plataformas digitales acumulaban cantidades ingentes de datos sobre nuestras vidas, mientras las regulaciones sobre privacidad y protección de datos apenas comenzaban a desarrollarse. La tecnología avanza y las normas se quedan atrás. Y lo mismo puede decirse de las implicaciones éticas. ¿Es ético utilizar tecnologías que sabemos que pueden manipular a las personas? ¿Es ético desarrollar tecnologías sin evaluar adecuadamente los posibles efectos secundarios?
El poder que da el control de la tecnología y de los datos es inmenso. Las empresas tecnológicas más poderosas del mundo son ahora más influyentes que muchos Estados. Y esto plantea preguntas fundamentales: ¿Quién controla a los que controlan la tecnología? ¿Cómo podemos asegurar que el desarrollo tecnológico esté alineado con los intereses de la sociedad y no solo con los intereses comerciales de unas pocas corporaciones?
Necesitamos un mayor compromiso ético por parte de las empresas, pero también necesitamos instituciones más ágiles y preparadas para regular y acompañar el desarrollo tecnológico. Y, sobre todo, necesitamos una ciudadanía crítica, informada y capaz de participar activamente en este debate. La tecnología no es neutral. La tecnología refleja los valores de quienes la diseñan, la desarrollan y la utilizan.
La solución no pasa por frenar la tecnología, sino por impulsar un desarrollo tecnológico que ponga en el centro a las personas y al bien común. Necesitamos combinar la fascinación por lo que la tecnología nos permite hacer con la responsabilidad de pensar en lo que debemos hacer.
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